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Año 1900. Narra Austin Bay.
Se abre la puerta de la clínica y veo a una señora de unos cincuenta años acompañando a un hombre de una edad similar, pero con apariencia de enfermo. Los dos parecen de una buena posición social, pues los trajes que visten son lujosos y de buena calidad de tela.
Avanzan desde el corredor hasta llegar a la recepción donde Clarie les atiende y los lleva a una sala contigua.Echo la vista a la sala y hay varias personas en grupos de dos o tres sentados, esperando a oír su nombre, algunos con pijamas azul oscuro, otros con trajes de satín o vestidos de seda y sombreros de ala ancha. Las paredes blancas y frías resaltan las pieles blancas de los enfermos, y también se ve el trasiego de movimiento entre las enfermeras y los doctores.
- ¡Doctor Bay! ¡Le necesitamos en la sala 15! ¡Dese prisa, por favor!- se escucha una voz femenina desde una de las múltiples habitaciones del pasillo blanco.
Llego a la habitación y veo a un señor en la cama tendido con la manta echada por encima, una señora en sus cuarenta al lado de él, sentada y una enfermera con una libreta a los pies de la cama.
- ¡Doctor!- la señora se levanta, me da la mano y se vuelve a sentar.
- Señor Clifford, ¿cómo se encuentra? Mejora su cadera, ¿verdad? El tratamiento que tenemos aquí es uno de los mejores del país.- le digo con una sonrisa y le echo un vistazo a su cadera.
- Está mejor, ¿verdad?- la señora sonríe con los ojos y mira al señor, que es su marido con cariño.
- Ha cicatrizado por completo. Lo más probable es que le demos el alta hoy mismo. Señor Clifford, no tendrá que preocuparse más por su cadera, pero tendrá que venir cada semana hasta cumplir un mes para la revisión.- le digo sin dejar de sonreír. Los dos se abrazan y salgo del dormitorio.
Una hora después de atender a pacientes, mi turno se ha acabado y es hora de llegar a casa.
Sin embargo, siempre que vuelvo a casa me pongo melancólico, pues miro al puerto, a los barcos que vienen de Europa, por si algún día, por casualidad, viene alguien que conozco. Por si algún día, se presenta aquí. Ella... Sí... Aún la espero. Ella dijo que vendría, que me esperaría y que seríamos felices. Pero llevo tres años esperándola, y yo la creo... La creía... Aunque, ya debería de ir haciéndome la idea de que las fantasías, son sólo eso, fantasías... Y que en la vida, no siempre podemos hacer lo que queremos, sino lo que el destino depara... Siempre la querré de todas formas, y siempre tendré una parte de mí que tenga la esperanza de que venga.Narra Lilibeth Bathor.
Hace ya cinco meses del entierro de William, y lo he decidido. Realmente lo decidí antes, pero no me sentía con fuerzas de despegarme de él y dejarlo sólo. Pero sé que estará bien, y que será feliz allá donde esté, porque antes de quedarse inmóvil, cuando todavía podía hablar me dijo que cumpliera mis sueños, que hiciera lo que deseara y que fuera feliz, con quién me hiciera feliz. Y sé a lo que se refería porque yo misma se lo conté, además, quería terminar lo que me quedaba de la carrera, y estar doctorada en literatura y lengua inglesa. Todavía recuerdo mi día de graduación con orgullo...
Así que me dirijo al puerto, un poco apurada y escucho la bocina del barco, entonces corro y me adentro en él. Una vez dentro veo en la parte alta del barco a gente de postín hablando, asomándose a ver el mar y la lejanía de la tierra y otros charlando e incluso tomando una copa. Por otro lado, en la parte baja del barco hay maletas apiladas, cajas y paquetes junto a personas sentadas y de pie con abrigos poco cálidos, moños desechos y maletas con el cuero desconchado. Me paro a comparar la triste situación y para no decepcionarme a mí misma me quedo en el centro, fingiendo revisar el pasaporte.
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Sigue tu instinto [ Parte II]
Historical FictionDespués de muchos años de soledad y tristeza, Lili decide cumplir su promesa y viaja a Brooklyn, con el fin de encontrar la felicidad. Pero lo que encuentra allí no era algo que entraba en sus planes. Compromisos, llantos y dramas aguardan la secuel...