Capítulo 5

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– Lottie. 

Mi madre entró a mi habitación y me movió un poco entre las sabanas para comprobar que estuviera despierta.
– ¿Hum?
Emití un pequeño sonido haciéndole saber que había despertado.
– Hoy tendré que salir, quede en verme con Denisse para arreglar algunas cuestiones del trabajo.
La escuché y saqué mi cabeza de entre las sabanas para observarla con los ojos entrecerrados.
– Está bien. Cuídate.
– Gracias. Escúchame bien, ya casi es hora de almorzar y no me dio tiempo de prepararte algo, cuando se te de por levantarte mira sobre la mesa de la sala, dejé una factura de compra de una pizza. Charlotte, no quiero llegar y encontrarme con que no fuiste a buscar la pizza por flojera.
Empezó a caminar en dirección a la puerta y añadió justo antes de cerrarla.
– Cuando regrese te traigo algo de cenar, cuídate cariño.
Me revolví entre las sabanas, era una mañana bastante fresca. Miré el reloj en la pared que estaba en frente de mi cama; 11:30.
¿Qué digo mañana?
Ya era casi medio día.
Respiré profundo. Había ese típico olor que hay antes de que llueva, me encantaba ese olor. Me acomodé mejor y continué durmiendo.
Cuando "se me dio" por despertar ya eran las 2 p.m. y yo aún aquí acostada.
Me levanté y tomé una ducha. Estuve lista en unos 40 minutos, sí, suelo tardar y mi cabello no ayuda.
Tomé la factura y salí de la casa encaminada hacia la pizzería mientras escuchaba música con mis lindos audífonos blancos que me había enviado mi padre.
Sabía que llovería pronto, había un par de iluminaciones en el cielo que se hacían de vez en cuando anunciando una pronta lluvia, así que aceleré el paso, no quería dañar mis audífonos. Y la verdad es que sí, ahí iba otra vez yo caminando hacia esa pizzería como si nada nunca hubiera pasado.
Caí en cuenta fue cuando estuve en la entrada del lugar.
"Maldición" pensé mientras entraba.
Una amable señora me recibió y me hizo sentarme en una mesa a esperar mi pizza, sabía que no demoraría mucho, el lugar estaba vacío. Coloqué los audífonos sobre la mesa y cerré los ojos rezando por no encontrarme con el chico, pero la verdad nunca he tenido suerte, o eso fue lo que pensé en ese entonces cuando abrí mis ojos y lo vi saliendo de la cocina.
"Maldición" volví a pensar mientras fingí acomodar mi cabello.
– ¡Pero quién tenemos aquí!
Dijo el chico mientras se acercaba a mí.
– ¿Vienes por otro beso?
Mencionó en tono sarcástico.
– ¿Quieres otra bofetada?
Dije en el mismo tono.
– ¡Qué ruda! ¿Te gusta amenazar a la gente?
– ¡Que va! Solo a los acosadores pedófilos enfermos que le roban besos a las colegialas.
– Lo dice la que anda repartiendo bofetadas a diestra y siniestra.
– Solo te he abofeteado a ti.
– Y yo solo te he robado un beso a ti.
Mis mejillas se tornaron color carmesí al instante o quizás tan rojas como mi cabello.
Afuera empezó a llover y ambos dirigimos la vista hacia las afueras del lugar.
– Te conocí mientras llovía.
Dije en forma de susurro.
– Cierto, y no fue un muy buen comienzo que digamos.
Se sentó junto a mí y lo miré de reojo.
– ¿Eso crees?
Pregunté.
– Sí, eso creo. ¿Tú no?
– No.
– ¿Por qué?
– Porque...
Comencé titubeando un poco.
– Si no te hubiera conocido en esa circunstancia... No me...
Bajé la mirada.
¿Qué estaba a punto de decirle?
Traté de corregirlo rápidamente.
– Si no te hubiera conocido en esa circunstancia no me hubieses caído bien.
– ¿A qué te refieres?
Él río levemente.
– A que conocerte así me hizo pensar que podía ver a través de tu alma.
Él quedó en silencio.
Yo levanté la mirada y giré ligeramente mi cabeza para observar su expresión aunque no me sentía capaz de mirarlo fijamente, aun así lo hice y si no lo hubiese hecho no me hubiese perdonado ya que con lo que me encontré fue una imagen que hoy en día sigue conmigo en mi memoria y jamás lo podré olvidar; Él estaba sonrojado y me atrevería a decir que iba a ser una de las pocas veces que lo vería así.
– Aquí está su pizza.
Dijo la voz de la amable señora que mientras sonreía dejó mi pizza en la mesa.
– ¿Quieres algo más?
Preguntó.
– Ahm... Una caja de jugo de manzana, gracias.
La señora tocó el hombro del chico sonriéndole y después se fue.
Me acomodé mejor en mi silla.
– Creo que tendré que comerla aquí porque si la llevo a casa se dañará toda.
– Ciertamente.
Se puso de pie.
– Te dejo, disfruta tu pizza.
– No, espera, espera.
Me apresuré a decir sin darme cuenta.
– No tienes que trabajar ahora ¿cierto? No hay nadie en el lugar a excepción mía y si soy sincera no podré comer todo esto sola...
– Jeh.
Se volvió a sentar pero está vez en frente mío.
– ¿Me estás invitando a comer?
De nuevo esa actitud arrogante.
Pero me hizo sonreír.
– Sí, claro, si quieres.
– Está bien. El cliente siempre tiene la razón.
– Debiste decir eso antes.
Hice un pequeño puchero.
– Lo digo cuando me conviene.
– Se nota.
Cuando ya estuvimos con nuestro jugo servido y la pizza en nuestros respectivos platos empezamos a comer.
– ¿Por qué comes pizza a las 3 de la tarde?
– Porque es mi desayuno y almuerzo.
Dije mientras tomaba un poco de jugo.
– ¿Eh? ¿Y a qué hora te levantas tú, mujer?
– Normalmente a las 8 a.m. me refiero a los días en que hay clase, pero los fines de semana puedo dormir lo que quiera.
– Eso quiere decir que te quedas despierta hasta altas horas de la noche.
– Algo así.
Reí.
– ¿Qué haces?
Arqueó una ceja.
– Anoche vi una serie, por ejemplo.
– ¿Cuál?
– Skins. ¿La conoces?
– Sí, la veía cuando era pequeño por t.v
– ¿A poco eres tan viejo?
Él no pudo evitar reírse y atorarse con su pizza, lo cual hizo que yo riera.
– Digamos que sí.
Concluyó él.
– Claro que no, si a lo mucho tienes 20 años.
Refuté mientras comía mi pizza.
– 22 años.
Corrigió.
– Lo que sea.
Dije rápidamente.
– ¿Lo que sea?
Repitió levantando una ceja
– El cliente siempre tiene la razón.
Dije imitando su voz.
Él soltó una carcajada y yo una sonrisa.
Él es un chico amable con una no muy linda personalidad y una hermosa sonrisa, eso me gusta.
– ¿Y tú cuántos años tienes?
– 17.
Limpié un poco el contorno de mi boca con una servilleta ya que había terminado.
– ¿17? Ah, pues sí que soy pedófilo.
Sonrojo en mis mejillas, ¿pueden no aparecer ahora?
Mis deseos fueron en vano al igual que la idea de querer contrarrestar su comentario con algo mejor.
– No me digas que te sonrojaste, pequeña.
"¿Pequeña? ¿Me estaba diciendo pequeña?"
Fruncí el ceño y noté su sonrisa burlona.
– ¿Y ahora te enojaste? Si que resulta divertido jugar contigo.
Se puso de pie.
– Tengo que volver a trabajar, ya ha dejado de llover y en un rato esto se llena.
Movió su mano en forma de despedida.
"¿Qué carajos?"
– Espera.
Saqué algo de dinero para pagar el jugo ya que lo único que mi madre había dejado pago era la pizza.
– Déjalo así, yo pago eso.
Lo observé alejarse.
Ahora sí; ¿Qué carajos? ¿Jugar conmigo? Si, claro... ¡¿De qué iba este?! Me trata como una niña.
Solté un suspiro y salí a las afueras del lugar, ciertamente había dejado de llover, se podía sentir el ambiente sombrío que queda después de la lluvia.
Eso me gustaba. De hecho me gustan muchas cosas de mi entorno, se puede decir que estoy bastante complacida con la vida que llevo.
Llegué a casa y me dejé caer en el sofá.
Vi la hora en mi celular; 4:20 p.m.
Pensé en llamar a Wendy y contarle lo sucedido hoy, pero luego pensé que sería mejor dejarlo para el lunes, ver su cara no tendrá precio, sería divertido saber que dirá cuando sepa que estuve compartiendo una pizza con el chico de las pizzas.
¿Chico de las pizzas?
Qué raro suena eso.
Y es aún más raro que yo no supiera su nombre luego de haber comido con él.
Definitivamente no tengo remedio.


Mientras llueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora