45 // día de helados II

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» harry.



— ¡Harry! Ven aquí.

Con un movimiento de la cabeza, mi jefa me señaló su despacho. Cuando entré, me señaló los horarios en que empezaría la próxima semana, indicándome que hoy -viernes-, al tener más gente mi salario aumentaría un poco más. Era algo justo.

Me estremecí al recordar que efectivamente hoy era viernes. Nuestro día de películas con Louis.

Otra decepción parecida a la anterior se coló en mi pecho. Él ni si quiera se había acordado. Aunque para ser justos, yo tampoco lo había hecho. Pero tenía justificación. Problemas en casa, problemas de alojo, de dinero, de ropa, e incluso problemas sentimentales ocupaban la mayor parte de mi cabeza y el día de películas había pasado desapercibido.

Pero Louis si pudo haberse acordado. Alicia no era justificación suficiente.

— Disculpa... —pausé.

— Miranda. Dime Miranda.

— Miranda. Bueno, lo que pasa es que quería pedirle permiso si tan sólo por ésta vez me dejara dormir en el local.

La mujer que dijo llamarse Miranda frunció el ceño, catalogando mis palabras a la de un demente—. ¿Crees que te dejaría mi local a cargo? ¿Cuándo ni te conozco y podrías robarme?

Negué exasperado—. Entiendo su preocupación. Pero por favor, no tengo un lugar en donde dormir en este momento. Si usted quiere, puede llevarse mi celular haciendole saber que no escaparé o algo. Y si el día de mañana usted encuentra tan sólo un objeto perdido, puede llamar al policía sin problema.

Ella pareció pensarlo, así que mostré mi mejor cara de perro mojado para que se apiadara de mí.

Por favor, por favor, por favor.

Ésta aflojó su mirada, lo que me sorprendió, y me mostró una diminuta sonrisa—. Está bien, Harry. Veré si puedo confiar en ti, pero déjame tu celular ahora —extendió su mano para darle el móvil. Así lo hice—. Muy bien, aquí tienes la llave para salir mañana.

Sonreí satisfecho cogiendo las llaves. No contaban con mi astucia.

Agradecí una última vez, para ir en busca de Louis y avisarle que ya cerrariamos. No había nadie ahí en su mesa. Perplejo, miré para los dos lados. No había señal de vida.

Se habían ido. Sin despedirse o algo.

Solté un suspiro por exagerar las cosas. Obviamente ya tenían que irse. Había pasado como 20 minutos ahí en el despacho. Claramente ellos no iban a esperarme. Quizás, al no encontrarme pensaron que ya no era necesaria alguna despedida. No tenía porqué hacer drama, ¿cierto? Cierto.

Limpié todas y cada una de las mesas, puesto que yo dormiría aquí y sería el último en quedarme. Al ver las pequeñas flores que adornaban las esquinas del local no evité pensar en mamá. Cerré los ojos, apretando la esponja con fuerza al recordar su mirada suplicándome que no me fuera. Pero debía hacerlo, mi orgullo no me permitía estar en el mismo lugar que ese hombre.

Y ella lo había escogido a él, sobre mí.

Dejé de apretar la esponja al ver que ya había terminado mi limpieza. Enterré mi mano en el bolsillo trasero y saqué la perla azulina que había conseguido para Louis. Lo examiné como si sólo existiéramos la perla y yo. ¿Por qué me siento como un completo fracasado?

— ¿Cuando planeabas decírmelo?

Salté del susto al oír su voz a mis espaldas. Ahora si me dio el patatus.

Louis, dame un chicle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora