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Lo primero que siento al despertar es el frío del bosque.
—Eider—escucho que alguien susurra pero no soy capaz de mantener los ojos abiertos como para saber quién me llama.
Su voz es familiar. Es aquel hombre, el de mis pesadillas.
Me quejo un poco. Incertidumbre.
Me duelen las piernas, lo segundo que siento. Lo tercero es incomodidad en las manos. El roce de algo rasposo en mis muñecas.
Aunque el clima esta nublado la luz que llega a penetrar las copas de los árboles me lastima. Tardo unos segundos en acostumbrar mi vista.
Me quejo un poco y eso llama su atención. Esta delante mio, mirándome fijamente. Toby.
Estoy atada de manos (literalmente) en esta situación a un árbol.
—¿Dónde estamos?
Suelta una risita. —Justo donde debemos estar.
Me siento tan mareada que a cada segundo que pasa siento como el estómago me da vueltas.
—¿Qué quieres de mi...?—comienzo a sentirme desesperada. ¿Yo que le he hecho?, ¡ni siquiera lo conozco!
—Jajaja, ¿yo? Nada. Él, no lo sé, deberías preguntarle.
Me habla con su voz llena de misterio, como esperando que resuelva su adivinanza a cambio de dejarme en paz. Maldita sea, a quien se refieren cuando hablan de él.
—¿A quién?
Se queda pensando unos segundos hasta que suelta: —Haces demasiadas preguntas...
La maldad se nota en su sonrisa. Incluso puedo ver sus intenciones antes de que detrás suyo me muestre su hacha, la cual esta ensangrentada. Aquel líquido rojo corre desde la cuchilla hasta el borde y salpica de su fuerte tono las anaranjadas hojas.
—¡No!
Lentamente se va acercando con el arma homicida de algún crimen a mí. Las piernas comienzan a temblarme solas y mis manos intentan sin éxito zafarse de aquella trampa que acabaría con mi vida.
—¡Basta! —al contario de detenerse sigue acercándose lentamente con su alargada sonrisa esperando que la mía desaparezca por siempre
—Por favor...—mis gritos poco a poco se convierten en susurros suplicantes por un perdón sin otorgar.
Levanta los brazos y aquella sonrisa se alarga aún más antes de dar sentenciada mi muerte. Unos segundos antes de que su afilada hacha logre tocar mi rostro grito como último recurso:
—¡Sé dónde está tu madre!
Y al parecer funciona porque se detiene al instante y retira de mi rostro cualquier amenaza de lastimarme. Suelto un suspiro de alivio. Mi corazón continua latiendo tan rápido ante la inminente posibilidad de que me lastime.
—Cállate...—susurra con la cabeza gacha.
—Yo...puedo ayudarte a encontrar...
—¡Cállate! —me interrumpe con un grito tan fuerte que retiembla por el bosque entero y auyenta a las aves que habían querido posar en las copas de los árboles más cercanos. A mí los nervios me carcomen el estómago y continúan dándome vuelcos en el corazón. Mi corazón late más rápido a cada segundo que pasa y mi respiración se vuelve lenta y pesada.
Mira hacia el piso pensante unos segundos. Luego regresa violentamente su mirada a mi.
—Estas mintiendo.
—No, para nada. Hablo en serio.
En su mirada chocolatada veo furia pero a su vez logro ver en ellos una chispa de curiosidad. Vaya combinación.
—¿Qué sabes sobre ella?
Se convence por fin de que quizá lo que le he dicho es verdad, aunque en él aún noto desconfianza.
—Sé dónde está, y quien la metió ahí.
—Esto...¡es una perdida de tiempo!—su mano llega desde donde se encuentra parado hasta mi cuello con un brutal movimiento rápido. Me apreta el cuello y esto me impide respirar adecuadamente.
Acerca su rostro al mío. Me jaloneo un poco pero es inútil, sin querer mi cabello se aparta hacia atras. Esto deja al descubierto mis heridas anteriores. Aquel anillo morado que dejó la cuerda con la que "supuestamente" me había intentado suicidar. Lo mira detenidamente. Acerca su cara lentamente a mi cuello. Siento el roze de sus labios con mi piel, su cálido aliento sobre mi herida. Esta extremadamente cerca de mi, esto hace que de pronto me den escalofríos.
—¿Qué quieres a cambio?—pregunta de pronto subiendo sus labios hasta mi oído, se me dificulta más respirar.
Lo pienso unos segundos. Cada momento que pasa se ha ido, él tiempo continua avanzando. Él frío invadiendo él lugar. Y aquí estoy, de nuevo a merced de un psicópata.
—Vivir.—respondo con dificultad.
Se aparta lentamente con incredulidad en él rostro. De poco me suelta. Tomo grandes bocanadas de aire. Antes de regular mi respiración toso fuertemente.
—Quiero que me sueltes, y luego te diré dónde esta.—estoy segura de lo que digo, ni un solo titubeo, ya no.
Se me queda mirando. La furia se consume en él, lo noto. Como fuego en la frialdad del clima.
—¿Cómo la encontraste?
—Te encontré, Toby.
Se queda callado. Ni siquiera abré la boca.
Lo miro a los ojos (a través de sus gafas amarillentas) y no siento nada más que odio. No lo conozco ni un centímetro, eso lo hace impredecible y eso...eso lo convierte en peligroso, alguien a quien cualquiera debería temer, sin embargo ni siquiera debería pasar por su cabeza la idea de que yo le daré el gusto de matarme.
—...¿Toby...?
—¡No me llames así!...—suelta un golpe al tronco, al lado mío. Un pequeño hilo de sangre recorre su nudilo—jamás me vuelvas a llamar así...
Impredecible.
—Está bien...—tengo que convencerlo. Convencerlo de que me deje en paz, de eso depende mi vida y mi capacidad para llevar eso a cabo cuando sea necesario—Tranquilo...solo...sueltame y te diré donde esta, lo prometo.
Lo observo un momento y analizó lo que tengo.
Un silencio infernal nos separa a kilómetros de distancia.
A pesar del aplastante silencio parece que hemos llegado a un trato.
—Entonces...—doy espacio para que de una señal, algo.
Me mira un instante y concluye:
—Ticci Toby, llámame así.

Detrás de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora