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*Ocho meses después*

Estaba sentada en el porche de la cabaña. Hacía un fuerte sol y metió los pies en el agua templada del lago. Aquello la reconfortó y soltó un suspiro:

- Hey...- saludó una voz detrás. Gabriella se dio la vuelta en una exhalación, pero sólo era Sarah. La chica se sentó a su lado-. ¿Qué haces?

- Pensar- murmuró la pelirroja, mesándose su largo cabello-. maquinar formas de asesinar a George Connor si es que se digna a volver algún día- suspiró de nuevo.

- Volverá- le aseguró Sarah-. es un idiota total, pero no te dejaría- Gabriella asintió, ya no muy convencida. Sarah se miró las manos un instante antes de hablar-. Escucha... Gabri. Quirón me ha encomendado una misión de un par de días. Nada peligroso, solo un viajecito de ida y vuelta. ¿sobrevivirás sin mí?- le revolvió el cabello con cariño.

- ¿Tendrás cuidado?- le pidió su amiga.

- Te lo prometo- dijo, y se levantó. Tras despedirse, salió del campamento. Anduvo un rato, distraída, tarareando una melodía tonta, sin saber muy bien a donde ir. En esto, la recorrió un escalofrío. Se dio la vuelta-. Hola, padre...

- Siempre me pillas- se quejó el dios-. eres tan lista como tu madre- Sarah sonrió-. ¿A dónde te diriges, hija mía?- preguntó.

- Pues esperaba que aparecieses, la verdad, porque necesito tu ayuda- dijo la joven, mordiéndose el carrillo.

- Ah... ¿en qué puedo ayudarte?

- Quiero que me lleves al Olimpo. He de citarme con Hefesto- informó Sarah. Hades rió.

- ¿Qué puede interesarte de Hefesto?

- Por si no lo sabías, papá, salgo con uno de sus hijos y deseo hablar con él de un asunto- la chica se cruzó de brazos.

- Está bien, querida. Te llevaré. De todas formas, debo hablar con Zeus de un asunto que incumbe a su molesto vástago...

- Papá... espera. ¿Has visto a George?- preguntó Sarah, súbitamente interesada.

- ¿Rubio, apuesto y estúpido? Sí, lo he visto- la chica dio un salto de alegría.

- ¿Dónde? Llévame con él, por favor- suplicó.

- ¡No! Ni que fuera tu novio. Y es tan... insoportable e inmaduro...

- Lo sé, pero llevamos casi dos años sin saber nada de él, y mi amiga Gabriella se tira de los pelos ya. ¡Por favor, papá! No te pediré nada más en cincuenta años- el dios de la muerte puso los ojos en blanco.

- No más de una hora- ella asintió.

- Pero, nos lo llevamos de vuelta. Más le vale que venga por las buenas, que si no...- sonrió Sarah.

- Ay, ni dulce calaverita- rió Hades y apareció junto a su hija en el salón del trono del Olimpo-. Escucha, no hables, no hagas ruido, no mires a ningún dios a los ojos y no pises fuerte- le indicó su padre.

- ¿Y qué más? ¿Debo respirar inaudiblemente?- preguntó en broma. Hades se giró a mirarla.

- Sí. Creo que eso sería lo más acertado- corroboró. Sarah puso los ojos en blanco, pero obedeció. Vieron al gran Zeus, rey de los dioses y del Olimpo caminar apaciblemente por las baldosas de cristal de la sala, con gesto serio. Uno que Sarah reconoció exacto al de su amigo rubio-. ¡Zeus!- lo saludó Hades. El dios del trueno y el rayo alzó su chispeante mirada amarilla hacia los dos recién llegados.

- Hades, sabes que no eres bienvenido aquí- dijo, cortante. Su hermano menor despachó el asunto con un gesto de la mano.

- Siempre igual, hermano. No he venido por propia voluntad. Mi hija, que da la casualidad de que es gran amiga de tu bastardito mortal, quiere hablar con Hefesto- Zeus lo asesinó con la mirada, para luego, fijar sus orbes amarillos en Sarah.

La Saeta de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora