He vuelto porque te necesito.

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XIII.

Puede esto sorprender algunos, pero nada sucedió entre Héctor y Alex aquella noche.

Después de que eso le quedara claro al suplicante joven, esta vez la chica sí acepto su oferta de volver a la mansión de la familia Gaméz.

Alex creyó que su negativa ante la oferta de su acompañante ocasionaría una discusión entre ellos, para su sorpresa, Héctor iba a su lado con una sonrisa de oreja a oreja.

-No pensé que el rechazarte, iba a ponerte tan contento- le habló- La primera vez que lo hice no traías esa sonrisa.

-Bueno, que ahora es diferente- se paro en un semáforo- Que antes no me has dejado ni hablar, y te enojaste y te luciste, haciéndote parecer la gran cosa. Pero ahora me has besado y has estado a punto de ceder a lo que te he propuesto.

La rubia se rió.

-Tú juras.

-¡Vamos! Que conozco a las mujeres como la palma de mi mano derecha. Y has estado a punto de decir que sí en esa sala- mantuvo la mirada al frente- Pero esta bien, no tengo ningún problema. Si persevero lograre mi objetivo. Por el momento he logrado que seamos amigos.

A pesar de lo mucho que le divertía la situación, decidió ponerse seria.

-Sabes que quien me gusta es tu hermano.

Se encogió de hombros, restando le importancia.

-Ya ha sucedido antes, no serás la primera chica que cambia de opinión- chasqueo la lengua- Además esta el detalle de que tú y yo, cariño, nos volveremos marido y mujer en el futuro.

-Sobre mi cadáver.

Puso mala cara.

-Lo mio no es la necrofilia, pero si así consigo algo contigo... bueno, puedo hacer una excepción.

Alex lo golpeo en el hombro. Héctor se rió.

-De solo imaginarlo me da arcadas- volvió a golpearlo.

-¡Para! Vas hacer que choque- la empujo con su mano libre.

Entre bromas y empujones, lograron llegar a casa. Era de madrugada ya, Alexis rezaba por que su abuela ya estuviera dormida, prefería que le echara la bronca por la mañana. Fueron muy cuidadosos y sigilosos al entrar.

Nuestros protagonistas estaban por librarla, cuando el despacho de Raúl se abrió y tres figuras aparecieron en escena, arruinando el perfecto escape de la pareja.

Sheila, Raúl y Tomás.

Héctor susurro una palabrota entre dientes. Tomo a Alex y la puso detrás de él. Igual a quien intenta proteger a su amada de un ataque.

El gesto la tomo por sorpresa.

-Fue culpa mía, ella dijo que se sentía mal y yo quería ayudar. No nos dimos cuenta de la hora, por eso...

-Bien, pasen los dos a dentro para hablar con tranquilidad- lo interrumpió su padre.

Igual que dos condenados a cadena perpetua, Héctor avanzo sin soltar a Alex de la mano.

-Héctor...

-Esta bien, déjamelo todo a mí. Voy hacer que salgas librada de está- le guiñó un ojo.

Raúl se quedó parado frente a su pequeña área de licores, Sheila se sentó en la silla del escritorio del empresario y Tom, tomó asiento en el sillón frente a la pareja. Que se quedaron de pie frente a la puerta, junto al librero.

Es un buen día para llorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora