Capítulo 8

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 – Y es por eso que quiero ir a Irlanda.
– ¿Qué?

Su rostro de estupefacción lo decía todo.
Mi madre, ni en sueños me dejaría ir a Irlanda, era el momento de sacar mi mejor argumento.

– No iré sola, quiero ir contigo, mamá.
– Nunca.
Sonrió y continuó picando vegetales.

¿Esto es algo que no puede discutirse?

No, no. Yo quiero ver a papá y eso es algo que sí se discute.

Pero primero vayamos a unos minutos atrás.
Después de mi milésimo intento fallido de saber el nombre del chico, pensé que quizá, solo quizá tendría algo de éxito con mi madre al contarle sobre la boda de papá, por eso es que esta mañana de miércoles, me acerqué a ella y pensando que contaría con algo de suerte, quise decirle al respecto del viaje de la forma más calmada posible, pero esto no podía continuar así.

– ¿Nunca? ¿Y eso a qué se debe? Porque yo te he estado pidiendo, no, qué digo pidiendo... ROGANDO, mamá, porque me dijes ir a Irlanda a conocer a mi papá y tú siempre me lo has negado. ¿Realmente te crees con el derecho de negarme el ver a mi padre?
Pregunté mientras entrecerraba los ojos sin dejar de mirarla.
– ¿Negarte qué? ¡Siempre te he dicho que él puede venir a verte!
– Esto es diferente ¡Se va a casar!
– ¡Ni siquiera conoces a la persona con la que se va a casar! ¡¿Para qué quieres ir?!
Gritó bastante alterada, como siempre. Yo estaba enojada, no soportaba que se comportara de esa forma siempre que le hablaba de ir a Irlanda, no soportaba que a pesar que le pedí que fuera conmigo, ella se seguía comportando de esta manera.
– No me importa con quien se va a casar, solo quiero apoyarlo ¿entiendes? ¡Es mi papá!
– Un papá que no has visto en 17 años.
– Por TÚ CULPA.
Di medía vuelta y caminé hacia la salida de la casa.
– ¿A dónde crees que vas?
– A tomar aire. ¿Es que ahora me prohibirás respirar también?
Cerré la puerta de un portazo y caminé con las manos cerradas en forma de puños, sin dirección fija. Esto no estaba bien, nada bien. Primero me habían salido las cosas mal intentando conocer más al chico y ahora con mi madre. Yo no quería llegar a este punto, yo no quería que ella se enojara y tampoco quería enojarme y salir así de casa, tampoco quería tener que reprocharle cosas como esas, pero es algo que tenía dentro desde muy pequeña. Muchas veces he intentado pensar como ella he intentar culpar a mi padre... Pero ¿qué caso tiene? Él me ha pedido millones de veces que lo visite y lo ha hecho de la forma más cordial y sé lo difícil que había sido para él vivir acá, sé que no puede venir y dejar su trabajo, su vida y encima tener problemas con la comunicación al momento de llegar acá, el español nunca ha sido su fuerte. Sé que no es fácil para él y que de alguna forma es mil veces más fácil para mí viajar a Irlanda y ser recibida por él. Pero a ella no le importa, a mamá nunca le ha importado.

Sentí un fuerte choque de mi cuerpo con el de alguien más. Era alguien mucho más alto que yo y de complexión masculina.
Levanté la vista con el ceño fruncido aunque estaba dispuesta a disculparme, sabía que era mi culpa, era yo la que caminaba enojada y sin rumbo por la calle.
– Lo sient...
La expresión de mi cara cambió por completo y si pudiese verme a mí misma creería que una pequeña sonrisa se formó en mis labios.
– ¿Sueles chocar con la gente en la calle o es solo porque no te agrado?
Soltó una pequeña risita y me observó con esa sonrisa que embobaría a cualquiera, o al menos a mí sí.
– Eh... Yo...
¡Rayos! Sí que estaba embobada.
– Lo siento, estaba distraída.
Concluí bajando la vista y con un ligero rubor en mis mejillas.
– ¿Estás bien?
Preguntó.
– Algo así... Solo que discutí con mi madre y ahora camino sin rumbo por las calles.
Reí ligeramente.
– ¿Fue grave?
– No realmente...O eso quiero suponer.
– ¿Y si te invito un helado y me cuentas qué sucedió?
¿Era un sueño lo que mis oídos acababan de oír?
¿Él me estaba invitando un helado?
– No puedes negarte, el otro día me invitaste pizza, así estaremos a mano.
Añadió al verme pensativa.
– Está bien, vamos.
Dije, con el corazón casi en la garganta por los nervios.

La heladería estaba a una cuadra, durante el camino a esta no me atreví a levantar la vista para mirarlo y estuve muy asustada por no saber de qué conversar en esos momentos.
– ¿Sabes? Ayer fui a la pizzería con mi amiga y no te vi.
– Es porque estoy realmente ocupado con la universidad y no puedo trabajar hasta que acabe los parciales.
– Ya veo. ¿Qué estudias?
– Diseño gráfico.
– Genial.
– Supongo.
Nos adentramos a la heladería y nos acercamos al mostrador.
– Buenas tardes, bienvenidos a la heladería Sweet. ¿Qué desean?
– Yo quiero un helado de fresa.
– Yo de vainilla con chocolate.
Después de recibir nuestros respectivos helados caminamos hasta una mesa vacía y nos sentamos el uno al frente del otro.
– Ahora sí... Cuéntame lo que sucedió.
– No tienes que oír sino quieres.
– Sino quisiera no preguntaría.
Comió de su helado. Hice lo mismo para no morder mi labio inferior, es que se veía demasiado guapo.
– Ehmm... Es que mi padre se va a casar y le pedí a mi madre que me deje ir pero ella no quiere.
– ¿Por qué no quiere?
– No lo sé.
– Quizás aún ama a tu padre.
– No, no... Es qué...
Solté un suspiro.
– No es que ella lo ame, o al menos no creo que sea eso. Es que ella no quiere que yo viaje.
– Espera... Es que no te entiendo. ¿Viajar a dónde?
– A Irlanda.
– ¿Tú padre vive en Irlanda?
– Sí, es irlandés.
– Uhm...
Pasó una mano por su cabello, algo pensativo.
Eso sí que me hizo verlo malditamente guapo.
– ¿Tu padre es de Irlanda? Eso explica tu hermoso cabello rojo.
¿Hermoso? Gracias. Estaba acostumbrada a que dijeran eso de mi cabello pero... Si lo decía él se sentía diferente. Se sentía especial.
– Gracias...
Un sonrojo de hizo notable en mis mejillas.
– Tus mejillas hacen juego con tu cabello.
Giñó un ojo y mi corazón, si antes quería salirse de mi pecho, ahora definitivamente se iba a salir.
– Pero no hablamos de esto.
Zanjó.
– Dices que tu padre, el cual vive en Irlanda, se va a casar y que quieres ir pero tu madre no te lo permite.
– Sí, algo así... Es que creo que ella teme que me quiera quedar con papá y no con ella.
– ¿Hay posibilidades de que eso pase?
– No. Papá solo habla inglés y créeme que aunque mi inglés es bueno, no me imagino hablando inglés todo el tiempo... Además, extrañaría demasiado a mi madre, ella es la razón principal por la que no me quedaría.
Solté un suspiro y forme un puchero con mis labios, lo cual pareció enternecer al chico que tenía en frente.
– ...Imagino que intentaste dejarle en claro eso.
– Si, incluso le dije que fuera conmigo.
– ¿Y no aceptó?
– Dijo "nunca."
– Es un poco testaruda.
– Demasiado, diría yo.
Sonrió de lado mientras me miraba fijamente.
Mantuvimos la mirada hasta que sentí que mi cara estallaría de vergüenza y bajé el rostro posando mi vida en mi helado.
– Deberías hablar con él y decirle que solucione eso con tu madre. No creo que debas seguir enojándote con ella por esto.
– Tienes razón... Eso haré...
Volví a mirarlo pero esta vez bajé la vista a sus labios, había un tono rosa pálido en ellos, se veían jodidamente apetecibles. Mordí mi labio inferior, quería abalanzarme sobre él y besarlo.
Sin darme cuenta la distancia se hacía corta entre nosotros y deseosa de ese beso me apoyé en la mesa quedando lo suficientemente cerca y permitiendo que él acortara la distancia uniendo nuestros labios en ese deseado beso. Muy diferente al de la otra vez, ahora yo sí era participe de este beso que solo duró unos segundos pero fueron los segundos que más disfruté en aquella heladería. Un ligero sabor a vainilla con chocolate y fresa quedó en mi boca al momento de separarnos y una pequeña sonrisa se formó en los labios de él.
– Entonces no besas tan mal.
– ¿Qué?
– Lo digo por la otra vez.
– ¡Pero si me habías robado un beso! ¿En serio esperabas que te correspondiera?
Me acomodé en mi asiendo cruzándome de brazos.
– Esperaba que salvaras tu dignidad dando un buen beso.
"Ah... Ya entiendo por dónde va esto"
Arqueé una ceja y continué comiendo mi helado.
– Ahora yo he salvado mi dignidad, a diferencia tuya, querido.
Una sonrisa juguetona se formó en mis labios.     

Mientras llueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora