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Una semana después*

Sarah se despertó con la alarma del despertador. Parpadeó soñolienta y miró la hora. Eran las nueve y media. Se levantó rápidamente y se dio una ducha. Tras echarle una mirada de reojo a su hermano, que dormía a pierna suelta, se recogió el cabello en una coleta y salió de su cabaña. Anduvo hacia la cabaña de Poseidón y llamó a la puerta suavemente. Una Gabriella recién levantada la recibió. Se frotó los ojos y le sonrió.

- La tengo preparada, espera aquí- le señaló y entró de nuevo en la cabaña. Sarah pudo ver a Evan durmiendo como un ceporro en la cama. Gabri volvió junto a Sarah llevando una enorme tarta entre sus manos.

- Ha estado enfriando un rato, ya no quema- se la entregó-. con cuidado, que pesa- la semidiosa morena sonrió de oreja a oreja.

- Eres la mejor- la alagó-. huele de maravilla. Te debo una- Gabriella movió la mano, restándole importancia al asunto.

- Con que os guste me es suficiente- le aseguró-. bueno...yo me vuelvo a la cama- señaló a su hermano-. nos vemos luego. Ya me contarás si le ha gustado el regalo- Sarah asintió y su amiga cerró la puerta de la cabaña de Poseidón suavemente. La hija de Hades anduvo despacio y con cuidado de no dañar la tarta hasta la casa de Hefesto y llamó a la puerta. Un semidiós rubio y atractivo de grandes ojos verdes abrió la puerta y se la quedó mirando.

- ¡Oh! ¿Es para mí? No tenías porqué...

- Sigue soñando, Jack- lo cortó Sarah, divertida-. ¿Puedes avisar a tu hermano?- Jack puso los ojos en blanco, pero asintió.

- Pasa- indicó, y la chica lo siguió a dentro de la cabaña de Hefesto. Estaba repleta de trastos de todo tipo e incluso había semidioses durmiendo en el suelo. Jack llamó a la puerta de un habitación-. Andy, tienes visita

- ... No existo hasta las 11:38- respondió una voz ronca desde dentro. Sarah sonrió de medio lado.

- Déjamelo a mi, Jack, gracias- el semidiós rubio asintió y se fue. La hija de Hades llamó a la puerta de nuevo-. Cumpleañero, entrega especial de parte de tu novia...- dijo a la nada y se escondió tras la tarta. La puerta se abrió.

- Madre mía- oyó decir a Andy. Asomó la cabeza por detrás de la enorme tarta.

- ¡¡Felicidades!!- exclamó con una enorme sonrisa. Andy se la comió con la mirada. A ella y a la tarta también. La cogió de sus manos y pasaron a la habitación. El hijo de Hefesto dejó el regalo sobre el escritorio y abrazó a su novia con cariño.

- Gracias, Sarah. Tiene buenísima pinta- ella se sonrojó.

- No me des las gracias a mí. La ha hecho Gabri- Andy rió.

- Pues habrá que probarla- el chico hizo uso de su espada para cortar dos grandes porciones de tarta.

- Hola- dijo una voz a sus espaldas. La pareja se dio la vuelta y pudo ver a un hombre imponente y feo como él solo, con los brazos fuertes y la cara llena de quemaduras y cicatrices. A Andy le flaquearon las piernas-. Felicidades, hijo- deseó Hefesto, y el semidiós soltó un jadeo de sorpresa.

- ¿Padre?- balbuceó.

- Os dejaré solos- murmuró Sarah, y salió de la habitación silenciosamente. Andy se miró las manos sin saber que decir durante unos minutos.

- ¿Sarah ha...te ha...?- balbuceó. Hefesto se cruzó de brazos.

- Es una buena chica- dijo el dios-. vino al Olimpo a pedirme que te visitara- Andy sonrió hacia el suelo.

- Gracias por venir...

- No hay porqué darlas, Andrew- aseguró Hefesto-. no te veía desde que eras un bebé pequeño. ¿Y, tu madre?- la sonrisa de Andy se esfumó.

- Murió por sobredosis de heroína hace ocho años- el chico tragó saliva mirando al suelo. El dios del fuego suspiró y le puso a su hijo una mano en el hombro.

- Nunca fue una mujer estable- dijo, y Andy asintió, sorbiéndose la nariz-. sin embargo, te quería. De eso estoy más que seguro. Había fuego en sus ojos y en su corazón, pero desgraciadamente su alma era débil- Andy se mordió el labio-. Hijo, tú eres fuerte. No te pareces a ella salvo en la sonrisa y los ojos. Y, desde luego has heredado su belleza y no la mía, gracias a Zeus- ambos soltaron una risita incómoda.

- Gracias...

- ...Te he traído algo- Hefesto carraspeó y sacó un objeto de su cinturón de herramientas. Un cuchillo largo con la hoja dorada y la empuñadura con forma de un dragón con las alas abiertas-. la hoja es de oro imperial- le mostró mientras Andy la miraba con los ojos brillantes-. corta cualquier cosa. Pero, has de tener cuidado de no dañarte con ella- le advirtió-. el oro imperial es...

- Es fatal para los semidioses, lo sé, padre- añadió Andy con un deje-. sé acerca de metales divinos- Hefesto le revolvió el cabello negro como el betún.

- ¿Por qué no dejas que tu cabello crezca de tu color?- el joven parpadeó confuso-. el negro te palidece el rostro

- No me gusta mi color natural. Me hace parecer un pardillo

- ¿Pardillo? Es tan diferente...

- ¡Es blanco!- exclamó Andy, divertido.

- Es platino- puntualizó Hefesto-. un color muy poco común entre mis hijos. Hazme caso, a todos les gustará. Tus raíces ya no son negras- el chico se llevó las manos a la cabeza-. pensarán que envejeces

- Ja, ja, ja, muy gracioso- puso los ojos en blanco.

- He de irme, hijo. Tengo deberes que hacer. Espero que mi regalo te sea de utilidad

- Seguro... Gracias por venir, papá- este le estrechó la mano amistosamente y desapareció-. ya puedes dejar de espiar, Sarah- la chica abrió la puerta algo sonrojada y entró.

- ¿¿¡CÓMO QUE PLATINO??!- gritó.

- Ni me lo recuerdes- ella le inspeccionó el pelo.

- ¡AHH! Es verdad, sagrada Atenea. Tus raíces son blancas. Serás Draco Malfoy

- ¡Ni hablar!- exclamó el semidiós, espantado.

- Oh, sí. Te lo vas a dejar rubio- Ambos rieron.

- Lo que tú digas, nena- algo le pasó por la cabeza. Cogió a su novia de la mano y la sentó en la cama-. oye, cierra los ojos un momento- ella dudó-. vamos, hazlo- Sarah se encogió de hombros, pero obedeció. Andy fue hasta el armario y cogió algo del bolsillo de uno de sus abrigos.

- ¿Puedo abrirlos ya?- aventuró la joven.

- No, espera- ella esperó unos instantes-. ya- Sarah abrió los ojos y lo que vio la dejó muda. Andy estaba frente a ella, con una rodilla hincada en el suelo.

- Andy ¿Qué...?- empezó la chica, pero no le salieron más palabras.

- Escucha....Sarah...- comenzó a decir Andy-. no pensaba pedírtelo hasta el día de tu cumpleaños, pero hoy has hecho esto por mí... Y, ya no lo aguanto más- tomó aire y prosiguió-. Desde que te conozco, jamás he podido mirar a nadie más. Tú sola presencia me turbaba a cada hora del día. Y, sé que no nos conocimos en las mejores circunstancias. Siento que...siento que me interpuse entre Sebastian y tú. Que lo estropeé. Y, luego él murió, y... Te veía tan mal, y yo no podía hacer nada- Sarah lo miraba estupefacta, con una mano sobre la boca-. Te amo, te he amado desde que te vi romperte en mil pedazos aquel día en España. Te he amado todos los segundos, minutos, horas y días desde aquel momento. No puedo dormir si pienso que puedes estar sufriendo. Eres mi heroína. Eres la mujer más hermosa, fuerte y valiente que he tenido el placer de conocer. Eres dura, mucho más que yo- continuó-. Has superado lo de Sebastian. Has unido las piezas rotas de tu corazón, y te admiro infinitamente por ello<<

>> Sé que somos jóvenes. Pero, vivimos vidas demasiado cortas y quiero ser feliz contigo el resto de ella. Así que te lo preguntaré, como amigo, como amante, como todo lo que necesites, pues siempre voy a estar aquí para ti. Mi corazón es tuyo. Sarah Heighs, ¿Quieres casarte conmigo?- ella lo miraba sin palabras. Los ojos llenos de lágrimas.

- S-sí... ¡SÍ!- exclamó y se lanzó a sus brazos, emocionada por sus palabras. Se besaron largo rato. Con pasión, con amor, con dulzura-. Te amo.

- Te amo- le respondió él.

La Saeta de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora