76 // día de bailes y despedidas IV [final]

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Ese beso...

Oh, vaya.

Ese fue el tipo de beso que te hace saber que nunca habías sido tan feliz en toda tu vida. Ambos lo supieron. Más allá de besarse, era cómo comer cuando has estado hambriento. Era como beber cuando has estado sediento.

Louis pensó que en algún momento explotaría de felicidad.
Harry pensó que en algún momento bailaría de felicidad. Literalmente.

Y aunque ambos desearan que aquel momento fuera eterno, todo tiene su final. Y su beso, no era la excepción.

Y claramente, Louis no tenía palabras que pudieran describir la sensación que había experimentado. Y no lo dudó. Estaba enamorado—. H-Harry...

— Si me vas a regañar, antes tienes que saber que lo mío fue un acto de justicia —acarició su mejilla—. Te robé un beso, pulgarcito. Porque tú llevabas semanas robándome el sueño, suspiros, y la poca coherencia que me quedaba.

— ¿Q-qué? Harry, tú... tú...

— ¿Es que acaso no puedo ser más claro? Me encantas. Juro que me encantas. Me gustas. Me deleitas. Me fascinas. Desde aquella vez en la playa, ¿lo recuerdas? —separándose levemente, sacó algo de su bolsillo y se lo mostró—. Desde que saqué ésta perla para ti. Entonces te comencé a querer, cuando creí no poder querer a alguien.

Louis abrió los ojos sorprendido, tomando la perla en sus manos—. ¿Lo sacaste... para mí?

Sonrió— Por supuesto que si. Porque eres una perla para mí, Louis. Lo eres. Eres como sol y lluvia. Como invierno y verano. Como luz y oscuridad. Como paz y guerra. Tú, pulgarcito, eres tan cambiante y a la vez eres el mismo. Tú eres perfecto. Lo eres aun con tus defectos, con tus virtudes, con tus gestos raros al comer, con tus gustos, con tus dilemas, con todo. Y me gustas de una manera inexplicable, descontrolada y poco lógica. Me gustas cuando ríes, cuando reniegas, cuando te enojas, cuando sonríes. Y más cuando esa sonrisa... —apretó su mejilla suavemente, haciendo que Louis sonriera—. Cuando esa sonrisa es para mí. Me gustas tú físicamente, pero tu personalidad... Tu perla, es lo que me atrapa. ¿Y, sabes? Tenía tanto miedo, pulgarcito. Tanto miedo de perderte, tanto miedo por quererte de esa manera, que no me importaba salir lastimado. Y ahora veo —sonrió emocionado—, y entiendo que todo valió la pena. Estoy tan enamorado de ti, Louis.

Y entonces sin dudarlo, Louis lo abrazó. Lo abrazó con una ternura, que Harry nunca antes había sentido. Y la emoción estaba de sobra.

Cuando se separaron, el castaño le sonrió—. ¿Eso quiere decir que te quedarás?

— Me quedaré contigo. A kilómetros o a centímetros, me quedaré contigo. En ésta y en cualquier vida. Lo haré, Louis.

Louis no sabía si reír por lo tontos que habían sido, o llorar por la emoción que estaba sintiendo en esos momentos—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Sabes cuán asustado estaba? Torturándome yo mismo, pensando que fui él único idiota que se enamoró.

Harry abrió la boca, indignado—. ¿Tú? ¡Él único aquí asustado era yo! Pulgarcito del demonio... haciéndome sufrir estando con la quita-chicles y mira con lo que me sales.

—. ¡Tú también me hacías sufrir con la chica-colores! Así que podemos decir que estamos a mano.

— ¡Oh, por dios! ¿Acabas de admitir que estabas celoso?

— Para el coche. ¡Ya estás cambiando de tema!

— Espera, Louis. Límpiate eso...

— ¿Qué? ¿Qué es?

Louis, dame un chicle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora