Capitulo VI

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  Una gran fila de jóvenes esperaba para entrar a un bar cuando un pequeño grupo de chicos quedaron embobados con una chica, piel blanca, pelirroja, de buenas y hermosas curvas, ojos color ambarinos y sus pechos y trasero eran sorprendentemente sexys y encantadores que a los muchachos casi se les caía la baba. Vestía una remera rasgada corta permitiéndole ver el ombligo perforado, una chaqueta de cuero y unos shorts cortos y ajustados que parecían pantys, guantes de motociclistas, joyería con púas y tatuajes en ambas piernas.
La joven se adentro al bar en donde notó al grupo de chicos que no les apartaba la vista, sonrió de forma traviesa y condujo a todo el grupo hacia un callejón sin salida. Ellos la siguieron hasta un callejón sin salida en donde desapareció, la buscaron por todas partes con la mirada menos atrás, que es donde ella se encontraba mirándolos con una sonrisa cínica y sádica relamiéndose los labios.
Sus uñas crecieron, al igual que unos colmillos se asomaron en su boca, de su espalda brotaron unas alas de murciélago, los chicos al verla intentaron huir pero les fue inútil, pues ella les impidió el paso para que no escaparan. En un movimiento rápido se acerco a uno de ellos y le clavo sus garras en el pecho atravesándolo y arrancándole el corazón, cayendo el cuerpo inerte al suelo.
Los demás gritaron horrorizados al ver la forma en la que su amigo fue cruelmente asesinado e intentaron huir, lamentablemente la chica fue mas rápida que ellos y mientras sonreía mostrando los colmillos y en menos de cinco minutos, con todos y cada uno de ellos. Al día siguiente, lo único que encontraron fueron cinco cadáveres, uno sin el corazón, dos sin los ojos y los otros tres sin la lengua, pero los cinco, a ojos de los guerreros, con el símbolo de Satanás.



—Parece que hizo acto de presencia otro de los engendros de Satán—musitó Yako al ver las noticias.
—Y esta, por lo que veo, esta es la mas peligrosa—dijo Kalil—Tendremos que tener cuidado.



La noche volvía estar presente, Kalil y Yako se encontraban en un departamento de la ciudad desde que su casa fue destruida por Alera. Los dos estaban con sus armas en la mano, listos para salir a buscar a la segunda hija de Satanás y la que esperaban que fuese la única.
Recorrieron las calles del pueblo, pero no divisaron a ninguna joven con una esencia demoníaca, solo en cuanto estuvieron a punto de rendirse y regresar, sintieron la presencia de aura oscura. Voltearon y se encontraron cara a cara con una chica, quien no dejaba de verlos con una sonrisa sadica mientras se relamía los labios mas de la cuenta.
Inmediatamente ella huyo al bosque donde ambos guerreros de la luz la siguieron hasta llegar al lago. Alli la joven se detuvo, sacó sus alas y alzó vuelo y rió de forma macabra.



—Con que...¿Ustedes son los insignificantes humanos que le están causando problemas a mi padre e hirieron de gravedad a mi hermanita?—inquirió la chica sin apartar la vista de ambos — Me presento, me llamo Luxure, soy la segunda hija de Satanás.
—¿Segunda? ¿O sea que hay más de dos hijas? ¿Ella no es la última? —preguntó con cierto tono nervioso el guerrero portador de la espada sagrada.
—Sí, somos tres hermanas, esta la mayor de nosotras tres, Samara, pero descuiden, no hará falta su intervención —contestó nuevamente la hija del medio sin dejar de sonreír con malicia — Yo misma me encargare de ustedes angeluchos.



Luxure se lanzó contra ellos con la intención de clavarles las uñas justo en el corazón, sin embargo, no contó con que tanto Kalil como Yako eran más ágiles y rápidos logrando esquivarla En cierto modo, ella esperaba eso ya que estos dos jóvenes no eran simples humanos como los que había matado la noche anterior, pero aun así eso no seria desventaja para ella.
Extendió su mano en la cual apareció una especie de látigo y la azotó de forma rápida y con fuerza logrando derribar a los guerreros logrando tomarlos desprevenidos. Rió mientras lo agitaba sobre su cabeza como si de un lazo se tratase y otra vez, arrojándolo contra Kalil y Yako logró atrapar y enrollar al portador de la Lanza Mística.
Yako intentaba liberarse pero aquel látigo parecía no ceder ante su fuerza, Luxure lo acerco a el, sonriendo de forma perversa mientras se relamía los labios y pasaba su lengua en la mejilla de Yako haciéndolo sonrojar. Posó una de sus garras en el cuello de este, clavándola apenas y logrando sacarle gotas de sangre de la herida.



—Mmm... —musitó llevando su nariz a la herida para olfatear su sangre — Huele dulce...tan dulce que me excita por completo, es una terrible lástima que te tenga que asesinar.
—¡No te olvides de mi Luxure! —exclamó Kalil apareciendo por detrás de la chica haciéndole un corte en la espalda provocando que esta chillara de dolor y soltara a Yako — ¿Estas bien?
—Si, gracias —agradeció Yako.
—Muy bien, la verdad, me están empezando a fastidiarme demasiado, así que basta de juegos —sentenció Luxure.



Alzó vuelo dejando que la luz de la luna llena la iluminara, de su cabeza emergieron cuernos, sus iris se achicaron, de sus shorts emergió una cola, ahora sus colmillos y dientes crecieron mas volviéndose esta vez mas filosos mientras que sus alas crecían haciéndose mas grandes y su lengua parecía ser la de una serpiente.


—Oh genial, una Súcubo —protestó Yako.
—Creo que preferiría enfrentar a la pequeña Alera —dijo con voz aguda Kalil.


Luxure aterrizó en medio del lago congelado, comenzó a cantar una canción que poco a poco empezó a tomar el control de las mentes de Yako y Kalil, los cuales, sin poder controlar sus cuerpos, se acercaban a ella a paso lento. Ambos seguían conscientes de que la voz de la hija de Satanás los controlaba, pero aun así no lograban recuperar el control de sus cuerpos.
Una estrella de cinco puntas encerrada en un circulo color rojo apareció detrás de la Súcubo, los guerreros al ver esto se aterraron, debían liberarse del control de Luxure rápido o de lo contrario terminarían en el Inframundo donde Satanás fácilmente podría matarlos. En cuanto estuvieron frente a frente a la joven de cabellos pelirrojas, esta confiada dejo de cantar, Yako lo aprovechó para tomar su lanza y atravesarle el estomago.



—¡Ah! Maldito... —gruñó.  

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