Hace tres años, cumplí la meta de entrar a la preparatoria (o mejor dicho, vocacional), que quería. Mi sueño era entrar al Instituto Politécnico Nacional, y lo había conseguido. La primera vez que estuve ahí supe que muchas cosas importantes e increíbles irían a suceder.
Estaba más o menos reparada mentalmente. Luis y yo comenzábamos a llevarnos mejor, y lejos de la crítica u opiniones de todos nuestros conocidos, avanzábamos más. Entendí por que entre menos gente conociera de tu relación, más duraría. Nos veíamos los domingos y de vez en cuando él se daba un tiempo, o mejor dicho, escapaba de sus actividades para salir conmigo.
(Ya sé que en la foto de abajo taché mal el nombre de mi mamá).
Todo era maravilloso. Como en la escena de Amelie, después de que entrega la cajita que encontró en su baño a su dueño, usando la cabina telefónica. El mundo estaba en paz.
Sólo algo grave nos ocurrió durante mis primeros seis meses en la vocacional, cuando mis amigos Alexander y Lenin le mandaron una foto o algo así donde le contaron un chisme. Nada de lo que le dijeron era real. Pero Luis se lo tomó muy a pecho. Y ese día pensó que lo mejor era terminar. Estaba desesperada y muy enfadada. Quería asesinar a Alex y Lenin por haber hecho lo que hicieron. El daño ya estaba hecho. Después de mucho insistir en hablar, Luis dejó su enfado a un lado y dijo que me vería el domingo como siempre. Yo sabía que verlo el domingo implicaba el que la cabeza de alguien fuese cortada. Y ese día me coloqué bien mis ovarios de mujer, y afronté el problema. No hubo perjudicados. Luis no estaba dispuesto a terminarme, yo no estaba preparada para perderlo después de tan buena racha que teníamos.
¿Qué quieren que les cuente?
Éramos increíbles estando juntos. Y creo que nos unía un lazo más que afectivo, intelectual. Siempre había algo que contarnos. Yo lo designé mi turista personal. Y él, me nombró su guía de turistas. Siempre teníamos algo que hacer.
Lo llevé por todos los museos que conocía, y luego nos entró algo por presumir en Instagram todos los lugares que recorríamos juntos. Después de esas maratónicas tardes pasábamos por café frente al monumento a la revolución. Y después viajábamos en metro hasta Lindavista, y de Lindavista hacia la plaza comercial y ahí pedíamos el Subway del día y agua de limón con chía para él, jamaica con piña para mí. Esa era la rutina. De vez en cuando preferíamos ir a algún parque y pedalear en cuadriciclos, amedrentando la calma de los niños en sus carritos. Comparábamos raquetas de plástico y jugábamos bádminton. O sólo nos quedábamos ahí, sentados en la hierba, hablando de todo.
Yo conocía todo sobre él y él conocía todo sobre mí. No recuerdo cuando fue que comencé a llevarme mejor con su familia, pero lo hice. Su mamá era una excelente cocinera, y dado que tenía que alimentar a hombres únicamente en su casa, siempre había más que de sobra. En muchas ocasiones Luis llegaba a enfadarse con su mamá por ser aprehensiva con él, yo siempre estuve para él. Y siempre le dije que recordara que su mamá igual que muchas otras madres, se vuelve loca por hacer mucho sin que nadie la ayude. Y que en vez de molestarse, debía ir y ayudarla. Su hermano mayor, Rafael, me lo agradeció una vez. Dijo que Luis a veces se molesta o pierde la cabeza así, por la presión, y necesita de quien lo centre en su sitio de nuevo. Yo lo ayudé. Lo ayudé por que lo quería muchísimo.
No pasé mucho tiempo charlando con sus hermanos, pero creo que me relacionaba mejor con Rafael, el mayor. También me llevaba bien con su papá. Más que nada, por que había sido egresado de la escuela donde yo estaba y mejor aún, era técnico e ingeniero en las carreras que quería escoger yo. Se sorprendió cuando supo que estaba en Máquinas con Sistemas Automatizados en la vocacional, y aún más cuando le dije que quería Programar, pues él era ingeniero en algo relacionado con eso.
En fin, hicimos muchas cosas mientras estuvimos juntos. Por ejemplo, redimí mi pasado con Six Flags y para nuestro cumpleaños (es que yo cumplo el 27 de Abril y Luis el 29 de ese mismo mes), fuimos a pasarla bien, como nunca habíamos hecho estando ahí. Patinamos en hielo. Cortamos un árbol de Navidad e incluso salió de vacaciones con mi familia a Querétaro.
Me consideraba afortunada. Estaba loca por él. Luis era todo para mí, y aún con lo maltratada que me había dejado lo sucedido en secundaria, seguía pensando en que podíamos estar juntos y estar bien si eso queríamos.
Luego la burbuja se vendría a reventar una vez más.
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Cómo (Me Rompí)eron el Corazón
Não FicçãoHay cosas que preferiría no recordar pero es necesario sacarlas de mi corazón.