9

199 11 2
                                        

Entro cuidadosamente al cuarto y cierro la puerta detrás mio.
Él está de espaldas frente a la cama mirándola fijamente, sin poder creerlo.
Pasa su mano por las sábanas y veo que esta temblando.
—¿Tob...?–intento llamarlo.
-—¿Mamá?—pregunta a la persona que esta sentada en el borde de la cama, de espaldas y de nuevo con el cabello  hecho un jirón.
Segundos más tarde ambos la oímos responder con una especie de gruñido bajo.
Me detengo a observar.
Toby se acerca poco a poco con una expresión de miedo y curiosidad.
No estoy segura de a qué le está teniendo ahora mismo; es como ver como una persona se acerca a un animal salvaje a punto de atacar, esperando dialogar con él.
—¿Cuál...?—hace una pausa–¿Cuál es su nombre?
—Connie...—la mujer habla con dificultad. Ambos, sorprendidos, damos un respingo. Toby da un paso atrás. —Rogers.
—Rogers— repite en voz baja.— Toby...Rogers.
Hay un momento de silencio incómodo. Toby Rogers.
—Connie...¿Tu...me recuerdas?
¿Me recuerdas?
Connie desvía la mirada hacia la pared. Toby espera pacientemente a que su madre acomode las ideas que llevan tanto tiempo revueltas, luego responde:
—Como olvidarte, hijo.
Como olvidarte, hija.
Toby cambia su rostro a miedo pero ya no teme a ella.
Le teme a sí mismo.
Le teme a sí misma.
Tiene miedo de descubrir quién es realmente, o al menos eso parece.
—¿Quien soy? —dice lentamente.
¿Quién soy?
Una lágrima cae al suelo. Otra más. Cuando me doy cuenta ya tiene toda la cara llena de ellas.
Toby, el demente, el asesino, mi verdugo; frente a mí, llorando, suplicando respuestas, no lo podía creer.
—¡¿Quién demonios soy?! ¡¿Eh?!
Furia. El chico de cabello castaño, tez blanca y ojos chocolatados  se consume en furia y locura.
—¡Dímelo!
—Toby...
—¡Dime!
Y se tira al suelo. Tal cual.
Sus rodillas se estrellan contra la madera y cae hacia adelante con la cabeza gacha y los ojos llenos de lágrimas. Tiembla y al mismo tiempo susurra algo como una promesa. Su cuerpo agoniza. Toma grandes bocanadas de aire porque de vez en cuando se queda sin oxigeno. De lo que dice alcanzo a escuchar algunas cosas.
—Servir al operador...sin preguntas...
Un nudo se me hace en la garganta.
Su madre lo mira sin acercarse. En su mirada no hay nada. Absolutamente nada. No hay miedo, amor, odio, curiosidad, tristeza, nada. Solo indiferencia.
—Yo...–susurra tiritando de una manera tan fuerte que sea oído. —Soy un proxy.
Al escuchar esa palabra es como si despertase al fin en la realidad.
Proxy.
Se levanta bruscamente (hasta a mí me sorprende) con una tremenda actitud de seguridad y se acerca a Toby. Inclina sus rodillas y termina frente a él.
Lo toma con ambas manos del rostro. Le seca las lágrimas y lo rodea con ambos brazos. Ambos quedan justamente frente a la ventana cuando el punto más alto de la luz matutina llega y forma en el suelo su silueta.
Se quedan un momento así. Un momento increíblemente eterno. Madre e hijo. Asesino.
Su madre lo suelta delicadamente y ahora lo toma de los hombros para dedicarle una sonrisa amable (y enferma).
—Perdóname.
Me conmueve. Increíble me conmueve. La forma en la que ambos se miran es como si estuvieran recordando aquel lazo irrompible que alguna vez se encargó de mantenerlos unidos. Me recuerda tanto a mi madre...me hace sentir nostalgia, pero...al mismo tiempo...puedo sentirme en paz.
Los miro una última vez deseando ese mismo momento con mi madre.
Y justo en ese instante el vidrio de la ventana se quiebra hacia adentro y la bala impacta justo en su cien.

Detrás de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora