¿Me perdonas?
Reece Wood sentía la desesperante necesidad de hablar con ella y aclararle que entre Ariel y él no había absolutamente nada, que sólo había sido un tonto desliz que no volvería a ocurrir. Necesitaba verla y arreglar las cosas con ella. No podía siquiera permanecer tranquilo pensando que ella ahora mismo podría estar incluso llorando por culpa suya. Iba a ir a buscarla en ese mismo instante cuando vio las siluetas de Amy y Hunter abrazados lo que lo detuvo bajo las enormes puertas de cristal, a metros de ellos y viendo cómo él la abrazaba y consolaba. Podía notar cómo los hombros de la muchacha se agitaba, cómo lloraba desconsolada entre los brazos de su nuevo amigo.
Y eso lo enfureció. Se sintió tan enfermo de celos que fácilmente pudo haber ido allí mismo y golpear a Hunter hasta la satisfacción si fuese alguien impulsivo. Pero lo que más le molestó, presionando la mandíbula furioso, fue cruzar la mirada con los ojos oscuros de él, soportar el peso de aquella mirada que no dejaba de recriminarlo a la distancia, bajo los frondosos árboles que se levantaban sobre la pareja. Lo acusaba y odiaba en silencio Hunter y sin soltarla, estrechándola y protegiéndola entre los brazos como Reece debía hacerlo.
Era él, Reece Wood, quien debía estar al lado de ella, abrazándola y cuidándola, pasando un momento increíble con Amy. Ella incluso se había vestido para él, estaba tan hermosa desde que la vio que pudo haberla contemplado todo el día si no se hubiesen encontrado en malas circunstancias. ¿Cómo pudo haber sido tan idiota como para dejarse llevar con Ariel? Bueno, esa pelirroja estaba muy buena pero en ese momento lo que menos pensó fue que Amy podría encontrarla. Además no tenía que darle explicaciones, él le había explicado que no quería nada serio con Amy más que una amistad. ¿Entonces por qué se preocupaba en buscarla y asegurarle que no tenía nada con nadie?
Era tan contradictorio que sólo entonces supo Reece Wood que no tenía ni la menor idea de qué era lo que él mismo quería. Así qué dejaría que Hunter hiciera el estúpido papel de buen amigo y luego, cuando ella estuviese más tranquila, hablaría con Amy y se disculparía como el caballero que era. No tenía de qué preocuparse por Hunter. Sabía muy bien que cuando te completabas bueno y amable con ellas, las chicas simplemente te dejaban como amigo y nada más. Así sería con Amy y Hunter, eso ni siquiera lo dudo entonces. Y le causo tanta gracia pensar que había llegado a pensar que ella podría fijarse en su amigo que no pudo evitar esbozar una sonrisa burlona. Pero las cosas no iban muy bien con él. No podía dejar de pensar en ella, cada noche.
La buscó después de varios días y pensó que Amy era demasiado buena como para no perdonarlo. Además de que la tenía comiendo de su mano, haría de todo para que las cosas entre ellos se arreglaran. Cuando finalmente la encontró, caminando por un parque directa a su casa, fue hacia ella y sin que lo viera venir la abrazó con fuerza detrás de ella. Apoyó la cabeza sobre el hombro de Amy y, dándole suaves besos en el cuello, inspiró profundo cuando el suave aroma de ella invadió sus sentidos al instante. Tenerla así de cerca lo enloquecía. Quería tomarla y no dejarla ir. No recordaba siquiera cuánto lo tranquilizaba la presencia de Donovan.
―Perdóname, Amy. Por favor, hazlo, te extraño muchísimo, ¿sabes? ―Le susurró al oído, retirándole un mechón de cabello con suavidad―. Te quiero de vuelta.
Ella giró hacia él y no quiso evitar soltar un sonoro suspiro cuando por fin, después de tantos tortuosos días, la tuvo en frente suyo. Amy apenas lo miró dolida y después de un suspiro, como si intentara convencerse de qué hacer, esbozó una sonrisa débil.
―Bien, te perdono.
Y le dio la espalda. Amy siguió caminando y lo dejó de pie en medio del sendero del parque, viéndola irse con toda la tranquilidad que a él le faltaba. No podía dejarla ir así. La quería, realmente moría por abrazarla y tenerla solo para él, como debía ser. Quería envolverse en Amy y hundirse hasta perder los sentidos. Se sintió tan ansioso por tenerla que sin siquiera pensarlo se dirigió a ella y la tomó de la mano con fuerza, temblando internamente por el miedo irracional que tenía por hacer un paso en falso.
No quería perderla. Realmente, a como diera lugar, la quería a su lado, dándole esa sonrisa que le encantaba. Entonces la detuvo y la giró bruscamente hacia él antes de besarla con desesperación. Movió los labios frenéticos sobre ella, saboreándola en cada centímetro y dejándose embobar por la escénica de Amy. Apenas ella lo tocó en una delicada caricia y Reece sintió derretirse entre las suaves manos que sujetaban su rostro. Cerró los ojos y adoró aquel momento como si fuese el último. La besó desesperado para luego moverse lento, profundizando el beso y cayendo hasta lo más hondo que nunca lo hizo, cuando Amy se alejó de él de manera tan repentina que Reece quedó inclinado sobre ella y con los labios suspendidos en el aire, esperando a que volviera a besarlo con toda esa intensidad que lo había dejado estúpido. Abrió los ojos lentamente como si lo hubiesen despertado de un placentero sueño y la vio sonriéndole con tristeza, ahora a metros de distancia de él como sí evitará tocarlo a como diera lugar.
―Amy, te prometo... ―murmuró antes de dar pasos veloces hacia ella y quedar sus rostros a centímetros nada más―. Te prometo que nada más sucederá entre Ariel y yo. Seré solo...
―No tienes que explicarme nada, Reece ―rió sin gracia―. Nosotros solo somos amigos y nada más. Puedes hacer lo que quieras con quién quieras, ¿qué importa lo demás?
La miró confundido, intentando saber por qué le decía eso que, lejos de tranquilizarlo, lo hizo sentir culpable. Había algo detrás de las palabras de Amy que no lograba entender.
―Pues no importa, no hay nada entre nosotros y no lo habrá. Perdóname, Amy, quiero que todo vuelva a ser como antes, cuando éramos...
¿Amantes? ¿Amigos? Realmente no se había detenido a pensar qué jodidos eran antes de que todo eso se arruinara.
―Bien ―finalizó Amy, casi escupiendo hacia él con rabia―. Seamos amigos o lo que sea que éramos.
Pero él estaba tan emocionado que todo lo que hizo fue intentar atrapar aquellos labios que empezabas a hacerle perder los sentidos. Todo lo que su boca tocó entonces fue la fría mejilla de Amy Donovan.
―Estoy ocupada ahora para esto, Reece. Será otro día.
Y fue a él está vez a quién dejaron solo en medio de la nada.
Le dolía, quizá demasiado. Sabía que la había fastidiado bastante al haber estado con Ariel, sabiendo lo mal que Amy la estaba pasando. Pero es que no lo pudo resistir. A él lo cautivo, se dejó llevar sin remordimiento por la pasión, por toda esa fantasía que le prometía la pelirroja. Era sensual, hermosa y simplemente las cosas sucedieron. Por supuesto que no pretendía que la hermana de Drake los viera de esa manera, a pesar de que había olvidado, muy estúpidamente, que debían verse aquella noche.
Ahora le jodía verla entre los brazos de Hunter, por muy amigos que dijeran ser. Es que no se lo creía. Ella era dulce y enamoradiza, y fácilmente podría sucumbir ante los encantos de su amigo Nowell. ¿Y si estaba exagerando? Quizá todo volvería a la normalidad prontamente y aquello se quedaría en un recuerdo vago, incluso divertido. Ahora debía pensar en algo para acercarse a ella y recuperarla, no iba a darse por vencido así nada más. Amy sería suya otra vez. Tarde o temprano ella lo pensaría mejor y regresaría a donde pertenecía, a su lado.
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Su dulce debilidad ©
Roman d'amourReece Wood no era un chico bueno pero tampoco era cruel. No bebía en exceso pero ello no significaba que no le gustara el alcohol. No fumaba en demasía y tampoco suponía que no le gustara la nicotina. No vivía de mujeres pero, por supuesto, no impli...