XXXIV - El Regreso

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El día de la despedida de Nícolas, el rey se empeñó en hacer una fiesta en homenaje a los héroes. El palacio fue adornado con las más bellas flores de la estación y los invitados vinieron de las partes más lejanas del planeta Vida. Una orquesta tocaba para que todos se divirtieran; había comida y bebida, platos semejantes a los de la Tierra fueron preparados en homenaje al joven.

El rey Zador estaba feliz con el restablecimiento de Isadora y podía volver a hacer planes para su reinado y el de su hija. Los súbditos también estaban alegres con el salvamento de la niña. Los gobernantes de las provincias fueron convidados, así como el equipo de Sivoc que compareció cada uno con su familia. Las personas conversaban y el asunto principal era cómo la misión de buscar a un ser humano del planeta Tierra había funcionado bien y al final de la historia, la vida de la princesa fuera salva. El reino del planeta Vida volviera a la normalidad.

Cuando Zara y Nícolas aparecieron con la forma humana en la entrada del salón, todo paró. Los dos entraron mientras los invitados les observaban con los ojos atentos, como si fuesen los personajes principales de la fiesta. El muchacho vio a la princesa Isadora sonriendo con los ojos brillantes de felicidad sentada en el trono y la alegría del rey, que estaba a su lado. El monarca se levantó y la niña se esforzó también poniéndose de pie.

Zador, al ver al chico, enseguida apretó la mano de la niña y le sonrió. Después soltó la mano de la hija y empezó a hacer palmas.

Pronto, todos en el salón imitaron su gesto y la pareja pasó por la alfombra roja que enmarcaba el camino oyendo los aplausos de la multitud. Ellos se miraron el uno al otro sonriendo. Sivoc, Drako, Tíbor, Crom, Merko y Sánchez en forma humana también sonreían mientras ellos eran ovacionados.

— Por favor, muchacho de la Tierra, ven aquí frente a mí — pidió el rey.

Zara soltó la mano de Nícolas y se puso cerca de sus amigos. El joven se acercó a la familia real y se curvó delante de ellos.

— No necesitas reverenciarnos. Seremos eternamente agradecidos al acto de generosidad que proporcionó la vuelta de la alegría en nuestras vidas. Gracias por todo lo que hiciste y sabe que, si un día nos necesitas, estaremos listos para ayudarte, sea en lo que sea.

— Gracias, Vuestra Majestad. Estoy muy feliz por ver a la princesa bien al lado de su padre. ¡Os deseo paz, salud y prosperidad a todos!

— Me gustaría proponer un brindis al joven de la Tierra, Nícolas, por haber venido de tan lejos para salvar a mi hija, la razón de mi existencia.

Las personas levantaron sus copas y brindaron al joven. Después se siguió un instante de silencio, cuando la niña se levantó de su trono y empezó a hacer palmas mirando al muchacho. El rey la imitó en su gesto y los demás presentes, esta vez siguiendo el impulso de gratitud de la princesa Isadora, también hicieron una salva de palmas más en homenaje al joven, que se quedó sin palabras. Zara le miró y hacía palmas fervorosamente, sonriendo. Él derramó algunas lágrimas, sintiendo satisfacción por lo que había hecho.

El rey entonces dijo, así que el silencio ganó el salón:

— Ahora me gustaría llamar al Consejero Kenan a mi presencia para hacer los honores a todos aquellos que, de una forma u otra, participaron de la misión de salvamento de la princesa Isadora.

Kenan subió, poniéndose cerca del trono del rey y de la princesa, que estaba sentada al lado del monarca.

— Haz los honores, Consejero.

— Me gustaría llamar principalmente a nuestro lejano invitado, Nícolas, del planeta Tierra.

Él, tímido, miró a Sivoc, Drako, Tíbor, Crom y Merko que estaban puestos uno al lado del otro. Zara, que estaba cerca de sus amigos, le sonrió con los ojos húmedos e hizo una señal con la cabeza bajándola y levantándola, lo que quería decir que él debería acercarse al trono real.

Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora