De convivencia y empujones

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Hermione Granger siempre se había distinguido por ser una alumna ejemplar, por seguir las normas y sobre todo por amar la lectura; pero en ese momento, sentada en el escritorio con vista a la ventana de su habitación, parecía que todo eso se le había olvidado, con las copias de la lectura de 156 hojas sobre las Cartas de Cortés a los reyes de España frente a ella, la castaña se dedicaba a juguetear con la cadena de plata que cierto rubio le había regalado el día anterior.

"¿Por qué?" era la única pregunta que le rondaba la cabeza, con varias connotaciones, "¿Por qué me regala esto?, ¿Por qué después de años de tratarme como basura, decide hablarme bien?"

Llevaba dos horas tratando de concentrarse en su lectura, pero la vista se le iba a la cadena y al precioso rubí que tenía colgando, fastidiada, decidió volver a meterla en su caja y relegarla a un rincón en su ropero, ya era suficiente que Draco le causara disgustos en Hogwarts como para que también en el mundo muggle hiciera estragos con su mente.

Cuando por fin estaba agarrando un buen ritmo con su lectura, la puerta se abrió dejando entrar a una Pansy visiblemente cansada

-Pfff- la morena se dejó caer sobre la cama. –En serio esto de correr y sudar en el proceso no es para mí.

-¿Día ajetreado?

-Horrible, y todo por levantarme tarde- la chica tenía un brazo sobre los ojos y tenía actitud de no querer moverse nunca más –y hasta que me acostumbre a levantarme yo sola va a seguir así, porque con semejante muggle de compañera no puedo usar un hechizo despertador.

-Podrías usar un despertador, yo uso el del celular- dijo Hermione sin quitar la vista de su lectura

-¿Qué cosa de qué?- Pansy se incorporó, sentándose en la cama y veía a Hermione con la confusión escrita en el rostro.

Hermione volteo a ver a la chica y mentalmente se reprendió.

-Se me olvida que no conoces ciertas cosas- rebusco en el bolsillo de su chaqueta y sacó un rectángulo medianamente largo y muy delgado, de un lado era dorado y del otro liso y brillante como un espejo –esto es un teléfono celular o Smartphone- se fue a sentar a un lado de Pansy y apretó uno de los botones que estaban en el costado, la pantalla se ilumino, mostrando una fotografía inmóvil de la castaña con Harry y Ginny acostados sobre un montón de hojas secas; el dedo de Hermione se empezó a deslizar por el menú y en media hora ya había introducido a Pansy en el mundo de la tecnología muggle.

-¿Dónde puedo conseguir uno de esos?- la mirada de la morena relucía con la ansiedad de obtener algo característico de una niña de cinco años en una juguetería.

-Pues hay un centro comercial cerca del aquí, podemos ir si quieres

Aún no había terminado la frase cuando Pansy ya había agarrado su bolsa y ya estaba con la mano en la puerta.

-¡Pues vamos!

-Puede que cueste algo caro

-El dinero no importa –Salieron del edificio y Hermione paro el primer taxi que vio- en Gringgots nos dieron una tarjeta universal, podemos sacar dinero de cualquier denominación del mundo en donde sea, pero para depósitos, solo en el callejón Diagon.

Tardaron unos quince minutos en llegar a la plaza, y la Gryffindor condujo a la otra chica a la primera concesionaria de teléfonos que vio, Pansy de inmediato entablo una conversación con uno de los encargados para decidir que teléfono se llevaba, aunque no supiera mucho de tecnología muggle, si hay que esa chica sabe hacer, es comprar.

Mientras esperaba a que la Slytherin terminara su compra, de elegir un plan para su teléfono y de firmar todos los papeles que esto conlleva, Hermione se paseaba por la tienda, observando los Gadgets y planteándose comprar unos nuevos audífonos.

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