Crueles verdades.

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Capítulo IX

Hola Karma, hace mucho que no te veía por acá.

¿Por qué cada vez que creía que estaba en mis días buenos tenía que aparecer algo que lo arruinara?
Creer que desaparecer del mapa unos días y reconciliarme con Sally era una señal divina de que todo se encaminaba para bien, pero claro, todo se va a la mierda otra vez. Cometí muchos errores a lo largo de mi vida y Karma y yo terminamos siendo viejas conocidas. Vuelvo a la arena y eso significa volver a cruzarme con ella.

¿Quién es Helena y qué es eso de que me acosté con su padre? Se preguntaran... Pues Helena era una amiga mía. No, no, no. No se confundan no fue una traición al cien por ciento. Helena era esa chica que siempre esta en tu vida para demostrarte que sos una mierda y jamas tendrás su vida. ¿Vieron esas personas que son perfectas y todo lo que conlleva su vida es perfecta? Que tiene todo lo que vos querés. Y lo peor, que las hijas de putas son buena onda. No las podes odiar sin sentirte culpable porque son agradables las conchudas, te caen bien pero como son irritablemente perfectas que tenés que bancarte lo envidiosa por dentro. Bueno, así era Helena. El problema comenzó cuando le sucedió lo que a cualquier adolescente dramático, terminó con su novio y su vida se volvió depresiva. Y al estar depresiva se volvió toda una hija de puta y de ahí se terminó la relación. Pero ¿qué tiene que ver el padre? Todo fue cuando lo conocí en una cena de socios con los padres de Sally y los padres de Helena, ella no quiso asistir porque se encerró a llorar porque nadie la quería y que era fea y gorda, cosas de adolescentes, ya saben. En fin, que éramos los Marshalls, Vaeals (la familia de Helena) y yo, que había aparecido porque Sally no quería aburrirse toda la cena. En fin, que el Señor Vaeal es alguien fácil de empatizar con otros y más si se trata de una jovencita de diecisiete años como yo. Risa que viene, risa que va. La mujer no se da cuenta, me pasa su celular, yo anoto mi número y ya está. Pero lo gracioso de todo esto es que yo no sabía que era su padre, nunca supe su apellido no es como si me interesara. Era de esas amigas que te llevas bien y ya está y puede que en momentos desesperados, si te sirve, le pedís un favor. Ya con decirles que nos atrapó infranti en su casa no necesitan más detalles, pero ahí van.

Eran las cuatro de la tarde, él me había dicho que su esposa estaba en la peluquería y su hija en la escuela, yo voy de turno mañana y no me preocupó las clases. Cuestión, que me parecía genial estar con él pues nunca lo había hecho con un casado, sin contar el profesor Yorke. Él era guapo, de unos treinta y pico, rubio ceniza, ojos claros y un cuerpo bien cuidado. Su casa no era modesta, todo lo contrario, lujosa.
Luego de unos tragos subimos a su habitación, a su cama que comparte con su esposa y todo fluyó. Una media hora después en pleno acto, la puerta se abrió y bueno... Ya saben, la tercera guerra mundial.

Casi un año después, rencorosa, Helena se tomó muy personal esto y al no ser la chica perfecta e inocente de antes me tiene un odio rotundo. La mayor parte de su odio se debe a que el matrimonio de sus padres se arruinó luego de un trágico divorcio y la división de bienes. Pero no puede culparme, él fue infiel no yo. Además tampoco fui la única con la que la engañó, pero al ser su "amiga" se enojó más de la cuenta.

Y lo puedo saber muy bien viendo su cara de asesina serial en este preciso instante.

Nadie reparaba de que una rubia con ojos que destellan llamas de furia me miraba como si fuera a ahorcarme en cualquier momento. Estaba sola, no venía acompañada, y aunque me resulte extraño que esté acá yo solo sonreí inocente.

—¡Helena! —exclamé —. Tanto tiempo, ¿qué ha sido de tu vida?

Su expresión no se suavizó, todo lo contrario. Sus facciones se endurecieron y creo a ver escuchado un gruñido agudo de su parte. 

Piedad © #AquaAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora