Capítulo 39: ELLA Y YO

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Reece Wood tenía todo ideado. Con ayuda de Anne, fingiría una supuesta infidelidad por parte de Hunter. Amy estaría triste pero abriría los ojos y sabría que era Reece quién estaría siempre para ella. Estaba todo tan meticulosa y cuidadosamente planeado que nada podía salir mal. Ni siquiera fotos serían necesarias, iba a terminar de idear absolutamente todo antes de comentarle a su compañera el maravilloso plan.

Era perfecto.

No dejaba de mirarla a lo lejos, cuando día tras día, sin poder ayudarla de ninguna manera, iba recuperando nuevamente esa maravillosa sonrisa. Hunter lo hacía estupendo, pero no por mucho tiempo. Era Reece quién la haría feliz, siempre.
Estaba tan seguro de ello y de su pronta victoria que incluso tenía el maravilloso día marcado.

Pero cada día que se acercaba se tornaba extraño, diferente. Algo lo atormentaba por las noches, impidiéndole dormir mientras recordaba nítido cada vez que había hecho la vida de Amy un pequeño infierno. La había hecho sufrir mucho, además de aquellos problemas que la castaña tenía con Ariel, aquella pelirroja que la maltrataba entre clases tiempo atrás.

¿Y cuándo ella iba a ser feliz?

—¿Te importa, Wood? —acotó Taylor antes de sentarse frente a él, en el comedor, con Jake y Hunter al lado—. Pequeño, ¿no venía Amy también con nosotros?

—Está con Jessica haciendo... cosas de chicas. Y no me digas pequeño, joder, soy Hunter —escupió el susodicho.

Reece removió su comida con el tenedor de manera distraída, viendo cómo Jackson silbaba en voz baja.

—Entonces, Reece —dijo Taylor mientras golpeaba la mesa con tanta fuerza que pegó un respingo—. Ayer te vi muy bien acompañado. ¿Quién es ella?

Ni siquiera recordaba. ¿De cuál de todas las mujeres hablaba? Había bailado y besado a muchas, como siempre lo hacía.

—Ni yo lo sé.

—Sí lo sabes, esa que está enamorada de ti.

Se encogió de hombros. No sabía y poco le importaba. Y tan calmado como estaba, algo lo sacudió cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Hunter directamente. Se le cortó la respiración, como si de pronto él pudiera leerle los pensamientos y saber así todo lo que iba a hacer con Amy en su contra.

Hunter Nowell le sonrió.

—Yo... debo irme —espetó Reece de manera atropellada mientras se levantaba rápido.

—¿Qué? ¿Por qué? Acabamos de llegar —indicó Jackson confundido, masticando efusivo.

—No has comido una mierda, trae tu trasero aquí —dijo Taylor, llevándose la botella a los labios y apuntando con la otra mano su asiento.

Sólo sonrió de lado y agitó la mano sobre la cabeza mientras se iba.

Era un cobarde, se dijo al saber el por qué de su comportamiento. Peor ahora, su consciencia lo carcomía de tal manera que era imposible siquiera hablar con Anne sobre su brillante plan para separar a Amy de Hunter. No podía dormir de solo pensarlo, como si fuera a hacerles algo desastroso.

Era imposible.

Reece hacía todo cuánto podía sólo para no verlo. Rechazaba las invitaciones de sus amigos y, repetía una y otra vez que estaba ocupado, que no tendía tiempo para ellos. Intentaba converse a sí mismo que lo mejor para él era alejarse cuánto podía de Hunter. Porque tenía la cabeza en otra parte.

Ansioso cada vez más, ideaba ideas tras ideas que lo ayudaran a recuperar a Amy. Pensaba en temas elaborados e incluso simples, lo que fuera. Imaginaba desde rupturas con Nowell hasta falsas situaciones que la hicieran correr hacia sus brazos. Lo imaginaba noches y cada vez que se sentía listo de ello, se echaba atrás.

Su dulce debilidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora