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—¿Cuándo terminará este cuento de nunca acabar? —masculla cansado el joven Yuri Plisetsky.
Estaba fastidiado de la misma escena de todos los días, a la misma hora en el mismo lugar.
Desde que Yuuri y Victor se habían visto envueltos en un horrible accidente tres meses atrás, justo después del regreso de Victor a la pista de patinaje, la pareja olvidaba por completo lo que habían vivido y lo recordaban cada día. Como Plisetsky dijo, era un cuento de nunca acabar, recordaban, olvidaban, en un segundo se convertían en desconocidos y un instante después eran los amantes más románticos del mundo.
Ninguna clase de enfermedad provocaba esto, era un suceso que parecía ser sacado de una dulce fantasía para crear su cruel realidad. Yuuri y Victor olvidaban incluso su identidad, olvidaban como los buenos y malos momentos, lo olvidaban todo para después recordarlo con la promesa de que sería para siempre.
Las memorias son cálidas una vez están en el interior y es muy fácil despreciarlas con el paso del tiempo, pero también te desgarran al ser olvidadas.
Al final, las personas no somos más que la acumulación de nuestros recuerdos, sin ellos lo perderíamos todo.
