Capitulo 2

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Cuando el avión aterrizó, fui directa a la cinta transportadora por la cuál debían de salir mis maletas.

Una vez que ya las tenía todas conmigo, y asegurándome de que ninguna hubiese sufrido ningún daño, me dispuse a coger un carrito para llevar las maletas, porque me negaba en rotundo a tener que transportarlas yo sola.

De pronto noté cómo algo vibraba en mi bolsillo. Cogí el móvil y me lo puse en la oreja.

-¿Mamá?- pregunté al descolgar.

-¡Cariño!- exclamó tan fuerte que me hizo separarme un poco el teléfono de la oreja, debido a que como mínimo me había soltado un tímpano-. ¿Aterrizaste ya? ¿La familia de acogida está ya contigo?

-Pues sí, aterricé ya. Y la famillia de acogida...- me puse a mirar a todos lados, hasta que al final visualicé a las personas que buscaba- la encontré, ¡luego te llamo!

-De acuerdo, cuídate. ¡Y causa buena impresión!

Tras colgarle a mi madre, resoplé y me dirigí con paso pesado hacia la familia que me esperaba un poco más lejos con un cartel en el que ponía Margo escrito con purpurina.

Me quedé mirándolos uno a uno. La chica parecía de mi edad, iba vestida con unos pantalones anchos y una camiseta de unicornio.

«¿Y esta qué tiene, dieciséis o cinco años?- pensé con burla.»

Me fijé en los padres, y me di cuenta que iban vestidos igual de ridículos que su hija.

En serio, cuando digo que el viaje empieza estupendo, es que verdaderamente... Madre mía, menudo mes me espera.

-¡Hola! Tú debes de ser Margo, ¿no es así?- habló animada la chica vestida de payaso.

-Emm, sí...- hablé con un tono bastante resignado.

-¡Estás súper mega fabulosa! Mi nombre es Frieda.

-Ajá, genial- aquello lo dije con un tono indiferente, ya que verdaderamente me daba igual.

«Hasta el nombre es ridículo»

Ver con la familia con la que tendría que pasar este mes, me hacía incluso echar de menos el tener que vivir con el pringado integral que tenía como hermano.

Y ahora que lo pienso...

-Oye Frieda, ¿tienes hermanos?

-¡Sí! Tengo un hermano mayor que yo-respondió, poniendo una cara de asco-. El idio... Quiero decir, él no ha podido venir porque estaba ocupado en casa. ¿Por qué preguntabas?

-No... Por nada en especial.

«¡Genial! Algo bueno tendría que tener esto. Al menos no tendré a un mocoso granuja molestándome todo el rato»

Nada más salir del aeropuerto, vimos una limusina con un hombre vestido de traje que sostenía un cartel con mi nombre.

Vale que a mis padres no les faltaba dinero, ¿pero una limusina?

Los padres de la chica, es decir, de Frieda, le dieron al conductor las instrucciones que debía tomar para llevarnos a nuestro destino. Llegamos a una preciosa casa de campo.

Aquella casa era hermosa, y tenía un grandioso jardín que la rodeaba.

-Ven- me dijo Frieda tomándome del brazo.

Entramos a la casa, y tras subir por unas escaleras, entramos a una habitación que supuse que sería la suya.

Me quedé al ver que su cuarto no era tan ridículo y pequeño como yo pensaba. De tamaño se podría decir que era como el mío o más, y eso ya era decir, porque mi cuarto era enorme.

En un lado de la habitación me di cuenta que se encontraba una pequeña piscina. Al fondo de la estancia había una bonita cama de matrimonio de color rosa.

Lo que más me llamó la atención fue ver el vestidor que tenía, ya que fijándome un poco lo que se encontraba en él, la ropa que había dentro, no se parecía en absoluto a lo que ella llevaba.

-¡Menos mal! Gracias a Dios que ya puedo quitarme esta ropa y no volver a ponérmela jamás- habló de pronto Frieda, y yo me giré a mirarla, con una expresión interrogante en mi rostro-. Menuda vergüenza que debes haber pasado. ¿Quieres un cigarro?

Vi con ojos asustados el paquete de cigarros que me ofrecía, y meneando la cabeza, me repuse y le contesté con la mejor voz que pude.

-No, gracias, yo no fumo.

-Anda, ¿en serio? Vaya... Parecías mucho más rebelde- dijo a la vez que guardaba el paquete en uno de los cajones de su cómoda, no antes sin ponerse uno en su boca.

-No tiene nada que ver con eso. Es que... Mi hermano murió por culpa de fumar tanto.

Noté cómo mis ojos comenzaban a cristalizarse un poco, al recordar a mi hermano mayor y toda la vida y sueños que le quedaban por delante.

Pensar que un estúpido cáncer se lo llevó de aquella forma...

-Anda, no lo sabía... Lo siento- se disculpó mientras que disimuladamente apagaba su cigarro y lo tiraba por la ventana-. Bueno, cambiando un poco de tema. El caso es que íbamos así vestidos porque nos dijo el organizador que eras hippie y que te gustaba estar rodeada de gente con tu estilo.

La miré con una cara de desagrado, y ella rió. Me dijo que probablemente se habrían equivocado de papeles, y que tenía más pinta de rebelde que de hippie.

Me eché un vistazo en uno de los muchos espejos que se encontraban en el vestidor. Mi cabello oscuro con pocas mechas se encontraba un poco despeinado, y mis ojos verde esmeralda estaban un poco apagados debido a la falta de sueño.

Llevaba un crop top, unos pantalones de cuero y unas botas militares.

La verdad, es que visto así, sí que parecía una auténtica rebelde.

-¡Ey, idiota! Abre la puerta- exclamó una voz masculina, al otro lado de la habitación.

-¡Espera un poco miss imbécil!- le gritó ella de vuelta, y pronto se giró hacia mí-. Por cierto, mi verdadero nombre es Bea.

Foto: Ojo de Margo

Alemania, una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora