En respuesta de la señorita C. Lutterell a la señorita M. Lesley
Glenford, a 12 de febrero
Te pido mil disculpas por haberme retrasado tanto en darte las gracias, mi querida Peggy, por tu amable carta, lo cual, créeme, no habría aplazado si cada segundo de mi tiempo de estas últimas cinco semanas no hubiese estado tan completamente ocupado por los arreglos necesarios para la boda de mi hermana como para no dejarme tiempo que dedicarte a ti ni a mí misma. Y ahora lo que más me irrita de todo es que el matrimonio se ha roto y todo mi trabajo se ha echado a perder. Imagínate qué decepción más grande debe de ser para mí el caer en la cuenta de que, tras haber trabajado día y noche para tener preparada la cena de boda a tiempo, tras haber asado suficiente carne de ternera, emparrillado cordero y estofado suficiente caldo como para que les dure a los recién casados toda la luna de miel, me encuentro con la humillación de haber estado asando, emparrillando y estofando la carne y a mí misma para nada. De hecho, mi querida amiga, no recuerdo haber sufrido nunca una ofensa igual que la que sufrí el lunes pasado cuando mi hermana vino corriendo a buscarme a la despensa con la cara tan blanca como la nata montada y me dijo que Henry se había caído del caballo, fracturado el cráneo y, según dijo su cirujano, se encontraba en el más grave peligro. "¡Dios mío! (dije yo) ¿Lo dices en serio? ¿Por qué? En nombre del cielo, ¿qué pasará con todas las viandas? No nos dará tiempo a comerlas mientras estén en buen estado. En todo caso, llamaremos al médico para que nos ayude. Debería ser capaz de arreglármelas con el solomillo yo sola, mi madre se comerá el caldo y el doctor y tú os acabáis el resto". En este momento me callé, al ver a mi pobre hermana caer como sin vida sobre una de las cómodas en las que guardamos nuestra mantelería. Llamé inmediatamente a mi madre y a las criadas y al final conseguimos que volviese en sí; tan pronto como recuperó la conciencia, mostró la determinación de ir, en seguida, a buscar a Henry, y estaba tan absolutamente empeñada en esta idea, que el impedir que la llevase a cabo nos resultó la tarea más difícil del mundo; sin embargo, más a base de fuerza que de súplicas, finalmente la convencimos para que fuese a su habitación; la acostamos en la cama donde continuó durante unas horas sufriendo las más espantosas convulsiones. Mi madre y yo nos quedamos en la habitación con ella y, cuando algún momento de tolerable calma por parte de Eloisa nos lo permitía, nos uníamos en sinceros lamentos por el atroz derroche de nuestras provisiones que este suceso ocasionaría, y elaborábamos algún plan para deshacernos de ellas. Estábamos de acuerdo en que lo mejor que podíamos hacer era empezar a comérnoslas inmediatamente y, por consiguiente, ordenamos que subieran el jamón frío y la carne de ave y al instante iniciamos, con gran entusiasmo, nuestro plan devorador. Habríamos intentado convencer a Louisa de que tomase una alita de pollo, pero no se hubiera dejado persuadir. No obstante, estaba mucho más tranquila de lo que lo había estado antes: las convulsiones que había sufrido habían dado paso a una inconsciencia casi perfecta. Procuramos despertarla por todos los medios de que disponíamos, pero fue en vano. Le hablé de Henry. "Querida Eloisa (le dije), no hay motivo para que llores tanto por una nimiedad como ésta (estaba dispuesta a bromear con el tema a fin de consolarla). Te pediría que no te preocupases. Como ves, a mí no me molesta en absoluto, aunque, después de todo, puede que yo sea quien más sufra por ello, ya que no sólo tengo que comerme todas los platos que ya he aliñado, sino que si Henry se recupera (lo que, en cualquier caso, no es demasiado probable) tendré que aliñar la misma cantidad de nuevo; o si muere (como imagino que ocurrirá), aún tendré que prepararte otra cena cuando te cases con algún otro. Ya ves que, aunque quizá ahora te aflija el pensar en el sufrimiento de Henry, tal vez muera pronto, y de ese modo se acabará su dolor y tú estarás tranquila, mientras que mi problema durará mucho más, ya que, aunque trabaje lo más duro que pueda, estoy segura de que la despensa no se vaciará en menos de dos semanas". De esta manera hice todo lo que estaba en mi mano para consolarla, aunque sin ningún resultado, y cuando al final vi que no parecía escucharme, me callé, y, dejándola a solas con mi madre, me bajé los restos del jamón y el pollo y mandé a William a preguntar qué tal estaba Henry. No esperaban que viviese muchas más horas; murió ese mismo día. Pusimos todo el cuidado que pudimos para suavizarle el triste suceso a Eloisa pero, a pesar de las precauciones, el dolor que le produjo la noticia fue demasiado intenso para su buen juicio y siguió durante varias horas sumida en un fuerte delirio. Todavía se encuentra muy enferma y sus médicos temen mucho que sufra un empeoramiento. Por eso nos estamos preparando para irnos a Bristol, donde se supone que estaremos a lo largo de la próxima semana. Y ahora, mi querida Margaret, déjame hablarte un poco de tus asuntos; en primer lugar, debo decirte que he sido informada confidencialmente de esto: tu padre va a casarse; me siento poco inclinada a creer un rumor tan desagradable, y a su vez no puedo desmentirlo por completo. He escrito para mayor información sobre el asunto a mi amiga Susan Fitzgerald, quien, al encontrarse actualmente en la cuidad, podrá dármela con seguridad. No sé quién es la dama. Creo que la resolución de viajar que ha tomado tu hermano es extremadamente acertada, ya que tal vez pueda contribuir a borrar aquellos desagradables sucesos que tanto le han afligido últimamente.
Me alegra descubrir que, aunque apartadas del mundo, Matilda y tú no estáis aburridas ni infelices; que nunca descubras lo que es estarlo es el deseo de tu sinceramente afectuosa
C.L.
P.D. Acabo de recibir en este instante le respuesta de mi amiga Susan, la cual te adjunto, y de la que sacarás tus propias conclusiones.
La carta adjunta
Mi querida Charlotte:
No podías haber solicitado a nadie mejor que a mí información acerca del rumor del matrimonio de Sir George Lesley. Sir George está efectivamente casado; yo misma estuve presente en la ceremonia, lo cual no te sorprenderá, al firmar esta carta como tu afectuosa
Susan Lesley
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