El escape

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Esa noche, Alfred observaba cómo las personas entraban y salían de la casa en la que apenas esa mañana había estado. Cuando se acercó a dar las condolencias a la familia, esta lucía incompleta, destrozada. Un ataúd lleno de recuerdos de la pequeña hija yacía en medio de la sala. Las miradas vacías y sosegadas.



En eso, una conversación llamó su atención.



—¿Y cómo logró escapar? —preguntó una señora a un pastor, que por lo que Alfred pudo escuchar, había ido a recoger el cuerpo.



—¡Créame señora! ¡No fue fácil! Tuve que quedarme muy quieto apenas escuché el cascabel, ya sabe, el que todos...



—Si, si, ¡el de la muerte! Ahora, ¿cómo...?



—A eso es a lo que iba, yo estaba cerca del lago, y pude ver la figura de esa serpiente, ¡era enorme!



—Pero, ¿cómo pudo verla, y salir vivo?



—La vi al otro lado del lago, apenas me notó, ¡comenzó a moverse realmente rápido! ¡Tan rápido que sólo pude notar una mancha cobre serpenteando en el lago!



«¿Cobre?» pensó Alfred, puede que esa persona esté mintiendo o no—después de todo, la serpiente que él capturó es de color verde— lógicamente, eso confirmaría lo que descubrió hace unas horas.



Oh, definitivamente tendría que interrogar a ese hombre.



Alfred se puso de pie, y comenzó a acercarse a la pareja que hablaba. Pero una mano lo detuvo por el hombro.



—Oiga —Alfred volteó ante la interrupción, y la persona abrió los ojos como platos— ¡es usted! ¡Es el cazador! —y comenzó a llamar a todos alrededor.



Pronto, Alfred se vio rodeado de gente con vestimenta negra y miradas curiosas. Le preguntaron si tenía una pista de la serpiente, si ya había acabado con ella, si al fin podrían dejar de tener miedo. Las preguntas iban y venían como proyectiles. Alfred, entonces, se acercó a la familia, les susurró algo, luego, inesperadamente, se subió a una mesa que tenía cerca, comenzando a hablar.



Folks! —todos voltearon a ver, algunos con curiosidad y otros con indignación al ver a alguien llamando la atención de esa manera en un funeral, aun así, Alfred continuó— »No tienen por qué temer más,... —Alfred comenzó a tratar de calmar a las personas que estaban ahí, mostrando su mejor sonrisa y diciéndoles que pronto lograría terminar con aquella pesadilla. Muchos lo miraban con sentimientos mezclados, y comenzaron a preguntar si ya tenía alguna pista, incluso algunos otros se ofrecieron a ir en su búsqueda. —»no es necesario más muertes, arriesgarían sus vidas y la de sus familias; además, estoy cada vez más cerca de terminar con esto, sólo les pido que eviten salir más al bosque, al menos por estos días.



Y así, terminado su improvisado discurso, bajó de la mesa.





...



Luego de interrogar al hombre que encontró en el funeral, y a otras personas más, Alfred pudo confirmar parte de lo que sospechaba, pero aún tenía que reunir más pistas si quería atrapar al verdadero mounstro.



Aunque, a decir verdad, no se trataba de uno, sino de varios, ya que las descripciones que le dieron solían variar un poco, pero ninguna coincidía con el que tenía como prisionero. Era lo más extraño, ya que ningún mounstro se asienta en un lugar si hay otro u otros que se dedican a atacar a personas —ya que «los mountros que prueban una sola vez la sangre humana, nunca dejan de hacerlo»—.Ese tipo de mounstros, por lo general, terminan asesinando al que no es agresivo ya que se vuelven muy territoriales. Es casi una regla.



Entonces «¿qué hacía esa serpiente ahí?» se preguntó Alfred por enésima vez en el día.



Alfred tenía una hipótesis. Y necesitaba confirmarla.





...



Arthur observó el lugar en donde estaba con detenimiento. La habitación era pequeña y, además de la camilla en la que estaba y de la mesa de noche, no había nada más. No había una sola ventana o algún contacto con el exterior, sólo aquellas rejas que conformaban la puerta en donde se encontraba.



Arthur intentó incorporarse muchas veces, cada intento acompañado de un dolor tortuoso en su espina y una fuerte sensación de vértigo. Hasta que, en un último intento, empleó demasiada fuerza al impulsarse que no pudo controlar su cuerpo de dar una voltereta y terminar cayendo boca abajo en el suelo, arrastrando consigo la sábana que lo cubría.



Y pues, ahí estaba. Con el cuerpo totalmente dolorido e incapaz de moverse por ello, por lo menos en unas horas, o tal vez, días. El suelo estaba muy frío y sus manos y cuerpo temblaban sin que él se percatara. El dolor se establecía poco a poco, sintiendo cada órgano acomodarse y los ejes de su cuerpo tensarse contra la fría superficie del suelo. Con el tiempo, todo comenzó a oscurecerse. Los párpados comenzaron a pesarle nuevamente. Eso no era bueno. Sus sentidos otra vez se estaban durmiendo.



Arthur no se había dado cuenta de que alguien había entrado a la habitación, hasta que unas cálidas manos sostuvieron su frente, y luego fue levantado desde los hombros hasta quedar prácticamente abrazando a esa persona. Arthur escondió su nariz en el cuello de ese alguien, aferrándose a la repentina fuente de calor.



La persona, por su parte, tenía a Arthur tomado por la cintura y la espalda. Los sentidos de Arthur comenzaron a despertar...y notó su oportunidad.



Arthur levantó la barbilla, acercando sus labios al cuello de esa persona. Pudo sentir los músculos tensos del cuello, y lamió el que resaltaba diagonalmente hasta su clavícula.



Alfred dio un respingo al sentir cómo la serpiente pasaba su fría lengua sobre su cuello.



—¡Oye! —volteó a mirarlo con reproche, y encontró un par de ojos verdes que lo miraban fijamente. Vio los labios de Arthur moviéndose, su lengua deslizándose mientras pronunciaba palabras que no podía descifrar, palabras que sonaban como un silbido recurrente y dominante. Hipnotizante.



A Arthur no le tomó mucho tiempo esperar a que las pupilas de Alfred se dilaten y la expresión de su rostro se tornase neutra. Antes de que el cuerpo del cazador se laxe completamente, Arthur lanzó su primera orden.



—Continúa sosteniéndome.



Los brazos de Alfred se tensaron más, haciendo que Arthur soltara un gemido de dolor ante el agarre ya-no-tan gentil.



Sin embargo, Arthur sonrió. Ahora ya estaba del lado en el que no le podían hacer daño. Ahora tenía el control.

Mi serpiente favorita [UsUk fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora