Una oportunidad para Tom

La siguiente Gran Aventura

Último capítulo!

Cuando despertó, Harry sintió su cuerpo pesado, dolorido y manchado en zonas vergonzosas, pero aun así estaba feliz. No quiso abrir los ojos, en su lugar se abrazó más fuerte al cuerpo de Tom, que yacía a su lado aún dormido, como siempre, babeando la almohada entre suspiros y ronquidos leves. Entrelazó sus piernas con las del muchacho y apoyó su rostro contra el pecho de Tom, pero un relieve irregular sobre la piel de éste llamó su atención. Se obligó a abrir los ojos e intentó enfocar la vista, pero sin la ayuda de las gafas iba a ser misión imposible con aquella luz tenue teñida de verde que entraba por la ventana. Con delicadeza apartó los brazos de Tom de su cuerpo y salió del cobijo cálido de las mantas al frío que en su lugar ofrecía aquella habitación para buscar sus gafas. Éstas fueron a parar al revuelo de ropa que había tirada a los pies de la cama, y por suerte estaban intactas. Una vez con ellas en su poder y colocadas, volvió a la cama y miró con detenimiento esa cicatriz que tanto había llamado su atención entre los pectorales  de Tom. Al igual que la primera vez que la observó, pensó que era como si al muchacho le hubiesen abierto el pecho.

Se tomó la libertad de rozar la cicatriz con la yema de sus dedos, palpando en su piel ese relieve.

- Buenos días – le deseó Tom con la voz enronquecida. El muchacho había despertado a causa del movimiento y la caricia de Harry en su pecho.

- Feliz Navidad – le susurró Harry antes de inclinarse para besar sus labios.

Estuvieron a punto de iniciar una nueva ronda de pasión desmedida cuando el movimiento al otro lado de la puerta llamó su atención. Al parecer, los alumnos habían despertado también.

Se limpiaron a prisa y aún más deprisa se vistieron. Harry volvió a ocultarse bajo la capa antes de salir al pasillo siguiendo a Tom. Muchos de los alumnos que andaban aún adormilados se sorprendieron de ver al inquilino que había ocupado la habitación esa noche. Los cuchicheos no faltaron sobre ese atractivo muchacho del que no tenían constancia, provocando en Tom un sonrojo adorable del que Harry disfrutó en secreto. Pero al salir a la sala común hasta a él lo invadió la vergüenza; los Slytherin presentes comentaban sin pudor los gemidos de placer que escucharon por la noche y que, evidentemente, les había llamado la atención. Gemidos de los que Tom y Harry fueron protagonistas absolutos.

Salieron de la sala común tan avergonzados que Harry prefirió seguir bajo la capa, rememorando en secreto y sin poder evitarlo esas tórridas horas de pasión en las que Tom exploró cada parte de su cuerpo y lo hizo vibrar de las más diferentes maneras por las más simples caricias.

Una vez en el vestíbulo y dispuestos a marcharse a casa, Tom pareció algo reticente e incluso dudoso al respecto.

- Me gustaría volver al despacho – dijo con los labios fruncidos y en queda voz – Quiero decirle a Dumbledore que Myrtle se a ido.

Cierto, desde que salieron de La Cámara de los Secretos estuvieron tan frenéticos que se olvidaron por completo de ese detalle.

Esperaron escondidos hasta que todos, tanto profesores como alumnos hubieron entrado en el Gran Comedor para tomar su correspondiente desayuno. Entonces, intentando ser sigilosos volvieron sobre sus pasos, volviendo a seguir el camino hasta el séptimo piso a sabiendas que esta vez no se encontrarían con McGonagall, la cual, como todos los demás profesores, había entrado para desearles Feliz Navidad a todos y desayunar.

Una vez dentro del muro tras la gárgola, Harry se deshizo de la capa y subieron las escaleras hasta el despacho, al que entraron sin llamar, algo que el director Dipped (el más madrugador, al parecer) no se tomó muy bien: