Sangre Maldita

Trece

Sábado 19 de noviembre.

CAMILA

Amanecía cuándo llegamos al establo. Los caballos estaban acostumbrados a la presencia de los lobos pues siguieron impertérritos mientras Lauren entraba.

No podía dormir, tampoco quería hacerlo. Volvería a soñar con esos ojos, cuando le pregunté a Lauren quien era el lobo que nos observaba me dijo que era su padre. El señor Jauregui era una buena persona, pero en mis sueños su mirada adquiría un dejo de desesperación. Era su mirada, pero no era él en mis sueños.

En algún momento el sueño me ganó la batalla. Tenía frío, ¿Dónde estaba la calidez de Lauren? Aún con los ojos cerrados la busqué. Pero al instante abrí los ojos cuando note que no era una loba ya. Estaba boca abajo, sobre la manta, estaba desnuda. De pronto el frío no fue un problema por que un calor extraño invadió mi cuerpo.

Mi respiración se aceleró, la piel de su espalda era tersa, algunos lunares perdidos por ahí me invitaban a besarla.

-Deberías ver la cara de pervertida que tienes en este momento - Su voz me sobresalto, estaba segura que me había sonrojado como nunca.

-Lo siento. -Me giré rápidamente. Lo único que realmente sentía era no seguir viéndola.

Ella se envolvió el la manta, sin embargo no voltee a verla hasta que me lo pidio.

-¿Qué dirán tus padres cuándo vean que no dormiste en casa?

-¡Qué importa!-Le dije abrazandola. Saber que bajo esa manta estaba desnuda no ayudaba a aplacar el deseo que había surgido en mi.

-¿Qué es lo qué pasa Camz?

-Papá se empeña en que salga con Shawn.

-Shawn- dijo despectiva.

-Es un buen chico, pero ya sabes, hay alguien más.

-¿Así?

-Sí-añadí risueña- es la chica más hermosa del mundo.

Ella me besó.

-No quiero formar parte de los Hijos del Sol.

-¿Sabes que ellos son los que nos retienen aquí?

-No, no lo sabía.

-Pues ahora ya lo sabes. Han existido desde que nuestra maldición empezó.

Una duda surgió de pronto, ¿Sabía Lauren qué una de mis antepasados le había condenado a la maldición?

Era mejor no mencionarlo.

-¿Por qué los retienen?

Me volvió a besar, no quería hablar del tema.

-Yo no quiero formar parte de ellos -Estaba decidida a continuar- Quiero formar parte de la comunidad, de tu manada.

-Eso no se puede hacer-. Su seriedad imponía, pero yo sabía que me estaba mintiendo.

-Es contagioso ¿no?

-¿Cómo lo sabes?-No podía decirle que Taylor me lo había dicho.

-Supongo que es la razón por la que los Hijos del Sol los retienen. -Mentí. Me sentí mal, nunca le había mentido.

-Sí, es la razón principal.

-¿Entonces qué? Me muerde un lobo y seré una de ustedes.

Su carcajada resonó en el establo.

-No funciona así.

Y me beso de nuevo, haciendo que resurgiera en mi el deseo.
El beso que era tranquilo y dulce hacía unos minutos, pronto se torno ávido, seductor, su lengua era hábil y me derretia sentirla. Me pegó más a su cuerpo.