Fugarme del instituto con Lucas había sido la mejor decisión que pude haber tomado. La tarde había pasado volando junto a él, ya estaba oscureciendo, seguramente a mi madre no le haría nada de gracia que hubiera desaparecido todo el día, no quería ni saber que me esperaba detrás de esa puerta, aunque nada podría arruinar este día.
Cuando abrí la puerta me despedí de Lucas con la mano y el arrancó en su moto. Al entrar a la casa todo estaba en completo silencio, parecía no haber nadie allí, fui hasta la cocina, el reloj marcaba las 8:00 pm, abrí la nevera en busca de algo para beber en lo que escuché el llanto de Hayden y salí disparada escaleras arriba.
Al abrir la puerta de su cuarto me encontré con un lloroso y asustado Hayden, sabía cómo se ponía al despertar solo de su siesta. Al verme agrando sus brillantes y lagrimosos ojos verdes e hizo un puchero con su temblorosa boquita. Solo Dios sabía cómo amaba a este niño.
Me acerqué a su cuna y lo tomé en mis brazos, este se acomodó rápidamente y se acurrucó en mi regazo escondiendo su carita en mi cuello.
Ya con el sonoro llanto disipado, me dirigí a la habitación de mi madre la cual encontré totalmente vacía.
-Pero ¿dónde se metió ésta mujer? - dije a Hayden con un tono gracioso que lo hizo reír.
No podía creer que lo hubiera dejado solo, ¿cuánto tiempo llevaba mi bebé así?
Hayden era mi hermano, estaba muy consciente de ello, pero hasta ahora lo más parecido a una madre que había tenido he sido yo, desde el día en que nació fui yo quien se desveló cada noche sus primeros días de vida, quien le dio de comer por primera vez, quien cambió su primer pañal, su primer baño. Por supuesto yo no sabía nada de ser madre, tenía dieciséis, pero hice lo mejor que pude y hasta ahora había salido bastante bien.
Mi pequeño no era un bebé llorón, en realidad nunca había dado mucho problema, solo lloraba cuando tenía hambre y cuando necesitaba un cambio de pañal. ¡Ah! Y por supuesto, si despertaba solo después de una siesta.
Lucas había sido una pieza clave en mis primeros meses de cuidar de Hayden, él tenía dos hermanas menores, sabía qué hacer. No sé qué hubiera sido de mi sin él. Recuerdo que cuando pude traer a Hayden a casa del hospital, Lucas se quedó a dormir aquí durante dos semanas y mi madre no se dio cuenta ni siquiera, a pesar de que el pasaba todo el día en casa, ella no salía de su habitación si no para comer y no le daba importancia alguna a Lucas.
Hayden había nacido prematuro, dos meses antes de su fecha, a mí madre pareció no importarle, una vez que a ella le dieron de alta no fue ni una vez al hospital a verlo, nunca comprenderé que fue lo que pasó con ella, su papel no era más que económico en la vida de Hayden y no entendía que ser humano en el mundo podría contenerse ante la carita y la dulzura de mi bebé. Jamás la entendería, jamás. No tenía perdón.
Sacudí mi cabeza dejando a un lado todos esos agridulces recuerdos y me dispuse a bajar para buscar mi móvil en mi mochila. Cuando llegue hasta la sala rebusqué y rebusqué sin éxito mil veces.
Mierda. Había dejado el móvil en el ático de la casa de Lucas. Mierda y mil veces mierda.
Tomé el teléfono de la cocina y marqué el número de Lucas, este repicó un par de veces y me envió al buzón, una, dos, tres veces. No atendía el celular. Intenté en vano con mi madre, esta tampoco no contestó ninguna de mis llamadas. Demonios, necesitaba mi teléfono.
Nadie contestaba, ni siquiera Sottom. ¿Se habrían puesto de acuerdo acaso? Bufé ante la idea. Necesitaba alguien que me llevara a buscar mi móvil, más no podía dejar solo a Hayden en casa. Como opción desesperada decidí llamar a Connor.
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La puerta
Dla nastolatkówLa vida de una joven adolescente nunca ha sido fácil y April Morgan estaba lejos de ser la excepción. Luego de tener un horrible accidente automovilístico, su vida dio un giro de 360 grados al descubrir que todo en lo que había creído no era real. ...