CAPÍTULO 22: LA ÚLTIMA VEZ, REECE

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Hunter en multimedia

Cuando Amy salió de clases lo primero que vio fue a Hunter discutiendo con Anne, aquella chica con la que se veía por las noches y por el día solía ignorarlo, frente a los casilleros. Era tan extraño verlo furioso y exaltado que no pudo evitar preocuparse por él. Había sido tan buen amigo... Era el primer y único mejor amigo, bueno y sincero, que había tenido hasta el momento. Y eso le encantaba. Le gustaba tener alguien con quién hablar y desfogar sus penas, alguien que la escuchara y aconsejara. Era de pronto aquel amigo que había estado buscando en Reece en un inicio y nunca encontró. Aún así le dolía que Wood pensara que después de todo podía seguir utilizándola.

—¿Vas a casa? —preguntó Drake de pronto a su lado, abrazándola de los hombros con toda la confianza que pocas veces tenía. Y es que era tan extraño que su hermano le hablara en clases que fue imposible no sorprenderse al oírlo—. Unos amigos me llevan, puedes venir conmigo y así hablamos un rato. ¿Qué dices?

Su popular y tan querido por todos mellizo, Drake Donovan, continuó caminando hacia la salida sin dejar de mirarla de reojo. ¿Por qué no gritarle en la cara que todo aquello que estaba sucediéndole con Reece era culpa suya? Fue precisamente idea de Drake el que Wood le enseñara a cambiar y, supuestamente ser más fuerte.

—No lo creo.

Así que claro que no quería estar ahí con Drake. Empujó a su hermano con fastidio y continuó caminando, esbozando una sonrisa genuina cuando vio a Hunter saludándola.

—Qué hay, Drake —saludó su amigo con aquella sonrisa que siempre tenía. Su hermano, por el contrario, pareció intimidarse como todos los demás por la imagen de Hunter, alto, grande y ligeramente tatuado—. No te importa si me llevo a tu hermana un momento, ¿verdad?

Drake pareció obligarse a sonreír y, retrocediendo incómodo, empezó a alejarse de ellos.

—Eh... Yo... normal, no hay ningún problema —carraspeó.

Drake se fue dando pasos apresurados, casi corriendo después de que lo hubiesen espantado sin haberlo notado siquiera.

Hunter alargó su sonrisa y rió por lo bajo.

—Qué agradable es.

No entendía por qué todos se sentían intimidados por Hunter con lo bueno y sonriente que era siempre. Sí, era alto, y tenía aquella mirada que ponía a todos bajo sus órdenes cuando se enojaba, pero era demasiado simpático como para querer huir de él. Al contrario, Amy se sentía incapaz de huir de aquella hermosa sonrisa que Hunter tenía solo para ella.

—¿Todo bien con Anne? Creí que ya no se veían después de... que te dejó esperando.

Hunter bufó y meneó la cabeza con exasperación.

—Sólo fue a dejarme en claro que no me libraré de ella fácilmente, por mucho que esté también detrás de Taylor. ¿Sabes, Amy? Estoy cansado de ella, no puede solo utilizarme cuando se le dé la jodida gana.

—Entonces sé tú quien corte con ella definitivamente. Cuando te busque en la noche —Cualquiera podría saber para qué— dile que te deje en paz.

Lo oyó reír y, mientras salían hacia las calles, dejó que apoyara el brazo sobre su hombro con confianza.

—No es tan fácil. ¡Es que, joder, estoy cansado de esto! No me gusta su juego del tira y afloja. Al menos que salga con alguien seriamente no me dejará tranquilo —espetó con fastidio, dándole una fugaz mirada—. Se me ha ocurrido que podríamos...

—¡Amy!

Entonces ambos se detuvieron bruscamente cuando un auto aprecio frente a ellos. La cabeza de Reece apareció por la ventana con una sonrisa ladina y en ella aprecio un revoltijo de emociones en el estómago, y no precisamente de la emoción de verlo. Eran aquellas cosquillas que sentías cuando caías de lo alto de un precipicio lo que Amy sintió en aquel instante.

Su dulce debilidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora