I
Paulina apresuró el paso de su nieta, Alexis se detenía adorando cada cosa insignificante de la calle donde transitaban.
No culpaba a la pobre chica. Salía tan poco, no tenía amigos y la gente nunca se prestaba a entablar una conversación con ella.
"Ella es algo extraña".
"Tiene un tono de piel muy pálido y esas enormes ojeras...".
"No sera muy bonita, pero al menos es lista".
"Esa niña es igual a un fantasma. Puede durar horas en la misma habitación que nosotros y ni siquiera te das por enterada".
Las duras criticas de la gente a su alrededor hicieron que su abuela tomará la decisión de mudarse.
Nada había sido igual desde la muerte de su hijo y su esposa. Alexis solía sonreír y ser un poco más sociable, pero desde que ambas se quedaron solas, la chica se cerro en si misma. Dejando ver un aura patética y lamentable a los demás.
Su abuela Paulina la conocía lo suficiente como para saber que todos esos comentarios la herían, no tanto como la perdida sufrida claro.
Pensó que si la alejaba de los lugares que le recordaban su soledad, sonreiría como antes. No solo la chica, si no también Paulina buscaba un respiro de la ausencia de su único hijo.
Jamas fue una mujer cariñosa, cosa que le dificultaba la comunicación con su nieta. Alexis hablaba poco, trataba de pasar desapercibida y cuando no quería ver a nadie se iba a refugiar a cualquier cuarto; podía estar incomunicada hasta por una semana entera.
La mujer buscó mejorar el estilo de vida de ambas. Lo que la llevó a pedirle ayuda a su hermana Hilda. Hilda era la menor de 5 hermanos. Corrió con la suerte de enamorarse de un hombre rico y vive una muy buena vida en Puebla.
Estaba tan decidida a cambiar, que hasta compró una casa haya, donde Hilda vivía. Gastó la herencia de Alexis en una casa para ambas. Pero se la dieron en un mal estado por lo que tuvo que invertir cada centavo de esa herencia en las reparaciones y el mobiliario. Mientras su residencia se convertía en un lugar habitable, le pidió asilo a su hermana menor.
Hilda estaba encantada con la idea de tener bajo su techo a ambas mujeres. Siempre había querido conocer a la hija de su difunto sobrino. Y por supuesto tenderle la mano en estas circunstancias tan desafortunadas, a su hermana Paulina.
Tras un largo vuelo de 10 horas, a la joven le gustó poder estar de pie y caminar. Su abuela le dijo que alguien las estaría esperando en la entrada del aeropuerto.
-Ponte alerta si ves un letrero con nuestros nombres. Hilda dijo que mandaría al chófer por nosotros- miraba con entusiasmo el lugar.
Al principio Alexis no le creyó lo del pariente rico a su abuela. Sin embargo, cuando salieron y efectivamente había un hombre con traje, sujetando un cartel con sus nombres, frente a un auto lujoso.
No le quedo de otra que creerle.
El camino transcurrió en silencio, después del caluroso recibimiento del conductor. Paulina y Alexis viajaban sin decir una palabra en los asientos traseros. Su abuela hacía una lista mental de las cosas que había llevado en las maletas, se aseguraba de no haber olvidado nada. Claro que podía llamar a su vecina en caso de haber dejado algo importante.
Alexis disfrutaba de la brisa fresca de la mañana, mientras veía pasar los edificios y casas. Todo era pequeño y frío en Puebla. Le gustaba.
Lo que más le gustaba era no conocer nada, ni a nadie. Le gustaba las cosas nuevas.
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Es un buen día para llorar.
RomanceMe gusta Tomás, es divertido y parece un cachorrito que siempre necesita cariño. Pero tiene obvios problemas de alcohol y esta esa relación extraña que tiene con su novia. No es como si Héctor fuera una mejor opción. Se la pasa metiéndose con todas...