De la señorita Margaret Lesley a la señorita Charlotte Lutterell
Lesley Castle, a 18 de marzo.
El mismo día en que recibí tu última y amable carta, Matilda recibió una de Sir George, fechada en Edimburgo y en la que nos informaba de que sería él quien tendría el placer de presentarnos a Lady Lesley a la noche siguiente. Esto, como supondrás, nos sorprendió considerablemente, debido, especialmente, a que tu relato acerca de la dama nos dio razones para creer que había pocas posibilidades de que visitara Escocia en un momento en el que Londres debía de ser tan divertido. Sin embargo, como era nuestro deber estar encantadas ante una señal de condescendencia como era la visita de Sir George y Lady Lesley, nos preparábamos para corresponder con una respuesta que expresase la felicidad que experimentábamos ante la expectativa de tal bendición, cuando, afortunadamente, nos acordamos de que, como iban a llegar al castillo la noche siguiente, a mi padre le sería imposible recibirla antes de irse de Edimburgo, y nos contentamos con dejarles que se imaginasen que éramos tan felices como se esperaba que lo fuésemos. Llegaron a las nueve de la noche del día siguiente, acompañados por uno de los hermanos de Lady Lesley. La dama se corresponde a la perfección con la descripción que me mandaste de ella, excepto en que a mí no me resulta tan bonita como tú pareces considerarla. No tiene una cara fea, pero hay algo tan poco majestuoso en su minúscula figura, que hace que parezca un enano insignificante si se la compara con la elegante estatura que tenemos Matilda y yo. Habiendo ahora satisfecho completamente su curiosidad por vernos (la cual debe haber sido inmensa para haber hecho más de cuatrocientas millas), ya empieza a mencionar su vuelta a la ciudad, y nos ha pedido que la acompañemos. No podemos rechazar su petición, puesto que está secundada por las órdenes de nuestro padre, y terciada por las súplicas del señor Fitzgerald, el cual es ciertamente uno de los jóvenes más agradables que he visto nunca. Aún no se ha decidido cuándo nos iremos, pero cuando quiera que sea, está claro que tendremos que llevar a nuestra pequeña Louisa con nosotros. Adiós, mi querida Charlotte, Matilda se une a los mejores deseos, para ti y Eloisa, de la siempre tuya,
M.L.