—Sé que me escuchas—una tétrica voz distorsionada me llama desde el otro lado de una oscura habitación.
Es un hombre.No lo veo pero lo sé. Siento que está cerca mío.
Pasan segundos, minutos, o quizá horas. No lo sé hasta que vuelve a hablarme.
—Estas marcada.Creo que me está enseñando algo.
Estiró la cabeza y me asomo por encima de lo que sea que me esté enseñando. La niebla es muy densa por lo que no distingo lo que está sobre su mano. Por alguna razón la niebla empieza a disiparse hacia los lados y al fin distingo lo que hay. Trastabilló hacia atrás.—No tengas miedo.
Inmediatamente intentó escapar, pero no puedo. Estoy atada a él. No de una forma literal, es solo que hay algo que no me deja avanzar. Algo que mantiene mis pies pegados al suelo. Algo que no me deja salir corriendo (y vaya que es lo que más deseo).
—Sé dónde te escondes, solo falta encontrarte.
Alarga su larga mano hasta a mí y antes de atraparme despierto.
Mi respiración es agitada.
Tengo que tranquilizarme si no quiero perder el control.Me incorporo y noto donde estoy. Por alguna razón estoy en el suelo de mi habitación y tengo una tiza negra en la mano. Miro el suelo y me aterro. El mismo símbolo de mi sueño. Un círculo tachado por el centro.
—No puede ser...Suelto aterrada la tiza partiéndola por la mitad. Con las manos intento borrar aquel señal del suelo con desesperación.
Solo falta encontrarte.Cuando al fin parece difuminarse me siento recargando mi espalda en la cama y me pasó los dedos por el cabello una y otra vez intentando entender y asimilar lo que me está ocurriendo.
Esto no está pasando, pienso.
Respiró profundamente y al cabo de un rato regreso a mi cama e intento pegar el ojo aunque sea solo unas horas.
Lo consigo.Al despertar me siento más tranquila. Pareciera como si la noche escondiera inquietantes secretos, secretos que no siempre es buena idea descubrir.
Me levanto aún con la pijama puesta y bajo a desayunar algo. Por suerte mi papá está en la mesa leyendo el periódico. Mientras, toma su típico café vespertino.
—Buenos días—le sonrió.
—Buenos días.
Me meto en la cocina y saco lo necesario para un desayuno decente. Enciendo la estufa y cocino huevo revuelto con tocino para empezar la mañana.Mientras está listo caliento agua en el microondas y preparo té de manzanilla. Parece que al menos este día empezará bien. Veo el jugo de naranja al asomarme al comedor donde mi padre instaló su cueva mañanera y no puedo evitar ir por un vaso a la cocina.
Un vaso de vidrio.Al pasar junto a los cuchillos se me viene a la mente como un recuerdo fugaz aquel garabato de anoche y suelto el vaso, el cual se estrella y crea un estruendoso sonido. Los vidrios rotos salen volando y yo tiemblo y trastrabillo hacia atrás.
Al oír lo sucedido mi papá corre a ver qué ha pasado y se encuentra el vaso estrellado y distribuido por toda la cocina y a mí parada con la mirada perdida en algún lado.
—¿Estas bien? ¿Te lastimaste?—sigue con su periódico en la mano. Su voz me devuelve al mundo real. Veo el desastre que acabo de hacer y luego le devuelvo la mirada a mi padre.

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Detrás de las tinieblas
Misterio / SuspensoCuando él llegó me perdí de todas las maneras posibles. Perdí quién era y quién quería ser. Perdí a los que amaba y que me amaban. Perdí la credibilidad de los demás. ¿Para qué? Para encontrar mi verdadero yo. El que se escondió toda mi vida, el que...