Final

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CAMILA

A principios de la primavera entré oficialmente a los Hijos del Sol. Venían con una marca de por vida y un contrato por mi silencio.

No sabía nada de Lauren.

La extrañaba hasta la depresión.

En un soplo pasó el verano. Y en el otoño era yo extrañandola con desesperación, deseandola con ardor. Soñandola. Me dedicaba a rememorar cada ocasión a su lado. Cerraba los ojos para ver su rostro y sus ojos. Sus expresiones cuando le dedicaba un te quiero. El sonido de su sonrisa hacía eco en mi corazón y me recordaba mi desdicha.

Al principio del invierno hablé con Taylor.

No sabían nada de ella.

Lloré amargamente.

No fue si no hasta mediados de invierno, un año después de su partida que llegó a mis manos la lista con unos nombres tachados.

Al principio no lo comprendí, pero después tuvo sentido. Y llore, por su castigo, por el mío. Lloré porque supe que vivía.

-

NORMANI

-Era el último en la lista. - dije satisfecha. Después de dos años regresaríamos a casa. Estaba ansiosa por ver a mi familia.

La lluvia repiqueteaba en el bosque y levantaban un aroma a tierra mojada que me recordaba al bosque en Pensilvania.

Una cabaña se observaba en la lejanía. Iván era el último desertor.

-Lo haré yo.

Lauren avanzo decidida, sus pasos emitían un sonido quedo que la lluvia cubría.

Él estaba de espaldas cortando leña, aún bajo la lluvia, no vio cuando Lauren sacó la daga del cinto.

Él levantó el hacha y al mismo tiempo que ella levanto la daga, lo rodeo rápidamente con su brazo y la hundió en su pecho hasta la empuñadura. La sangre salía a borbotones de él quién cayó al suelo con una pequeña convulsión. Volteo su cuerpo y sacó la daga de su cuerpo inerte. Diez víctimas, había pagado el saldo impuesto por los Hijos del Sol. Ahora podíamos regresar a casa, a Pensilvania. Con la Manada.

Fuera de peligro me acerque a ella, la intensa lluvia le limpió la sangre de las manos, ella no lo decía, pero las muertes con las que cargaba le había afectado demasiado. Y sobre todo, no tenía a Camila.

-Será mejor descansar en la cabaña Lauren.

Levantó la vista hacia mí, era como si hasta ahora se diera cuenta que no estaba sola. Tenía la mirada perdida, cansada.

-Será lo mejor. -dijo con desgana.

Era mi culpa, no había día que pasara sin reprochármelo. Su infelicidad era mi culpa.

-

Junio

La primavera estaba llegando a su fin, pero aún cubría de hermosas flores el melocotonero al frente de la casa.

Ya distinguía la fachada de la casa, necesitaba una urgente remodelación. No podía evitar la emoción que me embargaba estar de nuevo en Pensilvania, en la comunidad, con mi familia. Y sin que me diera cuenta empecé a avanzar más a prisa, Lauren se quedaba rezagada, caminaba con parsimonia.

Cuando iba llegando, vi a mi madre salir de la casa, algunos cabellos blancos cubrían su cabeza, las preocupaciones la hicieron envejecer con prisa.

De súbito volteo el rostro y me vio, como si supiera que estaba ahí. Y se quedó estática, atónita y empezó a llorar sin poder contenerse. Y corrí a su encuentro y me recibió con los brazos abiertos.

Sangre MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora