25. Estar al mando

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 No había sido capaz de hablar con ella. Ganas no le faltaban pero no estaba seguro de querer tener aquella conversación delante de medio Kaupang, con su peor enemigo a la distancia perfecta para enterarse de todos los detalles y con la duda de si aquello era un compromiso real o parte del plan mas descabellado que iba a presenciar en toda su vida. Tampoco estaba demasiado seguro de cómo afrontar la conversación, Aideen tenía una habilidad especial para hacerle dudar de sus propias acciones y que su estómago se convirtiese en un manojo de nervios al mirarla tampoco ayudaba demasiado. Así que agradeció la excusa que le proporcionaba la prudencia para alejarse del bullicio y esperar al amparo de las sombras a que la ocasión se presentase.

El otoño traía vientos cada vez más gélidos y lunas cada vez más brillantes pero lo único que Klaus conseguía hilar en su mente eran las posibles formas en que dirigir una conversación que parecía no llegar. Se apoyó contra la pared del establo, los brazos cruzados, una pierna contra el muro y los ojos fijos en la puerta de la casa comunal y cuando la vio salir no necesitó hacer gesto alguno para lograr atrapar su mirada.

—Es todo un acontecimiento el que has logrado organizar allí dentro —comentó desapasionadamente cuando sus sombras se juntaron.

—Quien lo diría, no eres el único capaz de organizar sorpresas —le sonrió.

Su tono trataba de ser despreocupado pero Klaus era plenamente consciente de que, tras esa máscara de naturalidad, Aideen estaba tratando de dilucidar cómo había decidido tomarse él la noticia. La idea de ser difícil de leer era halagadora y la frustración que eso le suponía a ella consiguió arrancarle la primera sonrisa de la noche.

—Parece que debo darte la enhorabuena —se inclinó levemente hacia ella con un alzado de cejas y su mejor voz de afectada cordialidad—. De todas formas espero que esto no signifique el fin de nuestra relación, Bjorn y tú tenéis que venir a visitarnos ¡Y no te olvides de traer a los niños en cuanto nazcan! Estoy deseando...

—Necesito alejarme de ti—le cortó.

—Vaya. No me había dado cuenta de lo profundamente que te molesto.

—¡No es eso, zopenco! —negó con fastidio—. Necesito ganarme la confianza de Hammar, necesito que sea capaz de escucharme y eso no va a pasar mientras tenga la más mínima impresión de que tú y yo estamos en el mismo bando.

—Así que me "traicionas" con mi mejor amigo para acercarte a él—comprendió—. La idea es decente pero el recurso es terrible, sabes que el odio que Hammar le tiene a Bjorn no dista mucha del que me profesa a mi.

Aideen bufó molesta y le señaló con un dedo acusatorio, haciendo evidente que no se tomaba nada a bien las dudas sobre su capacidad de planificación estratégica. Klaus necesito de toda su fuerza de voluntad para no reír con ganas ante lo irónico del asunto.

—Puede—replicó combativa, dispuesta a defender su plan a toda costa—, pero Bjorn es rey, tiene una posición y unas riquezas de las que tú careces, y quizá deje caer que la idea de liberar a mi hermano como regalo de bodas ha podido pesar mucho en mi decisión de casarme con él.

—Sigo sin ver cómo van a ayudar tus nupcias a que Hammar cometa un error garrafal.

—Eso—se detuvo un instante con la boca abierta antes de cerrarla con fuerza—, no puedo decírtelo, lo echarías todo a perder.

—Asumo que no vas a poner a mi hermana en peligro—se temió lo peor.

—Nada a lo que ella no haya accedido.

—Aideen...

Se masajeó el puente de la nariz y rogó a los dioses por algo de labia y mucha paciencia pero antes de que pudiera siquiera empezar a replicarle se encontró con la mirada de ella quemándole la piel con determinación.

Hiedra y Acero [Serie Incursiones Vikingas #1] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora