Día de lamentaciones.

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Capítulo V

"Te veo a las 7 p.m. en la cafetería que está a dos cuadras de mi casa.
Sally."

Sinceramente no sé qué creer. Tal vez Sally quiere arreglar nuestros problemas de una vez por todas, tal vez necesita un favor o solo quiere jugarme una mala broma, debo admitir que fue extraño recibir un mensaje suyo después de tres semanas peleadas, pero sean cual sean las circunstancias iré a ver cual es el problema.

Hoy es jueves lo que significa que tengo clases con la Sra. Daniels, profesora de física.
Me levanté como casi todos los días a las 6:30 a.m. por la estrepitosa alarma de Mike.

—Ugh —aun con mis ojos cerrados, arrastré mi mano a la mesita de luz, para poder apagarlo.

Escuché como mi celular caía junto a la alarma que todavía seguía sonando.

—A la mierda —murmuré.

Di la vuelta a la izquierda y seguí durmiendo con el ruido de la alarma de fondo.

Habían pasado al rededor de cuatro minutos cuando Mike entró por la puerta, y con la azotada que le dio me di cuenta que contento no estaba.
Escuché sus largas zancadas a donde me encontraba y la alarma dejó de sonar.

Escuché como resoplaba.

—Ya levantate, hora de ir a la escuela.

Levanté una mano haciendo un ademan, diciéndole que no moleste.

Estas balbuceando.

—Mamá ya sabe que estas aquí.

Me levanté de un salto y me sequé la baba que me colgaba y abrí mis ojos como platos.

—Ugh —Mike hizo una mueca al ver toda mi saliva.

—¿Cómo es que lo sabe? Fui cuidadosa —fruncí en ceño.

—Será mejor que bajes. Solo llevas un día aquí.

Suspiré y volví a recostarme con mis brazos alzados.

Con pereza me levanté y fui al baño que estaba en la habitación. Tomé una ducha, cepillé mis dientes y volví al cuarto a cambiarme.
Me puse mi uniforme que consistía en una pollera azul, al igual que las medias, unos zapatos de monja negros, camisa lisa blanca y corbata azul oscuro. Peine mi cabello negro.
Fui al espejo del baño delineé mis ojos y me puse rímel.
Tomé mi mochila y bajé.

Me paré en el umbral de la cocina y pude divisar a mi tía preparando el desayuno.

—No le diré nada a tu madre —dijo sin verme aun cocinando.

Miré al techo y sonreí.

Gracias compadre.

Creí que eras atea, me confundes conciencia.

—Gracias —le susurré ahora posando la vista en ella.

Me senté en la mesa y mi tía dio media vuelta sonriéndome posando el desayuno. Se sentó a mi lado, Mike a mi frente.

Tomé un sorbo de café.

—¿Por qué no le dirás? —pregunté confundida.

Para no estarlo. Mi tía era todo un ogro, ver un lado dulce de ella es extraño. A menos que sufra algún extraño problema mental, o bipolaridad. No me fío, algún favor va a pedirme.

—Soy tu tía cariño —respondió —¿Cómo no ayudarte? —arqueé una ceja —Nancy aunque no lo parezca yo te quiero y haría lo posible por ti —entrecerre mis ojos desconfiada —. Además —sonrió —, yo también fui joven —me guiñó un ojo y salió de la cocina.

Piedad © #AquaAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora