El laberinto de Eleanore (CORRIGIENDO) SIN TERMINAR

Casi como un sueño... o como una pesadilla

En un instante estaba frente a Marco, con el sosteniendo mis manos y por un instante casi suplique que me besara mentalmente.

Nunca me había pasado, pero fue como una descarga de energía que corrió por mi cuerpo. Después salimos juntos y Joel no pudo esperar para empezar con sus charlatanerías.

— ¿Mmm que estuvo pasando allí adentro, eh?... — agregó Joel en un tono muy burlesco.

— No ha pasado nada, ni pasara Joel. ¿Oliver a dónde iremos? — dije a la vez que me subía al coche

— Esa pregunta no puedo responderla srita. Elle — agrego Oliver, al oír esto rodé mis ojos

— Pero yo si — agrego Marco — iremos a Jonathan's queda a unas cuadras de aquí, al menos que conozcas un lugar mejor...

— No, está bien yo no conozco la zona recuerda que... — en ese momento recordé que lo de mi cambio de domicilio solo lo sabía Marco

— ¿Recuerda que, que Elle? — podía ver su cara a punto de reírse, puesto que el sabía que todo lo que le había contado se lo dije hoy en la cafetería de enfrente del edificio de Hawk Design...

— Mmm nada, iba a decirles que ustedes sabían perfectamente lo de mi cambio de domicilio y luego recordé que no saben nada en absoluto, creo que solo se lo comente al sr. Hawkins. — sentía el nerviosismo en mis gestos, en mi voz incluso me atrevería a decir que el corazón me latía más deprisa.

Luego nos subimos al auto para ir a Jonathan's y durante el trayecto no hablamos y cuando por fin se detuvo Oliver, estábamos de frente a un sitio con fachada de madera. El interior del lugar era cálido con espacios a media luz, y mesas de madera solida color caoba, con manteles de lino blanco con sobremesas celestes y con espacios más privados con una iluminación más baja.

Había mesas afuera sin manteles para la hora del té. Y de pronto siguió la inquisición de Marco

Parece que no tenía abasto su curiosidad y eso me tenía exasperada y con las mejillas a punto de arder.

— ¿Y cómo está eso del cambio de domicilio, Elle? — inquirió Marco.

Al menos podía esperarse a que encontráramos una mesa.

Sentí que mi mirada lo traspaso con verdadero odio, casi como si fuera capaz de abalanzarme encima, pero no para sentir sus manos en las curvas de mi cuerpo ni para saber a qué sabían sus labios — Elle, que te ocurre nunca has perdido la cabeza por un par de pantalones, que hechizo tiene Marco di Matteo. — me reprendió mi mente en ese momento.

Bueno es una larga historia, pero técnicamente me mude en esta semana de Harlem a Long Island a la casa de mi abuelo James.

— ¿Y dónde queda la casa de tu abuelo? — pregunto Joel.

— Queda en Stewart Avenue. — respondí rápidamente.

— Entonces ningún excusa para llegar tarde Eleanore — inquirió Marco.

— Yo jamás pongo excusas, ¿ok? — bueno hoy con él llevaba desenfundada la espada

— Ok, pero deja las armas guardadas. — dijo alzando las manos.

— ¿Y sales a fiestas? — dijo Joel

— No tan frecuente, como otros jóvenes, pero a veces. — dije sonando como una anciana de 60 años.

— Deberían salir­, ¿no crees, Marco? — inquirió Joel

— ¿Deberíamos quiénes? — dije con cara de incredulidad.