Quería volver a verte.

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III.

Alexis tuvo uno de los mejores días de su vida, en mucho, mucho tiempo.

Su tía era una mujer de buen gusto, sabía a que lugares ir para dejarlas a ambas (ella y su abuela Paulina) impresionadas, el centro comercial era una belleza y tenía muchas tiendas, con restaurantes de renombre y otros más comerciales, las llevó por lugares famosos con una arquitectura rustica y muy colorida, al estilo único de México.

Con el enorme volcán mostrándose imponente y peligroso a nuestras espaldas, dándonos una cálida bienvenida al la ciudad que parecía proteger.

Tomó fotos de todo lo que para ella era hermoso, el mercado y su gente, yendo y viniendo, las casas de colores brillantes y distintivas te hacían sentir en tiempos viejos; esos donde los hombres andaban a caballo y el amor era protagonista de arrebatos, donde la sociedad era más opresora con la mujer, pero su belleza era tan natural y agraciada.

Todo se veía hermoso y nuevo ante los ojos de Alexis. Su abuela por el contrario, los lugares le hacían sentir nostálgica. Ella, junto con su familia habían crecido en un lugar muy parecido a Cholula, Puebla.

Paulina recordó su amado Valladolid, hoy ya no era como lo recordaba, pero seguía extrañado su tierra, tanto como extrañaba a su esposo.

Después de comprarle, prácticamente todo lo que quiso y la joven le dejó. De llevarlas a comer comida típica de la ciudad y mostrarle un poco de lo que Puebla podía ofrecerles, regresaron a la casa, contentas y satisfechas.

Ya era tarde, al llegar quien los recibió fue la ama de llaves, dándoles la noticia de que Sheila y el señor Raúl ya había llegado y pronto se iba a servir la cena.

Alexis aprovecho el tiempo libre para pasar a su habitación y dejar todo lo que su tía Hilda le regalo y de paso encender su ordenador, tenía una muy buena escena para su novela y después de la cena planeaba dedicarse a escribir.

Cuanta fue su sorpresa, al abrir la puerta encontró a alguien dentro de su cuarto. Se trataba de una mujer joven, cabello largo y rizado, con un vestido negro ajustado y revelador. Toda ella denotaba extravagancia y delicadeza.

Se giro al escuchar la puerta abrirse, sus miradas se encontraron y fue Sheila la primera en romper el hielo.

-¡Oh! La chica del cuadro.

-¡¿Disculpa?

Sheila se acercó le dio un beso en cada mejilla, haciendo sentir incomoda a Alexis. Le ayudó a dejar sus compras en la cama.

-Mi nombre es Sheila, tenía muchas ganas de conocerte. Mamá no habla de otra cosa más que de mi tía Paulina y de ti. Entenderás mi curiosidad.

-Sí, ella también me hablo de ti.

Sheila escaneo de la cabeza a los pies a la nieta de su tía. Su ropa era bastante casual, lejos de su delgada figura no tenía nada destacable. Ojos pequeños y marrones, igual a medias lunas, rostro redondo nariz puntiaguda y boca pequeña, pero con labios carnosos. Hablaba bajo, igual a un zumbido de mosquito, su cabello le recordó al cuento de rapunzel. Era ondulado, desaliñado y rubio, pero de ese tipo que te recuerda a una mazorca.

El silencio no paso desapercibido por la rubia. Era evidente que la pelirroja estaba mirándola y analizándola, eso le hizo desear poder sacarla de su habitación.

-¿Esos círculos oscuros bajo tus ojos son ojeras?- a punto su rostro.

-Sí.-<<Que pregunta más estúpida. No, soy un panda y por eso tengo manchas bajo mis ojos>>.

Es un buen día para llorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora