El gorrión y el gato

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Solo habían pasado dos días desde que Harry propuso hacerse cargo él mismo del muchacho en el que se había convertido Voldemort, y jamás imaginó que eso implicara comprarle ropa como si fuera un niño y él su niñera. El cabrón no podría haber venido con todo hecho y un pan bajo el brazo...

Y ahí se hallaba el famoso Harry Potter, Salvador del mundo-Jefe de aurores-Niñera de Voldemort, intentando elegir ropa muggle para Voldemort, lo que incluía también: ropa para dormir y, muy a su pesar, ropa interior.

- Los gayumbos de Voldemort – susurró, sosteniendo en sus manos un boxer rojo con el elástico negro – Esto no me puede estar pasando a mí...

Después de quedarse mucho rato mirando los mismos boxer, en la misma sección de ropa íntima para caballero, de la misma tienda, del mismo centro comercial (valga la redundancia), Harry decidió que lo mejor era coger un puñado de aquellos boxers y probar suerte por si le quedaban bien a Voldemort.

En sus planes de venganza no entraban por ningún lado el gastarse la pasta en ropa para Voldemort...

- Cruel destino... Hijo de la gran puta...

Qué remedio.

Harry volvió a San Mungo cargado con bolsas de ropa para Tom. Si eran o no de su gusto le importaba más bien poco, por no decir que le importaba una mierda.

- ¿Es para mi? – preguntó Tom cuando vio a Harry dejar las bolsas frente a su cama.

Harry suspiró y puso los ojos en blanco. Voldemort, por su parte, bajó rápidamente para inspeccionar el contenido de las bolsas con curiosidad mal contenida. Parecía un crío en Navidad.

- No hay nadie más en la habitación, que yo sepa. ¿O escondes a alguien debajo de la cama? – le respondió intentando calmar esas ansias de borrar la sonrisa de Tom a golpes.

Ni siquiera podía tomarse la mordacidad de Harry tal como era. Siempre tenía esa sonrisa para él... Eso de que no recordara nada era una autentica putada para Harry.

- Deja de sonreír y cambiante de ropa ya – instó Harry con severidad.

Voldemort (o Tom, como ahora le gustaba que lo llamaran) sacó rápidamente varias prendas de vestir de una bolsa y miro un poco confuso a Harry.

- Los pantalones están en la bolsa marrón, la ropa interior en la blanca, y las camisetas y chaquetas están en las bolsas de plástico – señaló antes de girarse para darle la poca intimidad que ese cuarto podía proporcionar – El calzado... No tenía tú talla, pero de momento no te hará falta, no pisarás la calle.

- ¿Por qué no? – le preguntó mientras se sacaba la bata del hospital por la cabeza.

"¡Porque eres Voldemort, pedazo de cabrón!"

Harry intentó contener un gruñido de rabia, pero, desgraciadamente, no pudo evitarlo.

- Eres demasiado gruñón para ser tan joven.

Escuchó murmurar a Tom, a lo que se volvió para responder, pero tampoco pudo porque se encontró con la esbelta y pálida espalda del muchacho y no pudo evitar recorrerla con los ojos hasta dónde la espalda perdía su nombre y pasaba a ser un trasero firme y duro, seguido de unas piernas musculadas y fuertes de gemelos marcados.

¿Voldemort habría sido jugador de quidditch en su juventud? Quizá... ¿Guardián o golpeador?

Tom subió por sus piernas el bóxer rojo que Harry había estado mirando y cubrió su intimidad.

"Demasiado ceñido" – pensó el muchacho, notando la redondez de las nalgas de Tom perfectamente delineadas en la tela.

Tom giró sobre los talones dándose la vuelta y empezó a buscar en la bolsa donde estaban los pantalones, sin darse cuenta de la mirada de Harry sobre él. Los pectorales del muchacho se marcaban al hundirse sus brazos dentro de la bolsa, y sus abdominales apenas notorios se tensaban marcándose en la piel conforme se inclinaba.

Una oportunidad para TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora