Por una noche. ¿Puedes tener ojos solo para mi?

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XII.

Patricia y Julio fueron buenas personas.

Todos a su alrededor fueron crueles con ellos, razón por la que Alexis intento ser una buena hija para aquella pareja tan frágil. Ella entiende las preocupaciones de Tomás; alguna vez se sintió como él, intentando tomar las responsabilidades de mantener unida a la familia que amaba.

Así como el intenta proteger y amar a su chica.

Pero hay momentos en la vida, en que tienes que aceptar que por más que tú lo intentes, existen cosas que no dependen de ti. Fue parte del destino que su abuela se quedara viuda, 11 años atrás, era normal que su único hijo, la llevará a la casa a que los cuatro pudieran vivir felices y unidos.

No era su culpa que Paulina siempre hubiese odiado a Patricia por no poder concebir un hijo de Julio. Ella no era culpable de las constantes discusiones o de las agresiones, los gritos y por último del abandono que sufrió por parte de su madre.

La imagen de su padre llorando , con una botella en la mano derecha le revolvió el estomago.

No era su culpa que él renunciara a todo y solo se dedicara a beber y beber, hasta perder la conciencia. Sí ella no era responsable de nada de lo que sucedió, ¿por qué seguía sintiéndose como una asesina?

-Tienes una expresión bastante deprimente, en estos momentos- el sonido de su voz le hizo recordar a ella que no iba sola en ese auto.

-¿Desde hace cuanto me observas?- lo dijo sin voltearse a verlo.

-Desde aquella noche en que te encontré cantando con mi hermano- respondió.

La ciudad era muy diferente durante la noche. Pasaron por varias calles que estaban por completo vacías, dándole ese aspecto de pueblo fantasma. Pero luego giraban en una esquina y la multitud aparecía de nuevo, vestidos con trajes elegantes y prendas cortas, con la música a todo volumen, volvían a desaparecer y esta vez se mostraba un panorama más lúgubre; mujeres con ropa muy corta, evidenciando sus cuerpos tratando de conseguir la atención de los hombres dentro de autos oscuros y de vidrios polarizados. Desapareciendo ellos también.

-¿A dónde vamos?- le pregunto al fin después de pasar el tiempo viendo por la ventana.

- A mi casa.

-Creí que la mansión era tu casa.

-No, esa es la casa familiar. Que de hecho no paso mucho tiempo ahí. Suelo estar más en mi casa que en la mansión- se estacionó por fin- Es aburrido pasar el tiempo con mis papás.

Se sorprendió un poco. Héctor siempre le pareció uno de esos solteros excéntricos que seguro tenía muchos carros, mujeres y cosas caras, costosas, que se la pasaba presumiendo a sus amigos, igual de malditamente adinerados.

Su casa era de las menos llamativas del fraccionamiento a donde la llevo, su color blanco no contrastaba con la de los demás vecinos. Su jardín era pequeño, igual que la cochera y sus macetas.

En cuestión de segundos ya estaban dentro de la casa.

Por dentro ya se parecía más a la casa de un joven soltero y con mucho dinero. Todo era simétrico y encajaba a la perfección en su lugar.

Ella estaba por tomar a siento en uno de los sofás, pero Héctor le dijo que lo siguiera. Y así terminaron en un cuarto, de muebles pequeños y con una silla que le pareció que tenía una forma chistosa. Lo llamativo de el acogedor cuarto era el enorme ventanal que ocupaba casi toda la pared. Daba al centro de la ciudad, se podía identificar con claridad una de las iglesias gigantes por las que pasaron hace unos días, la ciudad era simple, nada parecido a las grandes ciudades, y era ese uno de sus principales atractivos.

Es un buen día para llorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora