14. Asignación

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Como planearon durante el desayuno, Mikuo y Rin fueron a la escuela —él para sus clases y ella para familiarizarse con el edificio— mientras Kiyoteru iba en busca de su buen amigo Shion para hablarle de la nueva súper estrella con quien no podía perder la oportunidad de grabar su nueva canción.

—No te preocupes, Kiyo-chan dijo que lo resolvería. Sólo queda creer en sus palabras y esperar—mikuo hizo una pausa, pensando—. Y si no funciona, yo mismo iré a suplicarle.

Rin no podía evitar sentirse un tanto incómoda con toda la atención que le prestaban. —Dime la verdad, ¿por qué hacen tanto por mí?

—No nos malentiendas, por favor. Si tú tienes éxito, nosotros también lo tendremos; somos un equipo ahora, después de todo.

Qué respuesta. Entonces lo hacían para darse a conocer ellos. En cierta forma la contestación de Mikuo la tenía comprometida, pero también ayudaba a que no se sintiera sola en todo esto embrollo. ¿Y por qué habría de sentirse sola? Kiyoteru y Mikuo no hacían más que apoyarla e impulsar su carrera hacia delante. Otros podrían decir que solo se dejaba llevar por la corriente, y si bien llevaban algo de razón tenían ¿cuál era el problema?

Antes de darse cuenta ambos se hallaban frente a las puertas del Colegio.

—¡¿Ta-tan rápido?

—Estudios Sega, los departamentos y la escuela están todos hechos unos cerca de los otros. Es bastante conveniente, ¿no crees?

Rin asintió. Esa conveniencia de la que hablaba ahora terminaría por explotarles en la cara algún día. —¿Podré ver a Len si permanezco aquí? —la pregunta era más para sí misma, pero por desgracia la había hecho en voz alta. Mikuo la miró con cierto grado de enojo.

—No importa el número de veces que te lo repita, sigues sin creerme.

Ella se sintió un poco culpable, desvió su mirada. —Llevo aquí unos pocos días, pero se siente como si pasara más tiempo contigo que con mi propio hermano.

—Bueno, supongo que sí. Len-kun es un popular idol y novio de Miku Hatsune, mientras que yo aún soy un compositor fracasado que se vale de la popularidad de sus compañeros para que le contraten. Es más sencillo que pases tiempo conmigo, ¿no crees?

Las palabras de Mikuo eran muy duras para consigo mismo, pero por desgracia su nueva amiga no tenía cómo refutarle nada. Sintió la necesidad de ofrecer una disculpa.

—No lo hagas —puso su mano sobre la cabeza de la joven—. No has hecho nada malo.

«El único que sigue cometiendo errores soy yo ¿qué gano haciendo que se compadezca de mí?»

—Ustedes dos, ¿qué creen que hacen a mitad del pasillo, a plena luz del día? —dijo una voz proveniente de atrás.

Mikuo se crispó en ese mismo momento. —¡Sakuragi-sensei!

El mencionado era un hombre en sus cuarenta y tantos años, desaliñado, con barba de unos tres días, un largo cabello negro que ataba con una liga, grandes gafas de armazón negro y bata blanca —¿Y bien?—. preguntó el hombre más por deber que por genuino interés.

«El peor de los profesores que nos podía encontrar.» pensó Mikuo.

—Ella es Kagamine Rin y comenzará a estudiar aquí dentro de poco—dijo presentándola—, Kiyoteru-san fue a Sega para hacer el papeleo y yo la traje aquí para que vea las instalaciones y se vaya adaptando lo más pronto posible.

—¿Kagamine Rin? —repitió el sensei ya con un poco más de entusiasmo. Echó un vistazo a la pequeña rubia encontrando de forma casi inmediata el parecido que guardaba con el chico de la coleta. Luego miró a Mikuo —¿Tú, Hatsune-kun, haciendo de guía turístico? Eso sí que es novedad.

Mikuo apretó los dientes. El hombre le fastidiaba en extremo, aunque no era un mal tipo.

—¿No decían los rumores que ignorabas a tu propia hermanita cuando se presentó en este colegio? No entiendo tu repentino cambio de actitud, ahora.

—¡Eso-¡ —se detuvo, no podía caer en sus provocaciones. Aclaró su garganta y volvió a intentar— Eso fue diferente, no me agradaba la idea de que Miku se volviera idol.

Sakuragi-sensei le miró extrañado. —¿Entonces... es diferente con ella? —dijo refiriéndose a Rin.

El peliverde quitó a la chica de su visión. No tenían por qué continuar hablando con semejante tipo fastidioso, aunque se tratase de un profesor. Tomó a Rin de la muñeca y la animó a que continuaran su camino hasta la oficina del director.

—¡Hey, no corran por los pasillos! —alcanzaron a escuchar antes de alejarse por completo.

—... Lo siento, él era la última persona con la que deseaba que nos topáramos hoy —excusó Mikuo.

Rin le indicó con un ligero movimiento de cabeza que no tenía importancia. —¿Tan malo es ese maestro?

Mikuo suspiró. —No es que sea malo enseñando o como persona... sólo le gusta molestarme porque nos conocemos de antes.

Con aquella declaración las preguntas se hicieron más que las respuestas. Sin embargo, indagar en la vida de los demás era irrespetuoso, por lo que la joven decidió detenerse antes de tocar donde no debía.

Tras presentarla con el director pasaron a la oficina de algunos de sus posibles maestros. Sólo quedaba que le indicaran la clase a la que asistiría —Mikuo, ¿puedo hablarte en privado? Será solo un minuto—. preguntó Hasekura-sensei, encargada de las asignaciones.

Entonces Rin tuvo que salir de la habitación, porque a pesar de que el tema seguramente la involucraba directamente, no era su opinión la que querían. Ella decidió no prestar atención a los pequeños detalles. Todo era nuevo y no conocía a nadie, por lo cual la clase donde quedara daba igual, para el caso. Desde el principio tampoco esperó ser tan afortunada como para estar donde Len. Así pues, mientras los adultos charlaban ella exploraría por allí.

—Tú la trajiste aquí junto con Hayama-kun y como él no está aquí deberé preguntarte a ti: ¿Su madre, padre o por lo menos su hermano saben de todo esto?

Así era Hasekura-sensei, nada se le escapaba. Para su desgracia, Mikuo tampoco era ningún descuidado. —Lo consultamos con su padre el mismo día en que descubrí el talento que escondía la chica.

—¿Y Sakurai Yuki-san? —la madre de Rin.

—Bueno —Mikuo se hizo chiquito sobre su asiento—... lo que ella opine me tiene sin cuidado. —desvió la mirada. Sus palabras no concordaban con sus reacciones.

—¡Mikuo! —le regañó la maestra.

—¿De qué serviría preguntarle? ¡Su respuesta era más que obvia! Además, la custodia de Rin la tiene su padre, no ella.

Ciertamente, con el sello de Kagamine Satoru era más que suficiente para inscribirla, hacer y deshacer cuanto quisieran. Aun así, el futuro pintaba feo y ya no había nada por hacer. —¿Len-kun lo sabe?

El joven sonrió anchamente. —No, los cuatro decidimos darle la sorpresa.

—¡Qué miedo! —dijo la sensei en broma al ver la expresión de su alumno. —¿Y bien? ¿A dónde debo asignarla? —le pasó al ojiverde un montón de papeles con la información de cada clase.

Mikuo los evaluó con cuidado. Quería que Rin estuviera a gusto, pero más que nada deseaba verla centrarse en la meta, sin distracciones. Arrojó los documentos sobre el escritorio y puso su favorito encima de todos los demás.

—Ésta —señaló con su índice el número.

La maestra le miró atentamente. —¿Seguro?

—Sí, las demás parecen traer muchos problemas.

—Bueno, aunque la 1-3 no es mejor —respondió con burla.

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Por cuatro me refiero a Kiyoteru, Mikuo, Rin y el padre de ella.

Gracias por leerme!! 

Que nadie se entereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora