Primera victima.

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Capítulo VIII

Fregar los pisos nunca fue una tarea que se me daba bien. Vivo con fatiga y dudo algún día cambiar.

Desperté a las diez de la mañana con una resaca de las lindas y lo peor es donde desperté. Algunos al otro día están en plan que se quieren matar al despertar con un desconocido y en una casa desconocida y sin recordar como llegaron allí y que demonios hicieron. Pero yo, al contrario, saber que desperté en mi casa es como un estado constante en el que te patean las bolas, o peor ese dolor de ovarios todos los putos meses.

Cuestión, que cuando fui a la cocina, la sala y su cuarto y no la encontré supe que no debía seguir mi recorrido turístico por mi casa ya que sabía a ciencia cierta que ella no estaba acá.

Suposiciones de donde podría llegar a estar número uno:
Drogándose.

Suposición de donde podría estar número dos:
Cogiendo con un desconocido.

Suposición de donde podría estar número tres:
Con Sandra, la vecina, hablando mal de Constansa, la vendedora de perfumes a domicilio.

Y la última, pero no menos importante, cuarta suposición de donde podría estar mi madre:
En una zanja debajo de un puente muerta por sobredosis o un asesino de putas.

Mi madre siempre se mete en lugares peores que en los que yo, y a pesar de su preocupación por drogarme a veces no saca el que sea una hija de puta.

Palabras fuertes venidas de una cariñosa hija.

Como les decía, ya sabiendo que ella no estaba y podía habitar de forma pacífica por lo desastrosa y humilde casa, decidí ir a por un café. Lo peor vino cuando entre y vi lo que ya había visto ayer, el desastre que ella formulo en menos de un mes, es peor que un nene la conchuda, pero sí, ella puso la casa patas arriba, otra vez.

Nada como una yonki como madre.

Barrer la cocina, barrer la sala, barrer su cuarto. Limpiar con agua y aromatizante la cocina, la sala, y su cuarto. Abrir todas las ventanas para que se ventile las habitaciones y sacar el olor a humedad. Sacar y matar telarañas con sus habitantes con la escoba. Limpiar, fregar y poner a secar platos, cuchillos y tenedores. Tirar los vasos rotos y sacar la basura. Tirar la droga de mamá... Bueno, quedarme con los porros y tirar lo demás. Gracias al cielo que cerré con llave mi cuarto y no estaba desordenada. Abrí también las ventanas y ventilé.

Mi guitarra Gracia descansaba tranquila en el poof rojo junto a la Tango, como si de un reflejo de luz se tratase un flashback de cuando era chica y toque por primera vez en un escenario llegó a mi mente.
Al lado se encontraba la mesa de luz con mi libro de poemas "Cantos populares de las comidas" junto a la lampara y una netbook que nos regalo la anterior presidenta que ya funciona. Mi cama se encuentra seguida pegada a la pared que también tiene una ventana. Al final de la cama, se encuentra reposado en la pared un espejo de un metro de alto y treinta -mas o menos- centrómeros de ancho. Luego esta la pared que sigue donde reposa un amueblar con mi ropa y peines, maquillaje, espejos descansan arriba de este. Por arriba de la pared se encuentran lusecitas de colores que saque del árbol navideño y postres pegados.

Fui a la sala y me recosté en el sillón.

Vaya sábado.

Automáticamente recordé que hoy me reunía con Andy o Luke o quien mierda sea así que rápidamente me encaminé a la cocina y tome el celular. Me senté en la mecera que esta pegada a la heladera y le marqué, al cuarto timbrazo atendió.

— ¿Hola?

— ¿Tengo el gusto de hablar con Andy Prolok?

—Umm sí -contestó intranquilo.

Piedad © #AquaAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora