CAPITULO 9

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CAMILA CABELLO.


  ―¡Karla Camila Cabello Estrabao! ¡Tú, pequeña putita! ―Dinah casi gritó cuando caminamos a través de los pasillos de una de nuestras tiendas de ropa favoritas.  

Era un lunes por la mañana, yo estaba disfrutando de unas horas para mí misma mientras Maddie estaba en preescolar. Dinah tenía el turno de la noche hoy, por lo que ella y yo decidimos que un poco de terapia de compras no estaría mal. Dinah registró el estante de liquidación; su largo cabello rubio estaba tirado al lado en una trenza, ingeniosamente diseñada, que me habría llevado horas para crear. Hoy llevaba un vestido veraniego corto que la hacía parecer como si acabara de bajar de una pista de aterrizaje en París. Dios, odiaba a esta mujer.  

  ―¡Dinah, maldición, cállate! ¡Creo que China te oyó! ―la reprendí.  

  ―¡Noticia de última hora! ¡Probablemente te oyeron gimiendo detrás de ese coche el viernes por la noche!  

Gemí, completamente avergonzada. La empleada de la tienda se vio seriamente tratando de ignorar nuestra conversación, pero podía oír su risa ahogada detrás del estante de ropa que estaba fingiendo ordenar.  

  ―Bueno, hemos terminado de hablar de mí. Hablemos de ti y cómo totalmenteme abandonaste la noche del viernes. Y no me digas que fuiste a algún estúpido cementerio ―le dije, cambiando de tema y sacando su aventura de una noche. Ella abrió la boca y volvió a cerrarla, muda. ¿Qué demonios? Dinah nunca se quedaba sin habla. Nunca. Ella siempre tenía algo que decir acerca de todo. A veces me gustaría que llevara un bozal.  

  ―Fuimos al cementerio. Él está trabajando en la producción de esta película, al parecer, ese es su verdadero amor. Actuar es algo en lo que cayó porque él tiene una cara bonita. Pero eso es todo. Me llevó a casa.  

  ―Eres una mentirosa de mierda, Dinah.  

  ―No lo soy ―dijo. Me di cuenta de que estaba mintiendo por su repentino interés en un vestido ridículamente feo. Había una razón por la que estaba en el estante de liquidación. No había manera de que Dinah quisiera comprarlo. Me estaba evitando.  

  ―Lo eres. 

―¡No lo soy! ―repitió. 

  ―Lo eres ―dije, ahora enojada―. Ah mi Dios. ¿Somos niñas otra vez? ¿Nos hemos reducido a la edad de Maddie ahora?  

Ella me miró, tratando de dar su mejor cara de póquer. El problema era que Dinah no tenía una cara de póquer. Normalmente era un libro abierto, dispuesto a decirle a todos prácticamente cualquier cosa. A veces me preguntaba si su piel gruesa venía de ser criada por un padre alcohólico, pero ella siempre lo ignoró y dijo que era la forma en que Dios la hizo.

―¿Me quieres decir que dejaste un bar con una celebridad de Hollywood, que es más caliente que la mierda, por cierto, si le dices a Lauren que dije eso, te voy a matar; y no dormiste con él? ¡Eso es como tu sueño hecho realidad! ―Me enfrenté a ella.  

  ―¡Está bien, está bien! ¡Sí, me acosté con él! ―espetó, antes de que nos empujara a un vestidor y cerrara la puerta con un resoplido―. Y fue increíble. Al igual que en cinco ocasiones increíbles, ¿de acuerdo? ¿He estado teniendo sexo con vibradores durante tanto tiempo que me había olvidado lo que es un hombre real...y éste? ¡Mierda! Era como un medallista de oro olímpico de orgasmos.  

  ―Entonces, ¿por qué no me quieres decir? ―le pregunté, todavía preguntándome por qué nos quedábamos en el vestidor. Si estábamos en él, por lo menos iba a tratar de probarme los vestidos que escogí.  

WHEN YOU'RE READYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora