Estaba increíblemente apenado, mis mejillas estaban tan coloradas que yo no podía creerlo, en mi mente pasaron miles de ideas relacionadas con el extraño beso que Takashi y yo nos habíamos dado.
Era un chico muy guapo, lo admito, pero yo se muy bien que por dentro yo no sentía nada por el, y la única razón por la que había echo tal tontería fue simplemente por locura, estaba solo y confundido.
Me negué a aceptar la realidad, creía que era mejor si ocultaba mis emociones. Dejé de asistir a la escuela por miedo a ver de nuevo a Takashi, no quería tener que explicarle lo que había sucedido ese día.
Estaba desconsolado, había perdido mi madre, a mi mejor amigo de toda la vida, me había entregado a un muchacho que siempre me había parecido repugnante, y para variar, cualquier día llegarían a embargar mi casa.
Los ojos se me llenaban de lagrimas- no llores Kazuki, no llores -me decía a mi mismo, pensaba que si una sola lágrima de mis ojos era derramada, me derrumbaría en depresión.