12. Paso a paso

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Rin no se arrepentía de sus acciones, pero sí se sentía como una terrible persona. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Tocándose ella misma mientras susurraba el nombre de su hermano como si así pudiera hacerlo aparecer... estaba loca por amar a quien ni siquiera sabía si era capaz de corresponderle.

¿Y qué importaba ahora? Lo hecho, hecho estaba. No podía, ni quería hacer como si nada hubiese ocurrido. Eso sería ser demasiado injusta con ella misma. Sus sentimientos no debían hablarse, pero tampoco podía fingir que no estaban ahí.

Miró a su alrededor. Estaba en la habitación de Len, sobre la silla de Len. Rodeada de sus pertenencias y de su fragancia. Aunque no quisiera lo cierto es que en ese momento se sentía increíblemente sola. Su hermano estaba en quién sabe dónde, con quién sabe qué compañías mientras ella yacía en casa, hecha un manojo de emociones y sensaciones incapaces de revelar.

Nada ganaba compadeciéndose de sí misma.

Pese a que las piernas le flaqueaban se levantó de la silla y avanzó hacia la salida lentamente. Estaba pegajosa, se sentía incómoda y un buen baño era lo que necesitaba.

Antes de salir se aseguró de dejar la envoltura del caramelo en un lugar visible, si su hermano le preguntaba diría que ella lo tomó. ¿Para qué negarlo? Aunque no revelaría más detalles...

Entró al baño y comenzó a frotar su cuerpo con fuerza. Lo más complicado vino después, cuando lo pegajoso del caramelo se volvió una sensación insoportable allá abajo. Poco a poco insertó su dedo para rociar agua con la manguera; la experiencia era algo tan nuevo para ella que no estaba muy segura de cómo debía actuar.

Comenzaba a sentirse bien cuando escuchó el sonido del teléfono por el pasillo.

Tenía muchas cosas en mente y pocas ganas de responder las llamadas, pero quien fuese el que llamaba era verdaderamente insistente. Ya estaba limpia, así que se enredó en una toalla y fue a contestar.

—¡Yo! —dijeron simplemente al otro lado de la línea. No quería, pero la voz era tan familiar que era difícil no adivinar de quién se trataba.

—¿Qué quieres ahora, Mikuo?

—Bueno, es que se siente como si no hubiéramos hablado en un largo tiempo.

—¿De qué hablas? Si acabamos de vernos esta mañana...

—Sí, pero no estuviste conmigo. ¿Lo olvidas?

—No... lo siento, tienes razón. ¿Qué sucede, todo está bien?

—Rin-chan —dijo Mikuo seriamente— ¿Qué has pensado sobre la propuesta que te hice?

—Convertirme en idol, eh —recordó—... Es imposible, no puedo.

—Imposible, dices...

—Sí. I-m-p-o-s-i-b-l-e.

Mikuo guardó silencio. Pensaba en cómo persuadirla.

—¿Puedo saber por qué piensas eso?

Esta vez Rin calló. ¿Por qué decía que era imposible?

—Pues... ser una idol es muy complicado. Tienen conciertos, programas de tv y toda clase de eventos. Siempre están practicando y deben ser increíblemente talentosos, carismáticos y bellos para gustar al público...

—... ¿Eso es todo?

Si era todo, decía —Supongo...

El chico suspiró con alivio —Rin-chan, te diré algo y espero que no lo tomes como una imprudencia de mi parte, ¿ok? —no podía verla, pero habría jurado que del otro lado ella asentía en aprobación— Rin-chan, ¿recuerdas el día que llegaste? Te dejé con Meiko-chin menos de dos horas y cuando te volví a encontrar estabas rodeada por un montón de personas que deseaban conocerte. Y no pienses que ha sido sólo porque eres la hermanita de Kagamine Len, porque si así fuera yo también sería muy popular como el hermano mayor de Hatsune Miku —el chico se carcajeó ante su impopularidad—. Todos ellos se acercaron porque tú eres muy simpática y bonita. Y te aseguro que Meiko, teniendo a cientos de personas talentosas cerca, te eligió a ti para reemplazar a Miki porque sabía que eras la mejor de todos ellos.

Rin se dejó caer sobre una silla del comedor al escucharle hablar. «¿Se dará cuenta de todo lo que me está diciendo?»

—Rin-chan, yo también te pregunto a ti y no a otra de las niñas que viste haciendo audiciones en Sega porque sé que eres mejor que todas, y porque confío en tu talento.

Ella enrojeció hasta los pies. —...¿No soy muy joven para ser idol? —dijo como pretexto final.

—¿Bromeas? Megurine Luka comenzó cuando tenía apenas doce años y Miku se hizo famosa a sus quince. Tienes dieciséis, aunque pareces de catorce; creo que es perfecto comenzar justo ahora.

El silencio reinó en la línea. Mikuo en verdad sentía todo lo que le decía a Rin, pero ella no se animaba a dar el siguiente paso. Nada importaba ya; él debía convencerla a cualquier costo, solo así ambos podrían continuar.

—Rin-chan, escucha por favor —era todo o nada—: hace algunas horas tu hermano vino por Miku. Tú y yo sabemos perfectamente lo que de seguro pasó después y aunque quisiera lo cierto es que no tengo un motivo válido para separarlos. O mejor dicho, no puedo hacerlo solo. Si te quedas en casa esperando a que vuelva, poco a poco irás perdiendo terreno. Len seguirá su camino y seguramente no estés en él; depende de ti si... —Mikuo se detuvo.

Al otro lado podía escuchar levemente el hipar de Rin y cómo se esforzaba por contener el llanto. Era cruel con ella y sus sentimientos; lo sabía, porque todo aquello tuvo que decírselo él mismo en algún momento también.

—Rin-chan, por favor. Date... danos la oportunidad...

—Está bien, Mikuo. Haré lo que haga falta... todo lo que tú me digas mientras esté en mis manos. Sólo... sólo ayúdame a estar junto a él... por favor, es todo lo que quiero... —dijo hecha un mar de lágrimas.

Sabía que Len no pensaba de forma romántica sobre ella, que tenía una novia a la cual quería lo suficiente como para abandonarla en la noche justo después de pasar todo el día juntos. Era consciente de lo limitados que se hallaban sus sentimientos por ser su hermana menor y en algún momento debería enfrentarlo, entonces su relación se haría más fuerte o terminaría por quebrarse. Debía estar dispuesta a crear tantos momentos maravillosos como fuera posible, antes de que Len la alejara por completo si así lo quería él. Y si para ello necesitaba volverse idol, lo haría sin dudar.

Que nadie se entereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora