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*Narra...*

Caer. Eso era lo único que lograba recordar. Todo lo demás estaba en blanco y negro.
Abrí los ojos, y eso fue exactamente lo que vi. Blanco. Y, después... Negro.
Me incorporé en una mullida cama, de sábanas negras como el betún. Repentinamente acalorada, salí de la cama. ¿Dónde estaba? ¿Por qué era mi mente un torbellino oscuro? No podía recordar absolutamente nada de nada.

Me llevé las manos a la cabeza, asustada. Y, entonces, alguien entró en la habitación. Me di la vuelta, y lo último que vi fueron dos ojos rojos antes de caer dormida de nuevo.

*******************

- ¡¡Vamos, la perdemos!!- el doctor perdía los nervios, mientras la vida de Juliet Shagston pendía de un hilo.
El electro marcaba un latido cada vez más lento. Y, de repente... Como por arte de magia, este volvió a la vida, con fuerza-. ¡Es un milagro!- exclamó el médico, y todos lo secundaron.

Unas horas más tarde, la paciente despertó, abriendo unos preciosos ojos azul grisáceo...

(.....)

Abrí los ojos, y al instante me arrepentí de hacerlo. La luz solar entraba intensamente por las ventanas, lo que me hizo gemir y llevarme una mano a la cara para taparme los ojos doloridos.

Cuando al fin me acostumbré a la luz, me percaté de que me encontraba en una habitación de hospital y de que vestía un ridículo camisón verde... Sin ropa interior:

- Médicos pervertidos...- me dije a mí misma. La voz me sonaba algo más aguda de lo normal. Y, me resultó raro el darme cuenta, porque no tenía ni más mínima idea de quién era ni de como se movían mis labios al hablar.

Me levanté de la camilla, desconectando todos los cables y viales de mis brazos, y caminé al pequeño baño que había junto a la habitación, donde me lavé la cara con agua fresca.
Después miré mi reflejo en el espejo. No me reconocía a mí misma. Pero, aún así, mi aspecto no me encajaba.
Frente a mí había una chica de unos veintiún años, alta, rubia y de preciosos ojos azules.

No lo sé... Cada vez que me había imaginado durante el rato anterior, siempre veía a una adolescente de cabello negro y chispeantes ojos chocolate. ¿Por qué? No lo sabía.

Debía de haber tenido un accidente muy gordo, si había perdido la memoria de tal manera. No sabía ni...
Un segundo. Hasta aquel momento no había reparado en la pulserita de plástico que decoraba mi muñeca.

¿Sería yo una Jane Doe? No. Conforme fui leyendo la información de la pulserita, pude leer un nombre muy distinto.

- ¿Juliet... Shagston?- no. Tampoco me cuadraba. Pero, en fin. Yo era la amnésica. No podía engañarme a mí misma. Era evidente que yo era esa chica rubia y guapa... ¿No?

- ¿Juliet?- alguien me llamó, y me giré a ver a una mujer de mediana edad, que llevaba dos moños en lo alto de la coronilla. La miré, algo confundida. ¿Sería mi madre, quizás?

- Oh, querida... Me habías dado un susto de muerte- dijo, dándome un fuerte abrazo rompe-costillas.

- ¿Mamá...?- la mujer se llevó las manos a la boca.

- ¿Mamá?- preguntó, patidifusa-. Oh, Dios santo. Has debido de darte muy fuerte en la cabeza... Yo soy Heather, Tu profesora de lenguas muertas en la universidad de Nashville. ¿No te acuerdas?- yo negué con la cabeza. ¿Por qué una profesora venía a verme al hospital y no mi familia?-. Vístete, tienes permiso para irte. Vamos, te llevaré a casa...

- Aguarda... ¿Y, mi familia?

- Oh, querida...- repitió. Se ve que le gustaba la expresión-. Vamos, vístete- dijo, señalándome unos vaqueros y una blusa amarilla.

La obedecí y después la seguí hasta su pequeño Fiat500 rosa fucsia, de lo más pijo. Cuando me dejó en lo que parecía mi apartamento, me quedé de piedra.
Era enorme... Absolutamente enorme. Como una mansión.

- ¿Quieres que pase contigo dentro, Juli?- preguntó la mujer.

- ¿Eh? Oh, no. Gracias- le sonreí, aparentando más tranquilidad de la que sentía.
Ella asintió y volvió a abrazarme con fuerza. Después, me tendió unas llaves y se fue.
Haciendo uso de una memoria que no tenía, probé las cinco llaves, hasta que me di cuenta de que la que funcionaba era la cuarta al revés.

La giré y entré en... ¿Casa?
Tiré las llaves y la cazadora al suelo y yo me tiré en plancha al sofá de piel.
Todo daba loopings dentro de mi cerebro.
Y, lo único que recordaba eran cosas parciales. Unos ojos verdes, un rayo, un anillo de compromiso, una sonrisa, árboles, una puesta de Sol y... Un dolor horrible en el pecho.

Feliz cumpleaños, Sara!!! Te quiero mucho. Disfruta del día!! Que ya tienes diecisiete y llevamos siendo amigas desde los 14!!!😘😘😍😍😍

La Saeta de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora