Ella estaba allí,
En el puerto gris de las montañas,
La mirada rocosa y su semblante marchito,
No eran más bastos que sus deseos,
Ella estaba allí,
Recostada a la ventana de aquel viejo café mientras sus manos friolentas sostenían una taza blanca,
Su traje obscuro de channel cubría su frio,
Su sombrero que guardaba su peinado tosco,
Estaba allí como esperando la vida,
O la muerte, uno nunca sabe,
Su cruce hacia el exterior era impedido por el frio que hacia en el puerto de las montañas y también por aquel lobo hambriento que la veía,
Ella estaba allí,
Recostada a la ventana de aquel viejo café con aquella luz tenue y encerrada,
Nadie entraba, nadie salia,
Esperando un barco que jamás llegaría,
Pues en las montañas ni los aviones se atreven a navegar,
Su corazón se tornaba frágil,
Cada vez que un ave veía pasar.