El juego empieza
¿Acaso Jackson seguía importándole?
El recuerdo de Ariel no desapareció de su mente ni por un segundo mientras, acompañada de Reece, iban a algún lugar que no conocía. Se mantenía Amy callada y absorta en sus pensamientos, pensando en lo ilusa que fue por haber creído que esta vez las cosas con Jackson Ross sería real.
Sí, había intentado detestarlo todo lo que pudo. Pero Jake la conocía demasiado bien para saber cómo doblegarla con excesiva facilidad. Conocía sus puntos débiles, aquello que podía hacerla temblar sin ningún problema. Parecía como si a Jackson no le importara hacerle daño.
¿Por qué tenía que ser tan débil como para ilusionarse a la primera que un chico parecía tener algún interés en ella?
—Bueno, ¿es por un chico? —preguntó Reece mientras, conduciendo, se sacudía el cabello ligeramente—. Por tu molesto silencio voy a suponer que es así —Soltó una risa burlona antes de lanzarle una mirada cargada de diversión—. Vamos, Amy, di algo. Estás muy callada.
Suspiró con pesadez.
—Tienes razón —admitió sin ánimos—. Es por un chico, pero no es como lo estás pensando. Es solo que esta vez creía que sí éramos amigos, que no estaba mintiéndome al respecto. Eso y su estúpida noviecita que le encanta goleparme.
Creyó que lo oiría burlarse, que Reece le echaría en cara todos sus errores y que ahora estaba sufriendo como una tonta por uno, pero no imaginó jamás lo que pasó en realidad.
—¡Joder, lo sabía! —Se regodeó feliz, triunfal—. Sabía que te gustaba alguien —bufó—. Si no fuera así no estarías tan desesperada por cambiar y convertirte en alguien sexy.
La sangre agolpó sus mejillas con violencia ante aquellas palabras tan descaradas. Su boca incluso se entreabrió y, algo indecisa, no pudo evitar sentir quedarse sin respiración ante la imagen de Reece Wood riéndose de ella. Acababa de decirle algo importante y a Reece parecía no importarle en lo más mínimo.
—¡Yo no estoy desesperada! —rugió enfurecida antes de que el auto se detuviera en un pasaje llenó de árboles—. Y no quiero algo así—carraspeó, la voz cada vez más débil hasta hacerse inaudible.
Como siempre, Reece pareció no oírla cuando ya había bajado del auto rápidamente hasta correr a pocos metros de distancia y subirse a una enorme roca que se levantaba a un lado de la carretera.
Indecisa, observó los frondosos árboles, dejando que su mirada se perdiera en lo verde que era el ambiente. Estaba perdida y lejos de algún lugar conocido. Y su único boleto a casa estaba justamente sentado en la enorme piedra, mirando alrededor como si se encontrara en un paraíso. Relajado, Reece le guiñó un ojo con diversión y palmeó al lado.En tres pasos logró alcanzarlo y acomodarse junto a él algo incómoda.
—¿Quién es el pobre desafortunado? —cuestionó él sin rodeos.
Casi soltó una risa cargada de burla a sí misma.
¿Decirle a Reece Wood que Jackson Ross, su mejor amigo, fue quien le rompió el corazón alguna vez? ¿Que era de Jackson de quién realmente estuvo enamorada alguna vez? Pésima idea. Amy Donovan se prometió a sí misma que nunca se lo diría, que aquel secreto jamás saldría de sus labios.
Bueno, sí, estuvo bastante enamorada de él muchos años atrás, cuando él era más inocente y eran los mejores amigos del mundo. Ahora Amy Donovan solo creía que, en algún punto, quizá las cosas podían ser como antes, pero siempre sin afán alguno de tratar de engatusarle o enamorarle. Ella no sentía nada por Jackson Ross que una amistad rota y ahora destruida. Creyó, muy ingenuamente, que podían volver a ser los buenos amigos que eran antes, tantos años atrás.
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Su dulce debilidad ©
RomantizmReece Wood no era un chico bueno pero tampoco era cruel. No bebía en exceso pero ello no significaba que no le gustara el alcohol. No fumaba en demasía y tampoco suponía que no le gustara la nicotina. No vivía de mujeres pero, por supuesto, no impli...