Capitulo XI

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  San Miguel Arcángel:
Defiéndenos en la batalla,
Sé nuestro amparo,
Contra las perversidad y asechanzas del demonio.

Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
Y tu príncipe de la milicia celestial,
Arroja al infierno con el divino poder.

A Satanás y a los otros espíritus malignos,
Que andan dispersos por el mundo,
Para la perdición de las almas.

Amén.


De las tinieblas del cielo oscuro, una luz bajaba, el arcángel Miguel descendía del cielo con su espada en la mano y de una sola estocada, elimino a todos los demonios purificándolos. Esto permitió a que Kalil y Yako pudieran intercambiar armas y corrieran hacia las tres hijas de Satanás con la intención de purificarlas.
Las tres lograron zafar del ataque justo a tiempo, mirando con rabia y odio tanto a los Guerreros de la Luz como al Arcángel Miguel. Este se acercó a ambos jóvenes y les toco las heridas, sanándolas en menos de cinco segundos.



―¡Maldita seas Miguel!― vociferó Lucifer.
―Es suficiente Lucifer, ya ríndete, no lograras gobernar el mundo de los vivos―sentenció el arcángel Miguel.
―¡Eso crees tu! ¡Pero esto no ha acabado!―bramó el diablo adentrándose dentro de la grieta junto con sus hijas.



Antes de desaparecer, Samara miró con odio a Kalil, jurando que no solo lo haría pagar el haberla purificado y convertido en una humana, sino que sería ella misma quien lo asesinaría. Tanto Kalil como Yako cayeron al suelo heridos y débiles, mientras que el arcángel Miguel desaparecía, no podían creer que hayan caído tan bajo y no vieron venir esto, pero el que más frustrado estaba era Kalil.
En el inframundo, Lucifer y sus hijas parecían estar todos molestos, su tiempo en la tierra de los vivos estaba por terminar y necesitaban destruir a esos guerreros de la luz antes de ser absorbidos y permanecer en el Infierno otros veinte años. No obstante, aquello no era lo único que le preocupaba al rey de las tinieblas.
Juntos, él y sus hijas, lograron por un momento, desarmar a Los Guerreros de la Luz, sin embargo, estos con tan solo rezarle al Arcángel Miguel, vino en su ayuda y purifico a casi todas sus criaturas de una simple movida. De no haber sido que decidió retirarse, sus hijas hubiesen sido purificadas también, y esta vez las tres y ahí sí, perdería automáticamente la batalla.



―Padre...―lo llamó Luxure y el diablo se giró a verla―He estado revisando la memoria de Samara estos días que se convirtió en humana y he encontrado algo interesante.
―Habla...―ordenó este.
―Al parecer, uno de esos angeluchos, el portador de la espada, durante el tiempo en que Samara fue humana, terminó enamorándose de ella―comentó su hija del medio sonriendo con malicia―Pienso que eso es algo que podríamos usar a nuestro favor.
―Estoy de acuerdo―sonrió también con malicia el señor de las tinieblas― Y es algo que las tres pueden usar a su favor incluso, déjenme ver que puedo conseguir en nuestra biblioteca.



Lo que Luxure le había comentado, había renovado las esperanzas de Satanás de ganar esta guerra, por mucho que esos dos muchachos sean poderosos, aún seguían siendo simples humanos, seres mortales con sentimientos y eso, era algo que usaría a su favor. Si Samara en su faceta humana había logrado enamorar a uno de los guerreros, solo quedaba que una de sus dos hijas restantes, enamorara al otro.
Kalil y Yako se encontraban en su casa, con sus cuerpos llenos de vendajes y banditas en la cara, tomándose un leve y merecido descanso después de la intensa batalla que tuvieron con Satán y sus tres hijas. El silencio que reinaba era profundo y bastante incomodo, además de tenso, el portador de la espada sagrada estaba sumido en sus propios pensamientos, y dichos pensamientos, se centraban en la hija menor del diablo pero en su faceta humana.



-La próxima vez no bajaremos más la guardia, aun si logramos purificar a las tres al mismo tiempo, las mataremos-dijo Yako rompiendo el silencio.
"Matarlas..." pensó algo indeciso y nervioso Kalil.
―¿Estás de acuerdo Kal?―preguntó Yako a lo que su mejor amigo solo respondió con un asentamiento de cabeza.



Habían pasado exactamente cinco días desde que Samara volvió al lado de su padre y sus hermanas, Los Guerreros de la Luz se recuperaron rápidamente y ahora, a cada momento del día, se mantenían alertas. No faltaba mucho para que llegara el gran día en que se terminaría el tiempo de Satán en la Tierra de los Vivos y regresara a las profundidades del Inframundo por otros veinte años.



"Matarlas...no...creo que pueda ser capaz de eso" pensó Kalil.



De pronto, la presencia de magia oscura irrumpió los pensamientos de Kalil, Yako saco su lanza y sin pensárselo corrió en dirección al lago que era de donde provenía la presencia oscura, seguido de un no tan seguro de sí mismo Kalil. En cuanto llegaron, como lo supusieron, sobre el lago congelado estaban las tres hijas de Satánas esperándolos con una sonrisa maliciosa.
Yako no lo dudó ni un segundo en lanzarse sobre ellas, Luxure y Alera bloquearon su ataque, mientras que Samara lentamente se acercaba a Kalil con una sonrisa maliciosa. Este estaba nervioso, pero no dejaría que la primogénita de Lucifer lo notara y se lanzó a atacarla.



―Kalil...―musitó Samara cambiando repentinamente a su apariencia humana y con su linda y bella sonrisa.
―¡¿Eh!?―chilló Kalil deteniéndose petrificado.
―Iluso...―masculló la mayor de las tres volviendo a su forma original y con sus garras clavándoselas en su estómago logrando que chillara de dolor.
―¡Kalil! ¡¿Por un cuerno que crees que estás haciendo!?―vociferó Yako yendo a ayudarlo.
―Oh no lo harás...―intervino Lux inmovilizándolo con su cola.



Luxure tomo a Yako y lo comenzó a agitar en el cielo estrellándolo con todos y cada uno de los árboles que se encontraban allí y finalmente, contra el hielo del lago congelado logrando hacer que soltara su lanza. Esto, Alera lo aprovecho para hacer crecer su peluche para que le trajera la lanza, no obstante, en cuanto Luki toco la lanza, recibió una descarga que lo volvió a su forma de peluche.
Yako intento recuperar su arma pero la hija del medio se interpuso cambiando de forma: sus cabellos largos y lacios color pelirrojos ahora eran un poco más cortos, ondulados, su piel tenía más color y sus ojos eran de un bello color ámbar más brillantes y claros. Ante tal cambio, Yako quedo sorprendido y shockeado por unos minutos, los suficientes como para que Lux lo atravesará con su cola.



—A pesar de tener poderes sagrados...―rió Lux volviendo a su forma normal― Sigues siendo un despreciable humano.
―Desgraciada...―musitó débil Yako agarrándose la herida mientras intentaba detener el sangrado.
―Este es tu fin guerrerucho, el tuyo y el de tu amigo―sentenció con una sonrisa sádica.  

Heaven and HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora