☆ Capítulo 15. Culpable.

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Habían pasado ya dos horas desde su encuentro con Esmeralda y la rabia aún no bajaba de su cabeza. Podía sentir cómo su sangre seguía hirviendo mientras su mente creaba el mejor plan de venganza. Estaba dando vueltas por la habitación como solía hacer cuando pensaba mucho o trataba de memorizar algo. Mientras tanto, Alex disfrutaba de la función sentado en el piso.

—Te ves muy graciosa —le dijo.

—Cállate, niño —le regañó como si de verdad se tratara de un niño pequeño. Alex rió.

—Es en serio, no te miento. Estás muy roja y te ves rara —sonrió—. Y bien, ¿me dirás el plan?

—Sigo ingeniándolo.

—Bien —dijo y después de unos segundos de silencio, volvió a hablar— Creo que esto te servirá de ayuda —se levantó—: cuando obtengas su confesión, todas las pistas que no encontramos, aparecerán; todos los documentos que no estaban en la comisaría, encontrarán las placas que desaparecieron y todo eso, incluso tus amigos pueden llegar a saber la verdad.

—Perfecto —le respondió mordiendo una de sus uñas. De repente, su cabeza había unido todas las piezas y tenía ideado el plan perfecto—.¡Vamos!

—¿Tan rápido?

—¿Qué te puedo decir? Cuando estoy molesta mi mente es mi mejor aliada.

—Excelente... —dijo con una sonrisa malvada. Alex quería vengarse tanto como ella— ¿y qué haremos?

—Iremos a casa de Esmeralda. Conseguiré su confesión así tenga que ocasionarle un infarto.

—¿Planeas asustarla?

—Mucho mejor que eso.

●•●•●•●•●•●•●•●

Llegaron a la casa de Esmeralda, una casa enorme que tenía un hermoso jardín delantero y paredes pintadas de blanco. Alba había ido una par de veces y realmente admiraba la estructura que tenía el hogar de Esmeralda y aún así, ¿la que tenía envidia era ella? Cualquier persona cuerda quisiera tener una casa así. Pero claro, casi lo olvidaba, la pelirroja estaba loca.

Alex y Alba entraron. No se escuchaba nada, el silencio inundaba los cuartos dando una impresión de soledad. Un ruido proveniente del piso de arriba canceló esa idea.

Esmeralda estaba en casa, en su habitación. Le di una mirada cómplice a Alex y ambos subieron las escaleras.

Ambos entraron a su habitación y la encontraron en su cama vistiendo pijama con su teléfono en su mano de lo más normal, como si no hubiera hecho nada malo, como si no hubiese querido lastimar a otra persona.

Sólo verle la cara le bastó a la morena para que la rabia corriera nuevamente a través de sus venas. Deslizó sus manos por el escritorio de la pelirroja, tirando todo lo que se encontraba encima. Alex y, obviamente Esmeralda, se asustaron.

—Te juro que si estuviera en el lugar de Esmeralda ya me hubiera infartado —sonrió, logrando que Alba sonriera también.

—No me desconcentres —le dijo.

Esmeralda se paró inmediatamente de su cama y se acercó al escritorio.

—¿Pero qué de...

Antes de que pudiera terminar su frase, Alba tomó uno de los marcadores de pizarra que se encontraban en el suelo y escribió en letra cursiva: "Tú lo has hecho, ¿cierto?"

Esmeralda pegó un grito y trató de salir, pero la castaña fue más rápida y cerró la puerta antes de que lo lograra.

—¿Tú lo hiciste? —preguntó con la voz rota. Eso solía pasarle cuando estaba muy enojada pero no quería atreverse a llorar. No era el momento adecuado, debía ser fuerte, debía obtener lo que fue a buscar: su confesión. Con la rabia inyectada por todo su ser, gritó— ¿¡Lo hiciste!? ¡Dilo!

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