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- No puedo creer que estés pidiéndonos esto, Quirón- Andy lo miró con decepción reflejada en sus ojos azules. El centauro se cruzó de brazos, aparentando una frialdad que en realidad no sentía.

- La vida sigue, Andrew. Debéis pasar página, pues la muerte es inevitable para todos.

- Y, ¿Qué pretendes que hagamos? Evan sigue sin salir de su cabaña. Lleva tres días sin comer, y no permite que nadie entre. ¿Acaso crees que ir de misión le hará algún bien?
Y, en cuanto a George...- el hijo de Hefesto sacudió la cabeza, no queriendo recordar lo que el inestable semidiós había estado a punto de hacer el día anterior.

Desconocía aquel secreto que Gabriella y él habían estado ocultando durante todo ese tiempo. Ese espíritu tan débil, que hacía de George Connor un ser asustadizo y depresivo. Pero, nadie lo sabía, ya que lo ocultaba tras una fachada de narcisismo y orgullo sin parangón.

Todos culpaban al hijo de Zeus de la muerte de Gabriella. Pero, Andy sabía que no era así. Jamás hubiera hecho George algo así a la persona que más amaba en el mundo. Al menos, no estando en pleno uso de sus facultades.

Aquel fatídico día, George llevaba su anillo puesto, y no se lo quitó. Sino que este se convirtió en polvo, al hacerse el poder del chico demasiado fuerte para ser contenido.
Y, cuando Gabriella exhaló su último aliento, también lo hizo el terrible alter ego de Connor, que se derrumbó.

Al día siguiente fue el cumpleaños de Evan. Y, lo hubiera sido también de Gabriella.
Andy decidió ir a hacer compañía a George a la cabaña número uno, ya que nadie quería verlo. Pero, al fin y al cabo, seguía siendo su mejor amigo, y sabía que fuera lo que fuese que hubiera hecho George, no era enteramente su culpa.

Abrió la puerta y llamó al rubio, que no respondió:

- ¿George? ¿Estás ahí, amigo?- llamó de nuevo. Y, entonces... Un sonido rompió el silencio. Andy corrió hacia su origen, pero se detuvo en la puerta del baño, sin respiración.
El hijo de Zeus yacía en el suelo, rodeado de un charco de espeso líquido rojo. Sangre-. ¡No!- Andy se arrodilló junto a él y agarró su rostro con las manos. Aún respiraba, y tenía los ojos amarillos, entreabiertos y febriles-. George, quédate conmigo, tío...- con mucho cuidado lo arrastró de las axilas a fuera del baño y procedió a tratar de taponar, desesperado los profundos cortes de sus muñecas con toallas y trozos de camisa-. Aguanta, Connor. Ahora mismo vuelvo- le dijo, pese a que probablemente, no le escuchaba. Se levantó, cubierto de sangre y corrió fuera de la cabaña.

- ¡¡WILL!! ¡¡MAIA!!- llamó a los hijos de Apolo. Llegó a la cabaña y entró a trompicones. Will Solace levantó la mirada hacia la entrada y ahogó un grito al ver toda esa sangre.

- ¡Andy! ¿¿Qué ha pasado?? ¿¿Estás bien??- preguntó, preocupado.

- ¡No soy yo, Will! ¡Es George! ¡¡Se ha rajado las muñecas!!- el rubio tomó aire y caminó decidido hasta un armario de donde sacó vendas, gasas, sedante, hilo y aguja. Después, los dos chicos corrieron a la cabaña de Zeus-. Will, por favor... No permitas que muera- le suplicó.

- Trae al señor D, Andy. Ahora necesitamos su ayuda- le mandó al moreno, arrodillándose al lado de George. Le dio unas palmaditas en la cara-. George, escúchame. No te duermas. Debes hacer un esfuerzo, ¿De acuerdo? Tienes que ser fuerte- George apenas tenía los ojos abiertos una rendija, pero gimió de dolor cuando Will echó alcohol medicinal sobre los cortes, sin considerarlo un instante.
Después, procedió a vendarle los antebrazos con vendas muy apretadas y limpias. Y, después, extendió las manos sobre él y unos poderosos rayos de Sol, lo atravesaron. Sanando sus heridas y devolviéndolo a la vida.

George se desmayó del dolor, y Will se apartó de él, agotado.
Andy siguió allí un buen rato después de que Will y una de sus hermanas se llevaran al hijo de Zeus a la enfermería. No podía creer lo que acababa de suceder.

Siempre había considerado a su mejor amigo un chico muy fuerte. Pero, ¿Ahora esto?
La muerte de Gabriella lo había dejado muerto por dentro, como a todos. Pero, esa no debía ser una razón para tratar de quitarse la vida. ¿No?

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- Nadie ha hablado del hijo de Zeus- interrumpió Quirón-. Lo que hizo fue terrible, pero se recuperará con el tiempo.

- ¿Por qué no puedo ir a verlo?- quiso saber el chico de ojos azules-. Ahora mismo soy el único que no lo odia...

- Nadie lo odia, más que él mismo. Todos sabemos que no fue culpa suya- dijo el centauro, al fin, esbozando una amable sonrisa.

- Sí, pues mi novia quiere matarlo.

- La hija de Hades era mejor amiga de Gabriella. Es comprensible que se sienta frustrada...- Andy asintió, a su pesar. Quirón le puso una mano en el hombro, y este alzó la vista para mirarlo a los ojos-. Andrew, el señor D y yo tenemos planes importantes. Si esto sale bien, significará a la larga algo maravilloso. Créeme.

>>Hay cosas que ni los dioses pueden evitar, chico. Pero, créeme. Sé con certeza, que si nos ayudais ahora, todo irá a mejor- Andy suspiró, accediendo.

- Iré... A decirles a los demás- el anciano centauro asintió, orgulloso.

La Saeta de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora