OCHO

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—¡Lo siento! —Exclamo la señorita de ojos negros azabaches clavando sus uñas en mi cuello.

—¡No te preocupes! —Exclame con un poco de dolor, ella quiso quitar rápidamente sus manos de mi cuello al ver mi expresión de dolor pero no la deje. —Deja los ahí que yo te enseñare a colocarte el arnés.

Primero levanto una pierna y metí delicadamente el arnés y luego la otra imitando mi anterior movimiento, subí hasta llegar a sus caderas y me volví a encontrar con sus ojos, era demasiado hermosa para ser cierto, no dude en preguntarle cual era su nombre.

—Jenna. —Respondió algo tímida.

—Me gusta, no es un nombre común.

Ajuste sus cintas de las piernas y luego de la cintura para que estas no queden flojas y no se le salga tan fácilmente.

—No te estoy lastimando, ¿verdad?

—No mucho, pero creo que es para mi seguridad.

—Si, exactamente, ¿es la primera vez que haces esto? —Pregunté.

—¿Esto de abrazarme a un extraño? —Me respondió con otra pregunta, mirando fijamente mis ojos.

Sonreí a medias.

—Esto de hacer Rapell.

—Ah, perdón me perdí.

—No te preocupes, yo siempre hago preguntas en doble sentido y pues muy pocos son los que me captan.

—Sonara tonto pero yo siempre veo las cosas en doble sentido.

Sonrió, mostrándome sus blancos y perfectos dientes.

—Entonces ya nos vamos entendiendo, Señorita...

—Miocuore, Jenna Miocuore, ese es mi nombre completo. —Me miro directo a los ojos y respondió a mi pregunta mental. —Si, lo se es un nombre raro, todos me lo dicen.

—En realidad, ¿estaba pensando en si sabes el significado de tu apellido?

—No, nunca lo había pensado.

Solo sonreí.

—No nos salgamos del tema, ¿habías hecho Rapel alguna vez?

—No, jamas.

—Esta bien, trata de mantenerte a mi lado y presta atención a todo lo que se te diga que hagas, ¿entendido?

—Entendido.

Le moví la cabeza en señal de afirmación y me dirigí adelante de todo el grupo.

A lo largo de hablar y hablar sobre Rapel y sus diferentes técnicas de hacerlo, sentía que alguien que no me quitaba los ojos de encima, obviamente sabia quien lo hacia pero trataba de no cruzarme con su mirada, aunque a veces fuera inevitable, ya casi acababa de dictar mi parte de las charlas y era el turno de Fher.

—Dale campeón ahora son todos tuyos, destroza los.

Le susurré al oído.

—¿Como va todo hijo? —Me preguntó el Jefe.

—Al parecer todo bien, nadie se ha quejado ni nada, tenemos un buen grupo por aquí.

—Perfecto, hay que mantenerlos así para que ellos mismos traigan mas gente la próxima vacación.

—Claro que si señor, ese es el plan.

...Exactamente ese es el plan, así que saca de tu cabeza esos ojos negros...

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