☪ - Capítulo 8.

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Nathan en multimedia [Theo bebé<3].

CAPÍTULO OCHO

— ¿Qué coño es esto? —gruñó Noah colocándose a mi lado. Mi padre volteó.

— ¡Os dije que os quedarais dentro! —gritó furioso.

—Papá, creo que lo más importante ahora es qué le está pasando a... —Comencé, pero me callé inmediatamente— ¡Oh, Jesús! ¡Se está transformando! —chillé.

— ¡Silencio, Riley! ¿O quieres que se enteren los vecinos también? —me riñó mi madre.

Nathan trataba de hacer que se calmara. Sus ojos estaban de un color azul brillante mientras murmuraba cosas. Lindsay dejó de gritar y, en lo que fueron unos segundos, pude apreciar ante mis ojos la transformación de una mujer-lobo.

Lindsay lloriqueó por última vez antes de parpadear y mirarnos a todos. Era una loba castaña clara entera y sus ojos se iluminaron azules por unos segundos para después tornarse normales nuevamente.

Evité a toda costa la tentación de transformarme porque sabía que mis padres podrían enfadarse —probablemente lo harían—.

—Nathan —llamé a su hermano—, ¿serías tan amable de explicar qué coño acaba de pasar aquí?

—Lo sabes muy bien, Riley —gruñó éste acariciando a su hermana. Rodé los ojos.

Borde.

Lindsay nos miró y, en un gruñido, salió corriendo hacia la carretera, cruzando — ¡sin mirar! — y corriendo hacia lo que sería el bosque, vamos, más obvio no podía estar.

— ¡Lindsay! —grité a la vez que Nathan. Me transformé tan rápido como pude ya que aún seguía doliendo y corrí tras ella.

— ¡Riley! —gritaron mis padres— ¡Esta niña no aprende, joder! —escuché maldecir a mi padre mientras yo seguía el rastro de Lindsay.

No tardé en darme cuenta de que Nathan me seguía. Estuvimos literalmente más de una hora buscándola debido a que la muy perra —nunca mejor dicho— había rodeado miles y miles de árboles para confundirnos.

Gruñí cuando localicé su pelaje en el claro y me acerqué. Me impulsé con las patas traseras para saltar encima suya y noquearla pero Nathan me agarró con fuerza del pescuezo, impidiéndomelo. Le gruñí y me soltó, acercándose él a su hermana. Hizo un movimiento extraño y después cayó desnuda al suelo, inconsciente.

Oh, joder, ¿desde cuándo no se depila las piernas?

Pensamiento estúpido. Olvidad eso.

Me acerqué a ella y Nathan se agachó. Entendí su mensaje. Me agaché por las patas delanteras y metí mi hocico bajo la espalda de Lindsay, levantándola y rápidamente colocando la mitad de su cuerpo en el lomo de su hermano, que estaba tumbado en el suelo. Volteé su cuerpo y tiré de su cabello para colocarla mejor y que no se cayera.

¡Si luego le faltaba algún mechón no fue mi culpa!

Agarré con suavidad su brazo para que no se cayera mientras Nathan se levantaba y comenzábamos a caminar de vuelta a casa.

Oye, pues el pepinos y yo no hacíamos mal equipo.

Lo que me lleva a el pepinos. Le denominé así el día siguiente a que mis padres me contaran sobre los mates. Mi madre trajo pepinos y Nathan los devoró en unos instantes literalmente. Así que se quedó con el pepinos de apodo mientras que yo era la aceitunas. 

¿Estúpido? Puede. ¿Me importaba? Para nada.

Seguimos nuestro rastro hasta salir del bosque y, con cuidado de que no hubiera moros en la costa, corrimos —como pudimos, claro, tened en cuenta que llevábamos a una humana que había comido una hamburguesa hace nada encima— hacia mi casa. En el jardín dejamos a Lindsay, quien enseguida fue tapada con una manta que trajo mi padre. Me escondí tras unos matorrales y me convertí nuevamente. Mi madre me ofreció una manta y obviamente acepté.

Entramos dentro de la casa y nos sentamos en el sofá en manta y todo.

—Así que sois omegas —habló mi padre rascándose el mentón. Maldito hombre con tendencia a hacerse el interesante...

—Sí —murmuró Nathan avergonzado—. Tienen que prometernos algo. Nuestros padres no tienen idea de esto y no queremos que se enteren. Ayudarían mucho guardando el secreto —pidió dirigiéndose a mi madre. ¡Como sabía que ella era la que cedía fácil!

—Podemos ofreceros algo mejor —dijo entonces mi padre. Todos le miramos confuso, incluyendo mi madre—. Permitiré que os unáis a nuestra pequeña manada a cambio de vuestro obvio silencio también —ofreció mi padre. Nathan abrió mucho los ojos y asintió energéticamente estrechando su mano con la de mi padre.

Vaya, yo recién me enteraba de que mi familia era una pequeña manada. Y por la mirada de mi hermano creo que él también.

—Bien, entonces todo arreglado —interrumpí—. Señor pepinos, bienvenido a esta manada de la que ni siquiera sabía su existencia y en la que estoy, pero son las cuatro de la madrugada, mañana hay clase y me gustaría irme a dormir —gruñí levantándome y recalcando que quería irme a dormir.

—Vale, señora aceitunas —dijo burlón.

—Señora no —Rodé los ojos—. Señorita —Sonreí con gracia mientras subía las escaleras. Me coloqué un pijama nuevo y me metí en la cama realmente tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir hace nada.

¿Nathan y Lindsay hombres-lobo? ¡Vaya, eso no me lo esperaba! Además ahora formaban parte de mi manada. ¿Qué rango tendrían? ¿Y yo? Vaya, mañana mi padre iba a hartarse de mis preguntas. Lo único que podía deducir es que él era el Alfa, mamá la Luna, mi hermano el beta... ¿Entonces yo también sería la beta, no? ¿Y Nathan y Lindsay?

Ugh, todo el sistema jerárquico era más que lioso. Decidí dejarlo de lado y centrarme en dormir por una vez, recordándome a mí misma que mañana un despertador iba a sonar a las siete de la mañana para levantarme y que tenía solo tres horas para descansar.


De nuevo no podía mover nada.

Ni siquiera notaba el aire filtrarse por mis fosas nasales; simplemente veía a través de los ojos de otra persona, mi tía Gia según tenía entendido por su pelaje y por los sucesos que ocurrían.

Todo era una continuación al sueño anterior. Un cazador la disparaba con una bala y mi tía caía al suelo convirtiéndose en humana nuevamente. El hombre, burlón, se acercaba y cogía su ciervo. Después le tiraba un trozo a mi tía.

— ¿Qué te pasa, lobita, te has quedado sin garras? —se burló. Maldito. Mi tía no respondió— Contaré esto y me haré viral. ¡Tu secreto y el de los tuyos será descubierto y entonces, solo entonces, mostraré tu cadáver para confirmarlo! —dijo cínico acariciando el cuerpo de mi tía. Me dio asco hasta a mí; no imagino cómo se sintió ella.

El hombre se alejó, dejando a mi tía ahí tirada y sola. De repente era como si el tiempo pasara más lento de lo normal. Era como si me tirara horas y horas en el sueño mirando a la nada y, era entonces cuando me preguntaba, ¿estaba mi tía muerta a estas alturas?

Sin embargo, un sonido en los matorrales hizo que me alterara. La vista de mi tía —y la cual yo no manejaba— se movió hacia allí rápidamente. Unas botas llenos de barro. Fue subiendo su mirada. Unos pantalones anchos y grises llenos de sangre. Una camiseta de manga corta negra.

Y pronto iría su rostro.

Sin embargo el chillido de mi tía hizo que algo dentro de mí explotara.

HAZEL. [W#2] DESCONTINUADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora