☆ Epílogo.

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Alex y Alba estaban sentados en una cafetería. La morena había terminado el primer año de su carrera y, aunque nunca llegó a recordar de dónde conocía a Alex, se sentía feliz de poder estar con él.

Decidieron salir a festejar el inicio de las vacaciones. Estaban hablando y riendo de cosas triviales.

—Y, ¿qué quieres hacer estas vacaciones?

—No sé... ir a la playa, ir al cine...

—Me gusta la forma en la que piensas —le dijo.

—Lo sé.

Una camarera un poco alborotada llegó para tomar sus pedidos. Ella era rubia y tenía un aire algo gótico. Alba leyó su nombre en el gafete de su uniforme: Mery.

—¿Qué desean ordenar? —les preguntó con una inmensa sonrisa.

—Dos rebanadas de pastel de chocolate, un café y una bebida de chocolate —respondió Alex, mirándola extrañado. Alba, por su parte, tampoco podía despegar la vista de la extraña camarera. Le parecía curiosamente familiar, pero no sabía de dónde.

Mery apuntó su pedido en la libreta y les volvió a sonreír. Alba le devolvió una sonrisa incómoda.

—¡No puedo creer que otra vez estés aquí! —explotó de repente y la abrazó con fuerza, luego se dirigió a Alex— ¡Tú igual! ¡Qué guapo estás! ¡Todos te extrañamos mucho! ¡A ti igual, preciosa! —dijo— Volveré pronto con sus pedidos —anunció y se marchó.

—¿La conoces? —le preguntó Alba a Alex.

—No. Creí que tú la conocías.

Pasaron tres minutos y llegó una camera diferente con el pedido de los chicos en sus manos.

—Disculpe, ¿qué sucedió con la otra chica que nos atendió? —preguntó la morena con su curiosidad característica.

—La única que trabaja aquí en este turno soy yo —respondió la chica.

—Pero...

—Lo sé. Mi jefe me odia, pero bueno, ¡disfruten su comida! —dijo sin ganas.

—Eso fue algo extraño, ¿no lo crees? —le preguntó a Alex cuando se fue la camarera.

—Totalmente. Hasta me dio algo de miedo —rió.

Terminaron de comer y pagaron la cuenta. Cuando iban saliendo de la cafetería, una pequeña niña chocó contra las piernas de la morena y se cayó.

—¡Oh! ¿Estás bien? —la ayudó a levantarse.

—Sí, gracias—dijo con una tierna voz, se levantó y salió corriendo a tomar la mano de su madre.

—¡Espera! ¡Tu muñeca! —Alba tomó la pequeña muñeca de trapo del suelo.

—¡Gracias! —dijo la niña mientras la tomaba— No sé qué hubiera pasado si la perdía—la abrazó. Alba sonrió.

La madre de la niña la llamó desde lejos.

—¡Chloe! —gritó— ¡Ven, pequeña!

—Tengo que irme —le dijo la niña— Gracias —se despidió.

—Adiós —se despidió la morena con su mano, sonriendo sin saber la razón.

—¿Nos vamos? —le preguntó Alex tomándola de la mano.

—Nos vamos.

*****

Editado Dic. 30/2017
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