capitulo 2

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DOS

Se alegró de que el día siguiente fuera sábado, porque después de pasarse la noche alternativamente llorando y contemplando el techo, se levantó tarde y cansada, con párpados pesados y movimientos lentos. Hizo un esfuerzo por realizar las tareas rutinarias de la casa, pero a media tarde se dejó caer sobre el sofá, demasiado cansada y abatida para ocuparse de nada más. Tenía que comprar comida, pero era superior a sus fuerzas. Un rápido inventario mental de sus provisiones la tranquilizó: no se moriría de hambre, al menos durante un par de días.

Sonó el timbre de la puerta, y Hermione fue a abrir sin pensar. Nada más ver el rostro sombrío de Harry, fue presa de la desesperación. ¿No podría haber esperado hasta el lunes? Ella se habrá recuperado para entonces y no estaría en desventaja. Ni siquiera disfrutaba del consuelo de estar bien vestida. El pelo le caía libremente por la espalda, llevaba unos vaqueros viejos, ceñidos y descoloridos, y el jersey holgado que se había puesto dejaría traslucir que no llevaba sujetador.

Reprimió el impulso de cruzar los brazos, en particular cuando Harry la miró de arriba abajo, desde el rostro exento de maquillaje hasta los pies enfundados en calcetines azules.

-Invítame a entrar -le ordenó, con voz más grave de lo habitual.

Hermione no pronunció una invitación verbal, no podía. Dio un paso atrás y abrió la puerta de par en par, y Harry se adentró en el salón. Llevaba un atuendo informal: unos pantalones de vestir tostados y un jersey azul con un par de botones en el cuello.

-Siéntate -lo invitó, cuando por fin acertó a hablar. Harry se sentó en el sofá y ella ocupó el sillón que estaba justo enfrente, incapaz de trabar conversación, a la espera de que él disipara la tensión hablando.

Harry no era consciente de la tensión; el aspecto de Hermione lo había desconcertado y le estaba costando asimilar aquella nueva faceta de su personalidad. Esperaba encontrarla vestida con tacones, pantalones negros de vestir y una blusa de seda, y con una máscara de frialdad como barrera entre ellos. En cambio estaba muy juvenil, relajada y atractiva con aquella ropa vieja y cómoda. Tenía la figura y el porte aristocrático y airoso que le permitían lucir cualquier prenda, incluso un viejo jersey, con naturalidad y elegancia. Sabía que era un año mayor que Ginny, así que debía de tener treinta y tres, pero la frescura de su rostro le quitaba al menos diez años de encima. Así era como a menudo la había imaginado o, al menos, era una variante de su ensoñación. No había rastro de la pose de indiferencia que había esperado encontrar, y comprendió que Hermione estaba en inferioridad de condiciones. Con delicia, volvió a contemplarla de pies a cabeza, y su mirada se posó en la libertad de los senos bajo el jersey; para sorpresa y creciente deseo de Harry, un cálido rubor cubrió sus mejillas.

-Lamento lo de anoche -dijo con brusquedad-. Al menos, lo que dije. No lamento haberte besado, ni haber estado a punto de acostarme contigo.

Hermione bajó los ojos, incapaz de sostener la mirada intensa de Harry.

-Lo entiendo. Los dos estábamos...

-Afligidos. Lo sé -remedió la interrupción con una media sonrisa-. Pero, afligido o no, la segunda vez te besé porque quería besarte. Me gustaría verte, invitarte a cenar, si puedes perdonarme por lo que dije.

Hermione se humedeció los labios. En parte, quería aprovechar la oportunidad, cualquier oportunidad, para estar con él, pero al mismo tiempo sentía recelo, miedo a sufrir.

-No creo que sea una buena idea -dijo por fin, arrancando las palabras de su garganta reseca-.Ginny... Siempre tendría presente a Ginny.

Los ojos de Harry ennegrecieron de dolor.

Una nueva oportunidad (Harry y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora